n Mosaico de contrastes, el primero de mayo en el Centro Histórico


El sindicalismo real habló ante un balcón vacío

Hermann Bellinghausen n Un mosaico de contrastes. "Los sindicatos reales", como los saludó uno de lo animadores del acto en el Zócalo, ocuparon ayer las calles del primer cuadro para una marcha de protesta. Con la participación significativa del movimiento estudiantil en huelga y una delegación del EZLN, y el ingrediente fuerte del Sindicato Mexicano de Electricistas en resistencia contra la privatización de la industria eléctrica, el proletariado que queda conmemoró el Día del Trabajo.

Otro animador del desfile, con llana elocuencia, ilustraba la orfandad del viejo movimiento obrero: "Hemos decidido organizarnos en la UNT y la FSEBS porque la CTM resultaba poco razonable para nosotros".

Los electricistas, más combativos, llegaron a la plaza gritando: "Se ve, se nota, en el SME no hay derrota".

Otro orador precisaba: "Los que hoy marchamos aquí somos organizaciones diversas, pero no enemigas". Rosendo Flores, líder del SME, saludó a los estudiantes: "La juventud mexicana no sólo aprende. Hoy nos enseña lo que es la solidaridad con el pueblo".

Y un "duro, duro, duro" de los trabajadores enlazó los dos movimientos más candentes de resistencia a la privatización de los recursos y los derechos del pueblo. A la vez, agitaban una grandísima manta donde se leía: "Es hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción, a la impunidad". Firmado, Luis Donaldo Colosio.

O sea, hubo de todo. Entre lo que nace y lo que se despide, sonando los tambores que, como decía Rafael Galván en tiempos de otras luchas, tocan antes del alba.

Celebración con otro rostro

En medio de las discrepancias y la diversidad atomizada, el movimiento obrero mexicano sigue en marcha. La claudicación definitiva del Congreso del Trabajo y la CTM posfidelistas para representar, controlar y usufructuar los sindicatos, sumada al incesante crecimiento de las organizaciones populares, transformaron durante el zedillismo el rostro del primero de mayo, que ya el salinismo había dejado tumefacto a fuerza de golpes y burlas.

Otra fecha del calendario cívico que el poder no ha querido ni sabido sostener. Se acabaron las grandes procesiones de trabajadores a los pies del Presidente, que congregaban hasta 2 millones de obreros compactos y corporativos.

Ahora el balcón del Palacio Nacional está vacío. Las fachadas del Zócalo, otrora engalanadas con las mantas de agradecimiento más grandes que se hayan visto, aparecen desnudas. Ni un trapito cuelga del Monte de Piedad, de los hoteles, ni de las oficinas del gobierno capitalino.

Hubo un siglo en que cientos de metros de manta saludaban a Miguel Alemán (padre), como el "primer obrero de la nación". Pero estamos ya en otro tiempo; el gobierno y las oficinas de Leonardo Rodríguez Alcaine apenas consiguen montar chirles y vergonzantes actos mañaneros, rapidito, antes de que llegue la chusma.

Por años, un apartheid callejero producía una o varias marchas independientes, que raramente llegaban al Zócalo, y en las que pocas veces los granaderos y golpeadores entregaban un saldo blanco.

Hoy esas marchas independientes son una y la única, casi de milagro. Como ríos distintos y reticentes, las distintas vertientes del proletariado existente confluyen en la Plaza de la Constitución.

El sindicalismo que dejó huérfano la retirada del corporativismo, y además quedó en la disidencia, comparte la plaza y el foro con los estudiantes universitarios en huelga, y marcha a la vez que la Intersindical Primero de Mayo, las organizaciones populares urbanas y una delegación de 43 zapatistas chiapanecos.

Lo que va quedando de los grandes sindicatos nacionales (electricistas, telefonistas, del Seguro Social) sigue aquí a la defensa de la soberanía nacional y de los mermados salarios. De todos los ríos del turbulento remolino que se formó esta mañana, y hasta las 14 horas, en el Zócalo, sin duda el más imperioso y potente fue el SME.

Ellos traen la bandera más elocuente, y por ende su entrada es por la calle de Madero, para irse a plantar a la plancha del Zócalo. El no a la privatización eléctrica engloba hoy los otros no aquí presentes: el rechazo a las cuotas en la UNAM, el fin de la guerra de exterminio, el repudio a la política económica del régimen.

Los grandes desgajamientos del antiguo oficialismo inundan 5 de Mayo. La Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (FSEBS), y la Unión Nacional de Trabajadores marchan sin detenerse, dan la vuelta frente al Palacio Nacional y siguen de largo.

ƑCuántas veces estos trabajadores saludaron agradecidos al ocupante del balcón presidencial, al gabinete, los jerarcas obreros anchos como pavos y el mismísimo cuerpo diplomático?

"Zedillo: seremos ignorantes pero no vendepatrias" dicen las camisetas que uniforman a los electricistas.

