Río de Janeiro. Un escándalo financiero es la noticia principal en este país que pasa por los efectos de la reciente devaluación de su moneda, el real. Durante las pasadas dos semanas la prensa brasileña ha concentrado su atención en un caso de presunta corrupción en el que está involucrado Francisco (Chico) Lopes, el que fuera primero alto funcionario y después efímero presidente del Banco Central. El asunto tiene que ver con el tráfico de información privilegiada desde el instituto central hacia los bancos comerciales, y se relaciona con las variaciones del tipo de cambio y con los movimientos de las tasas de interés.
El Plan Real que fue aplicado como una medida de estabilización económica durante el gobierno del presidente Itamar Franco fue, también, un instrumento que fortaleció la posición política del entonces ministro de Finanzas, Fernando Henrique Cardoso. Fue tal la fuerza adquirida por Cardoso que ganó la presidencia para suceder a Franco en 1995 y logró, después, cambiar la Constitución y reelegirse para un segundo periodo. La reelección se dio en un momento en que el Plan mostraba ya signos de agotamiento, la nueva moneda, el real, tenía cada vez más presiones, y era evidente que se venía un ajuste fiscal que, se creía, sería suficiente para evitar la devaluación. Pero en enero de este año, la moneda se devaluó y puso en entredicho el proceso de estabilización.
Es en este marco en el que se ha destapado el asunto del posible esquema de corrupción en el Banco Central. La devaluación provocó la renuncia del entonces presidente Gustavo Franco, lo sucedió Lopes, que antes había sido director de política monetaria, y después de sólo unos cuantos días fue reemplazado por Armínio Fraga, que venía de la empresa de inversiones de George Soros.
El esquema de la venta de información privilegiada salió a la luz después que un banco de tamaño mediano, Marka, entró en quiebra. Las sospechas surgieron cuando se descubrió que el dueño del banco Salvatore Cacciola había depositado en el exterior 13 millones de dólares el mismo día de la quiebra. Las investigaciones llevaron a descubrir una operación en la que el banco central había vendido a Marka dólares a un tipo de cambio por debajo de la cotización vigente y que, según la interpretación oficial, debería haber servido para que cubriera sus deudas y se evitara la quiebra. El caso es que el monto de la operación superaba las necesidades del banco y sirvió para que Cacciola se embolsara una buena ganancia. La cloaca estaba abierta.
A partir de ahí se involucró a Lopes en lo que se está convirtiendo en una enredada trama de tráfico de influencias en un negocio millonario. La información adelantada sobre los movimientos de las variables financieras se supone que provenía del Consejo de Política Monetaria y era especialmente rentable en el mercado de futuros de tasas de interés e, igualmente, en el mercado cambiario y, según las revelaciones de varios bancos que participaban en el esquema, éste se inició desde 1996. Se ha descubierto, también, que un socio de Lopes estaría involucrado a través de la empresa de consultoría Macrométrica de la que éste era dueño antes de ir al banco central. Ahora se cree que nunca se desligó de esa empresa y que ése era uno de los vehículos para las filtraciones de información. La policía requisó una carta de aquel socio en la que hacía constar que Lopes tenía depositado con él desde hace un par de años y en una cuenta en el exterior la cantidad de 1.6 millones de dólares. Con eso se echó más leña en la hoguera.
El asunto de la corrupción en las altas esferas de las finanzas es un caso policiaco digno de las mejores páginas de Pepe Carvalho, las que harían una entretenida lectura de un fin de semana largo. Pero también ponen en evidencia los estragos que puede provocar la gestión financiera en países con inestabilidad monetaria y cambiaria que se combinan con una deficiente regulación y supervisión bancaria y, en general, con una débil institucionalización del funcionamiento de los mercados y de los agentes económicos, empezando por los funcionarios públicos.
Algunos dicen, tal vez con mucha razón, que parte del problema es la excesiva independencia del banco central, es decir, la ausencia de mecanismos efectivos de rendición de cuentas al Congreso por parte de los que manejan la política monetaria. En muchos casos esa independencia se ha llevado más allá de cualquier compromiso y exigencia democráticos básicos de las instituciones del Estado. Ante esto el presidente Cardoso se ha esforzado por desligarse completamente del escándolo del banco central y ha dicho que la República está firme. Las piezas del rompecabezas no se ensamblan, y mientras logren mantenerse aislados los diversos hechos sociales las cosas marcharán como de costumbre.