Astillero Ť Julio Hernández López
Bueno, pero ¿quién lleva el mando en esta sinfonía de los desconciertos? ¿Alguien sabe más o menos qué está pasando? ¿Hay un plan exacto, una estrategia en curso, o simplemente todo se ha descompuesto y los hilos se enredan sin que alguien se preocupe siquiera por tanto embrollo?
Enredo número 1
Víctor Cervera Pacheco es uno de los gobernadores favoritos del presidente Zedillo. Cada que puede, el titular del Ejecutivo federal visita a su colega yucateco. Le palmea la espalda, le llama ``amigo'' en los discursos, elogia su obra.
Cervera Pacheco recibe tantos reconocimientos porque es un político hábil, que ha sabido mantener a raya al agresivo panismo de aquella entidad --sobre todo el de Mérida, que mantiene la presidencia municipal desde varios trienios atrás-- y porque mantiene un ascendiente, como de hermano mayor, sobre los gobernadores de las demás entidades de la península yucateca, sobre todo las de Campeche y Quintana Roo, pues en el caso de Chiapas el mandatario Albores anda que no cree en nadie, con eso de que se siente aspirante a suceder a su jefe Francisco Labastida Ochoa en Bucareli.
Sin embargo, el procurador Jorge Madrazo dijo a diputados federales este miércoles reciente que la última pista disponible del prófugo Mario Villanueva Madrid fue el encuentro realizado el 27 de marzo en Mérida con...Víctor Cervera Pacheco.
Es decir, el hermano grande, el gobernador amigo, recibió a Villanueva Madrid en Mérida y después ya nadie supo del gobernador-capo.
Dicho de otra manera: el procurador que nombró el presidente Zedillo lanza la terrible sombra de la sospecha (aunque ayer la misma procuraduría quisiese desmentir o enmendar las palabras pronunciadas antes frente a los diputados) sobre un gobernador amigo como es Cervera Pacheco, al que no sólo distingue la cordialidad presidencial sino que inclusive, para llevarla a los hechos, recibió también la conducción real del PRI nacional al nombrar a dos de sus cuadros subordinados, Dulce María Sauri Riancho y Federico Granja Ricalde, en dos de las principales posiciones del gabinete nacional priísta.
¿Usted entiende qué pasó? ¿Cómo y por qué se investiga la línea Cervera Pacheco en el caso Villanueva Madrid? ¿Cómo ser amigo aplaudido y luego sospechoso investigado? ¿Cómo recibir el encargo de operar el PRI en la sombrita y al mismo tiempo ser colocado bajo la lupa que, como Rocha caricaturizó con maestría en La Jornada, concentra los rayos solares en una cola que así comienza a quemarse?
Enredo número 2
José Antonio González Fernández --Pepe Toño en adelante, para que se vean las confiancitas que se toma esta columna-- sufrió ya del mismo síndrome de Los Pinos que antes había afectado a Mariano Palacios: un destape mal hecho que garantiza un desempeño maltrecho.
Mal tocado desde el principio por la falta de oficio presidencial para ejecutar suertes priistas, Pepe Toño pasea ahora por el país exhibiendo las precarias prendas con las que desde Los Pinos lo vistieron para esos sus primeros y definitorios días como encargado del PRI nacional.
Y he allí que habiendo recibido la bendita línea superior para colocar a la cabeza de la carrera presidencial a los favoritos de Palacio, Miguelito y Pancho, apoyado en inexistentes estudios de opinión, ahora Pepe Toño tiene que andar pidiendo disculpas.
Primero lo hizo en San Luis Potosí, en una gira de trabajo. Ayer debió pedir generosidad personalmente frente a Manuel Bartlett y Humberto Roque (y, en ausencia, a Roberto Madrazo, quien ni siquiera asistió a la reunión con Pepe Toño, emocionado como debe haber andado por los serios y bien afamados sondeos del Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara, que le colocan a la cabeza de los aspirantes priístas).
Impuesto de mal modo en la dirigencia burocrática del PRI, empujado a declarar en falso y luego desdecirse, y provisto de un disco sin fin con el que recorre el país asegurando que ahora sí el presidente Zedillo no intervendrá en seleccionar candidato presidencial, Pepe Toño se tropieza por sí mismo y por descuidos superiores.
Enredo número 3
El delegado de la fraternidad zedillista en la UNAM, Francisco Barnés de Castro, abre fuego con gallardía sin igual, lanzándose a la misma iniciativa elevadora de cuotas en la que otros prohombres ya habían naufragado previamente.
Encarrerado en tan prodigiosa hazaña, el ciudadano Barnés se da cuenta de que las cosas no son tan fáciles como se las habían pintado a la sombra de unos pinitos. Entonces decide meter reversa, y saca a escena un elegante modelito de tolerancia y buena fe con el que propone dialogo privado, no público, con los huelguistas que le habían echado a perder su bonito proyecto.
Pero el otro delegado de la fraternidad zedillista en instituciones de educación superior, don Diódoro Guerra, quien sigue como director del Politécnico Nacional porque el gran dedo no lo designó candidato priísta a gobernador de Tamaulipas como él creía y quería, se ha convertido en un apasionado defensor de la ley y de su rigurosa aplicación.
Preocupadísimo por las tropelías cometidas por los porros controlados por el binomio PRI-gobierno, don Diódoro lanza la voz de alerta y la exigencia: que las autoridades de la capital actúen, que detengan a los porros, que cumplan con la ley.
Los siempre controlados provocadores posibilitan así, con sus oportunamente captadas escenas de vandalismo, la exigencia de que Cuauhtémoc Cárdenas agarre sus varas de kendo y se lance a perseguir porros. Si no lo hace, está demostrando que le interesa más su candidatura presidencial y que deja a los ciudadanos expuestos a las furias de los estudiantes desbordados.
En la UNAM sueltan una presunta paloma de paz mientras en el Poli sacan a los porros con la esperanza de que algún incidente incendie la pradera y se pueda culpar a los bomberos cardenistas.
Enredo número 4
En Baja California Sur (BCS), mientras tanto, continúa creciendo el enojo por la desatención del presidente Zedillo a la autoridad legítima (no impugnada por nadie, instalada sin problemas ni protestas) que el pueblo eligió el pasado 7 de febrero.
Leonel Cota Montaño no ha recibido la tradicional salutación por teléfono, y posteriormente personal, que suelen dar los presidentes de México a quienes son electos gobernadores.
El presidente Zedillo prefirió, incluso, saludar y recibir en Los Pinos a René Juárez Cisneros, que fue electo en la misma fecha que Cota Montaño, pese a que el guerrerense ha sido impugnado permanentemente desde entonces, de manera activa, y que ni siquiera ha podido sentarse en el despacho principal del palacio de gobierno de Chilpancingo.
Tan alarmante es el asunto para los ciudadanos de aquella porción nacional (que de por sí siempre se ha sentido desatendida y olvidada por el centro) que la bancada legislativa panista propuso un punto de acuerdo, que fue aprobado por la mayoría del Congreso del estado este miércoles reciente, pidiéndole al presidente Zedillo que le dé cita y audiencia al gobernador Cota Montaño.
En ese encaprichado olvido de que BCS es parte del México al que juró constitucionalmente gobernar, y de que Leonel Cota es el mandatario constitucional de aquella entidad, el Poder Ejecutivo Federal tampoco ha enviado a sus secretarios de Estado a visitar el segmento sureño de aquella península.
Lo peor de todo es que estos no son sino unos cuantos de los muchos enredos actuales, más los que se acumulen en la semana, o en los días, o en las horas, o en los minutos siguientes.
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