Mantas desplegadas

Por Paseo de la Reforma, los alrededores del Monumento a la Revolución y la Alameda Central la profusión de siglas no sigue un orden lógico. Héctor de la Cueva, profundo conocedor del movimiento obrero, señala la esquizofrenia de esta reunión obrera y popular. Juntos, casi revueltos, van FAT, SNTSS, SUTERM, Dina, MULP, EZLN, UPREZ, SNTE, Bayer, FTLS, FCE, FOSM, Cemento Moctezuma, Pascual, STUNAM, Elevadores Otis, STIMACS, ASSA, Técnicos y Manuales, Ferrocarrileros, CUT, CCH, FPFV, Sutcolmex, Sindicato Nacional de Policías (el cual marcha a pesar de que sus agremiados hoy están acuartelados), Bachilleres, Radio Educación, INAH, MPR, SNTT, Anarquistas Punk, CNI, Conafe, FZLN, despedidos de General Motors, Anside, Sindicato Independiente (de aerotransportistas), SUTIN, y un desordenado etcétera.

Pero las reticencias y las diferencias, que al menos permitieron una marcha convergente y bulliciosa, hacen que haya Zócalo para todos pero divididamente. El templete central, frente a la Catedral Metropolitana, es un curioso híbrido de los viejos sindicalismos oficial e independiente, una mezcla de animadores, oradores y estilos que no obstante rinde un caluroso saludo a los indígenas del EZLN y a los estudiantes universitarios.

FSEBS y UNT, que aportaron cerca de la mitad de los manifestantes, no se detienen para el mitin, sino que siguen marchando la salida tradicional del desfile, y a partir de la Suprema Corte de Justicia se dispersan.

El acto central congrega en la tribuna a los secretarios generales y en la plancha a los electricistas, los universitarios, y algunos independientes.

Sectarismos diversos impidieron que los zapatistas ocuparan la tribuna. Dicen que a Francisco Hernández Juárez, líder telefonista, se le pusieron los pelos de punta nada más de pensarlo. No obstante, fueron invitados al acto central.

El recuerdo de Acteal

Los zapatistas recalaron en otra parte del Zócalo, frente al Palacio Nacional, al pie de un camioncito y rodeados por la batucada de CLETA y un grupo importante de la Intersindical Primero de Mayo. Junto al Llanero Solitito, los zapatistas de pasamontañas bajo el sol de mayo entonaron el Himno Zapatista. Asimismo, atestiguaron la instalación pasajera de la Columna de la Infamia, aterrador cuerpo escultórico obra de Jens Galshiot, danés, en recuerdo a los muertos de Acteal, Mientras una grúa enderezaba la columna de cuerpos dolientes de bronce, a pocos metros, los empleados del gobierno se apresuraban a desmontar las pesadas gradas de hierro que se habían utilizado, por la mañana, para el acto bonsai del oficialismo.

En tanto, un nutrido y rugiente Sindicato Mexicano de Electricistas escuchaba a su secretario general, a una estudiante de odontología de la UNAM y a los voceros de las decenas de sindicatos que iban desfilando. Atrás, los contingentes de la UNAM y el IPN también atendían. Todos, con sus mantas desplegadas.


n La ''indisoluble e histórica alianza Estado-obreros'', desmejorada


Las ''gracias'' y la ''V'', elementos de una obra en dos actos

Arturo Cano n Esta ''V'' no se ve. Alzan los brazos miles de trabajadores y estudiantes al grito de ''šZedillo, entiende, la patria no se vende!'', en el mismo sitio donde, horas antes, el Presidente ha dado por hecho que ''la alianza firme, indisoluble, histórica, entre el Estado y los trabajadores mexicanos'' existe, y que sólo la debemos ''seguir fortaleciendo''.

Las manos en ''V'' llenan buena parte del Zócalo. La iniciativa de privatización eléctrica -no el llamado presidencial a la unidad obrera- hizo posible la confluencia. Pero del lado del Palacio Nacional no se ve.

La indisoluble alianza Estado-trabajadores, además, se mira desmejorada este primero de mayo: ''Es la primera vez que la manifestación independiente es más numerosa que la oficial'', dice un historiador sindical que ha seguido marchas, plantones y huelgas desde los setenta.

La entrada de las marchas demora cinco horas, suficientes para que los veteranos sindicalistas de la izquierda, los ultras de todos los sindicatos, los militantes del PRI que dirigen -por ejemplo- los sindicatos de Telefonistas y del Seguro Social, se pregunten frente a la exitosa protesta: Ƒqué falta?, Ƒcuánto falta para el fin de los dinosaurios del movimiento obrero?

La respuesta se apunta en el discurso que Alejandra Barrales lee a nombre de todas las organizaciones: se requiere erradicar las prácticas autoritarias, corruptas y excluyentes del sindicalismo corporativo. En esa ruta va el pacto de unidad que se firmará el lunes.

ƑSerá suficiente el empuje de esta manifestación más numerosa que la oficial? ƑPor qué la inmensa mayoría de los sindicatos siguen en manos de los aquí llamados corporativos? No hay para cuándo pese a que, por la mañana, el secretario del Trabajo, Mariano Palacios, haya dicho que el análisis para reformar la Ley Federal del Trabajo ''se mantiene en activo''. Lo mismo informaban al menos cinco o seis de sus antecesores.

