Insistamos: es necesario más discusión sobre lo eléctrico. Podemos lograr que la transformación de nuestra industria eléctrica resulte ser un proceso virtuoso, impulsado plenamente por la nación en un sentido progresista, en la dirección de nuestras aspiraciones de cambio. Vivimos momentos tensos, en lo eléctrico amenazados por un intenso y pragmático cabildeo oficialista. Funcionarios, senadores y diputados del partido oficial buscan la oportunidad para imponer al país, al albazo, una reforma que no ha mostrado su pertinencia. Lo peor es que el gobierno tampoco ha mostrado la per- tinencia de sus propuestas de transformación y modernización en diversos ámbitos de nuestra vida actual: El asunto es delicado y complejo; se torna grave por el autoritarismo con que se impulsa el proyecto gubernamental, que nos hiere. Con un albazo eléctrico se fractura aún más a la nación; la transformación no puede resultar de la imposición de ánimos com-pulsivos que conducen acuerdos o negociaciones vergonzantes, que permitan lograr los votos necesarios para el cambio de la Constitución. Es legítimo buscar la mayoría; más cuando se funda en una discusión abierta que tiene sus tiempos y formas necesarias. No ha sido así en este caso. No lo fue en el caso de la UNAM. Ahí están los resultados.
En todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, personal y colectiva; privada y pública; individual y social; vivimos una difícil y compleja transición. Si bien es cierto que en todos ellos hay aspectos, procesos, conductas y normas que ya no nos satisfacen, no menos cierto es que las alternativas y sus defensores también resultan poco satisfactorios. Unas y otros. No es sencillo diseñar y proponer alternativas. Menos aún lograr que rearticulen y reagrupen al país, en lugar de disgregarlo, desarticularlo, destrozarlo y conducirlo a la desesperanza. La forma de reorganizar la industria eléctrica que propone hoy el gobierno ųmás allá de algunos aspectos que merecen ser reflexionados a fondoų, nos disgrega, nos desarticula, como nos disgregaron y nos desarticularon los rescates bancario y carretero, la aprobación del Reglamento de Cuotas en la UNAM y, en general, la modernización impulsada por el gobierno.
La modernización y sus consecuencias sociales, por un lado, y las respuestas de la sociedad ante ello por el otro, plantean problemas muy complejos. Pero a pesar de enormes dificultades, dudas e incertidumbres sobre el futuro, la sociedad civil avanza y madura sus opciones. Lucha y se moviliza por la instauración de una vida económica, social y política más satisfactoria y democrática. El inminente resquebrajamiento de un sistema político con crecientes problemas para articular una autoritaria institución presidencial, un partido oficial sin vida democrática interna y una estructura sindical corporativa decadente, obliga a profundizar los esfuerzos y los ánimos por recrear y rehacer nuestra nueva realidad.
Dice Braudel que una economía nacional es un espacio político transformado por el Estado en un espacio económico coherente y unificado, en el que todas las actividades pueden conducirse conjuntamente en un solo sentido y en una misma dirección, justamente para responder a las necesidades y requerimientos de la vida material, y a las aspiraciones de sus miembros. Esto exige restructuraciones agrícolas, políticas, financieras, industriales, legales, normativas, e incluso axiológicas, sin romper con lo más preciado de la historia, de la tradición, en el caso de México, nuestra solidaridad, nuestro ánimo de justicia, nuestra aspiración libertaria. Los cambios deben unificarnos. En el caso de la iniciativa de cambio en la industria eléctrica, no se han identificado ni el sentido ni la dirección de lo que tiene que hacerse, no sólo para que la industria eléctrica se restructure, sino para que lo haga en el sentido que aceptamos y anhelamos los mexicanos.
El compulsivo cabildeo mercantil en busca de votos podría llevar a que el gobierno lograra la aprobación de la iniciativa (antier logró lo del IPAB), incluso junto con otros asuntos de delicadeza extrema en los que no ha logrado los más mínimos consensos. Sería una infamia. Si eso, aparentemente, pudiera llevarnos al esquema más eficiente del mundo para generar, transformar, distribuir y comercializar electricidad, colaboraría a confirmar la idea de que no hemos sido capaces de lograr la construcción de un Estado que nos ayude a restablecer la coherencia y la unificación para orientar nuestras actividades, nuestros ánimos y nuestras esperanzas en un solo sentido y en una sola dirección. Sería un terrible fracaso, cuyos mayores ųincluso únicosų responsables serían, justamente, los que promovieran y, en todo caso, realizaran el albazo.