Horacio Labastida
El secretario Alejandro Gertz

Lo que sucedió el martes pasado en la Asamblea del Distrito Federal era previsible. El secretario de Seguridad Pública es hombre clave en la estrategia implantada por Cuauhtémoc Cárdenas, y nadie ignora hoy que existe una fuerte cargada antiperredista, porque el PRD representa la mayor instancia ciudadana contra la reproducción del presidencialismo autoritario en las elecciones del año 2000. Desacreditar a Cárdenas y a los altos funcionarios, incluidos los delegados, que forman el gobierno del Distrito Federal, es tarea central tanto de las actuales autoridades nacionales y estatales vinculadas al priísmo, cuanto de otros opositores en el área de la oposición, desde el PAN hasta pequeñas agrupaciones --Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista, por ejemplo--, pues en la medida en que esto ocurra disminuyen las posibilidades de conjuntar a través de unas primarias un frente amplio para anular las condiciones que hasta el presente han favorecido la regeneración de la élite adueñada del poder.

El teatro del pasado martes en la Asamblea prueba que la avalancha contraperredista está en marcha. Los opositores del PRD no hicieron el menor caso de las reflexiones del secretario Gertz Manero; lo cierto es que los escándalos que ocurrieron en torno del recinto de los asambleístas, y los inconexos puntos de vista de los críticos, desatáronse sin límite para buscar el descrédito del funcionario informante. La verdad es bien conocida. Luego de medio siglo de autoritarismo, México está infiltrado por una corrupción que enferma a sus sociedades civil y política. Los aperplejantes enriquecimientos injustificados, el manejo ilegítimo de la autoridad, los entendimientos de negociantes privados y funcionarios, los homicidios de quienes disienten del dogma gubernamental, los magnicidios sin esclarecimiento y los abultados contactos de narcotraficantes, políticos y banqueros, han pervertido gravemente la vida colectiva, aterrorizado a las familias y angustiado a la ciudadanía: el problema es lo suficientemente complejo y enraizado como para definirlo y hallar soluciones salvadoras. A esto se refirió Alejandro Gertz al hablar sobre la policía a su cargo; esta corporación, dijo, es factor de inseguridad en la medida en que no cumple sus tareas al obturarlas o atropellarlas. Señaló que la delincuencia ha infiltrado por igual a preventivos y judiciales, al ministerio público y en ocasiones a los tribunales jurisdiccionales, y luego agregó que el enemigo común, la delincuencia y sus vínculos con el poder, se ve estimulado por gente conocida a pesar de sus disfraces. Es decir, Gertz Manero exhibió las causas de la criminalidad que nos agobia y de los límites que existen para reducirla; esta causa, la corrupción, contagia del mismo modo la acción gubernamental que la individual. Pero el secretario de Seguridad Pública no se mostró pesimista ante el tamaño faraónico de la degradación: habló de continuar la lucha y exaltó los valores de una minoría policial ``valiente, comprometida, capaz y hasta heroica a la que debemos apoyar con todas nuestras fuerzas''.

Al relacionar Gertz Manero las medida adoptadas en los siete meses de su desempeño, no se mostró satisfecho ni triunfalista, a pesar de haber logrado éxitos en algunos frentes de la batalla; los datos que anotó muestran tendencias menguantes en áreas que antes eran agresivamente crecientes: asaltos bancarios y en unidades de transporte, robos de automóviles y criminalidad en zonas riesgosas; también habló de la desconcentración de la vigilancia a través de las delegaciones, del acercamiento de policías y ciudadanos y del mejoramiento de los métodos de comunicación entre las partes integrantes del sistema. Sus juicios están muy lejos del exhibicionismo, y la prudencia que lo acompañó ante las críticas y agresiones de que fue objeto, confirma su honestidad como mexicano y funcionario; precisamente esta honestidad es la que temen los pícaros y criminales que vinculan el poder con la delincuencia. Recuérdese bien: el verdadero combate contra el crimen es en el fondo un combate de la honestidad contra la corrupción.