Mientras no haya reforma, y quizá aunque la hubiera, la clave de la fortaleza de los sindicatos oficiales seguirá siendo la discrecionalidad de las autoridades para otorgar registros sindicales, los contratos de protección, la cláusula de exclusión. En el Distrito Federal, por ejemplo, de los 70 mil contratos colectivos de trabajo, 65 mil son de protección, es decir, sólo los patrones y los supuestos líderes los conocen y manejan a su antojo, con la bendición de la autoridad laboral.

Un poco más temprano, cifras del control aparte, los trabajadores del acto oficial decidieron no maltratar a Leonardo Rodríguez Alcaine, en funciones de presidente del CT. En 1997 lo abuchearon en el Auditorio Nacional. ''šQuiere su cocol!'', le gritó esta vez un trabajador, pese a que el acto congregó a las -se suponía- más disciplinadas bases.

Quizá para evitarse corajes en su octagésimo cumpleaños, Rodríguez Alcaine convocó ahora un contingente pequeño de su sindicato; las porras fueron de los tradicionalmente dueños de la matraca: ferrocarrileros y petroleros. En todo en caso, qué importa el cocol mientras se tengan los contratos.

Las gorras son nuevas (''Petroleros con Zedillo''). Los conjuntos de vestir deportivos también. Los trabajadores pueden no estrenar líderes hace décadas, pero qué tal uniformes cada primero de mayo.

Estos chambeadores de Pemex se sientan tranquilamente frente a Bellas Artes a comer sus emparedados y tomar sus cocas, en el lugar donde todavía en el arranque de esta década eran de cajón los golpes de granaderos contra manifestantes deseosos de incorporarse al desfile oficial. Hoy todo es calma. Entre mordida y mordida, los petroleros ven pasar a la vanguardia del contingente de la UNT: al frente, una manta llena de siglas (todas las organizaciones que andan con nuevos afanes de unidad).

Mientras avanzan las marchas no oficiales, los trabajadores que asistieron al acto con el presidente Zedillo comienzan a subir a camiones y microbuses. Unos textileros trepan a un micro con el radio a todo volumen. Llevan, como todos los que abandonan el acto oficial, rostros aburridos. Quizá porque esta vez no hubo mantas gigantescas colgadas de los edificios, ni bandas de guerra a granel, ni los tres ríos humanos bajo el balcón presidencial. En la radio del microbús la música da paso a un anuncio en el cual el gobierno federal informa que nuestras exportaciones son el triple de las argentinas y el doble de las brasileñas. Los textileros acaban de escuchar al presidente Zedillo decir: ''Paso a paso, con firmeza, estamos derrotando al desempleo''.

Minutos antes, su secretario del Trabajo alimentaba el optimismo nacional con la cifra de 158 mil empleos creados en lo que va del año. Los niveles de desempleo, añadía, son bajos, aunque admitía un incremento del subempleo. Una cifra que no presumió fue la de los 303 mil 504 empleos creados el año pasado. Quizá porque el matiz es importante: la demanda es de un millón de puestos al año. Los líderes oficiales acompañan el tradicional ''Gracias, señor Presidente", con demandas generales y promesas de modernización sindical. Pero no se olvidan de la política: ''Reivindicamos el derecho de los trabajadores y sus organizaciones a participar activamente en el ámbito de las decisiones políticas...''.

El primero en ser consecuente con este pronunciamiento es el ''aprendiz de brujo'' -según Rodríguez Alcaine- Alberto Juárez Blancas, líder de la CROC, quien aprovecha la conmemoración oficial para reafirmar que Manuel Bartlett no tiene gallo que le gane la candidatura presidencial del PRI. El empeño de los líderes en seguir en la política no ha impedido que 34 por ciento de los asalariados perciban sólo un salario mínimo, ni que esa percepción haya caído, de 1994 a la fecha, en 40 por ciento (La Jornada, 30 de abril). ƑLo impedirán nuevos liderazgos?

Lo más visible hoy en la UNT o el frente alentado por el SME -que hoy lleva el papel estelar de la movilización- es que se trata de polos de atracción potencial, más que de realidades de una nueva geografía sindical. El sindicalismo oficial no se ha desgranado con rapidez como algunos esperaban, gracias al cemento de la mano del gobierno. Los ladrillos cetemistas y croquistas podrían mantenerse bien pegados todavía por mucho tiempo.

El próximo primero de mayo sucederá en plenas campañas electorales. ƑCuántos esfuerzos unitarios sobrevivirán al calor del 2000? ƑCuántos votos habrá ofrecido la CTM al PRI? A buena parte de los sindicalistas que llenan el Zócalo ya no les quedan dudas, como reza un cartel del SME: ''Gobierno, nos vemos en las próximas elecciones''. ƑSerán las urnas la ''V'' que sí se ve?