La Jornada viernes 30 de abril de 1999

MEXICO: EXASPERANTE DESIGUALDAD

SOL Aunque numerosas voces --provenientes del gobierno federal y del Banco de México, principalmente-- han señalado en fechas recientes que la economía nacional se encuentra en un momento de recuperación y que las políticas monetarias aplicadas hasta ahora por las autoridades han sido las adecuadas, en los últimos días se han dado a conocer diversos estudios que afirman que la estabilidad económica presente podría no ser sino una circunstancia pasajera y, en gran medida, limitada a un sector privilegiado de la población.

Según los Indicadores de desarrollo mundial, documento elaborado por el Banco Mundial (BM), la economía mexicana es la decimosexta del mundo en términos de producto interno bruto, pero es la número 81 cuando la medición se realiza con base en el ingreso per cápita de los mexicanos. El BM también señala en su informe que entre 1980 y 1997 las familias mexicanas han padecido una continua merma en sus niveles de consumo y se han registrado reducciones importantes en el valor real del salario mínimo. Además, mientras la mayoría de la población del país se ha empobrecido progresivamente en las últimas dos décadas, los niveles de concentración de la riqueza han aumentado de manera alarmante. En México, señala el BM, el 10 por ciento más rico de la población obtiene 43 por ciento del ingreso total del país, mientras cerca de 40 millones de personas sobreviven con ingresos menores a dos dólares por día, suma que resulta inferior al salario mínimo vigente. La desigualdad ha llegado a niveles tan exasperantes en el México actual, luego de tres lustros de políticas económicas de corte neoliberal, que el país se encuentra en ese rubro --según datos del BM--, por debajo de naciones como India.

Sin embargo, el gobierno federal no parece prestar atención al drama en que se encuentran millones de compatriotas ni a las graves consecuencias sociales y políticas que podría acarrear el agravamiento de la desigualdad en el país. Por el contrario, permanece obstinado en interpretar la realidad lacerante --que se percibe, por sólo dar algunos ejemplos, en la pobreza de los barrios populares de las ciudades y de las comunidades agrarias, en las difíciles circunstancias por las que atraviesan incontables micro y pequeñas empresas y en el creciente flujo de migrantes que arriesgan la vida en su intento por ingresar a Estados Unidos-- en términos estadísticos e insiste en que la política monetaria restrictiva aplicada desde 1998 ha resultado conveniente, pues ha permitido mantener finanzas públicas sanas.

Pero más allá de los reiterados señalamientos oficiales en torno a la política de bienestar social aplicada por el Estado y a los beneficios, siempre postergados, que la política económica vigente supuestamente traerá en algún momento a las mayorías, lo que resulta evidente es que, día con día, se reducen el ingreso y las expectativas de vida de la mayoría de las familias mexicanas y, con ello, se hipoteca el futuro de la nación y se pone en riesgo la estabilidad social. Mientras las políticas económicas nacionales no dejen de privilegiar al gran capital financiero y no incluyan mecanismos efectivos de redistribución de la riqueza, promoción del sector productivo y justicia social, los beneplácitos gubernamentales y de los organismos financieros multilaterales ante la forma en que se conduce la economía del país carecerán de soporte en los hechos y, por ende, ahondarán el clima de desconfianza y desasosiego que prevalece en amplios sectores de la sociedad.