n Ata tradición y contemporaneidad, música y poesía


El disco de Eugenia León criba

en los tesoros de la lírica nacional

n Será comentado en el Museo de la Ciudad de México

Pablo Espinosa n La aparición del nuevo disco de Eugenia León es un acontecimiento trascendental para la música mexicana. Ata tradición y contemporaneidad, música y poesía, reflejos interiores con un territorio propio, nuestro. La calidad artística en esta grabación es apabullante.

La suave patria (Opción Sónica) criba en los tesoros de la lírica nacional. Ejemplifica, con una docena de canciones-joya, un repertorio inagotable en significados, profundidad, efectos anímicos y esa suma de referentes culturales de la que dota el patrimonio poético-sonoro mexicano.

El poema de Ramón López Velarde vertebra, de manera implícita, el itinerario de estos 47 minutos de magia, como los describe la propia Eugenia en entrevista (La Jornada, 2 de mayo). Los arreglos realizados por Javier Montiel, Arturo Márquez y Horacio Uribe ubican las canciones elegidas como piezas en cinco particellas: cuatro instrumentos de cuerda y las cuerdas vocales de León. Cinco instrumentos.

Inicia el disco con los versos de Ernesto Cortázar a los que puso música Manuel Esperón: Traigo un amor. Desde el primer momento, el tono general del álbum queda determinado en su elegante precisión: un fraseo fluido que atiende las variantes rítmicas, los cambios en el uso de los tempi, siempre enarbolando una fórmula prosódica que nunca acusa las costuras. Flota.

Casita blanca, una de las obras menos difundidas del Flaco de Oro, tiene a su vez vida de murmullo inspiradísimo. La ruta límpida, la vocación de recia itinerancia de este disco está ahora, en este que es el segundo track, en Veracruz.

De un reciente fallecido, Gabriel Ruiz, La suave patria nos obsequia la clásica de clásicas, Usted, con respiración pausada, aposentada justo en los lóbulos, anidado el aroma en ''el grito que llevo aquí en el alma/ aquí en mi corazón... Y hasta la vida diera/ por vencer el miedo/ de besarla a usted".

 

Cantar a la belleza

 

La calidad del Cuarteto Latinoamericano ųcuatro de los cinco instrumentos musicales del discoų esplende en su empatía con la voz con quien dialoga. Caminito de la sierra, del susanito entrañable Joaquín Pardavé, se encadena hacia una ribera metafísica A la orilla de un palmar, palmarés histórico que traza nueva ruta en este jardín de los senderos que se bifurcan: Tierra de mis amores, canción de gran belleza (Belleza sería un título sinónimo del disco) escrita por Jesús Elizarrarás, canción-himno de Guanajuato y por extensión de los territorios interiores que conservamos como propios donde quiera que estemos.

Esas tres canciones-tránsito conducen, en la continuidad de La suave patria, hacia una estación sedente, una de las obras maestras de María Grever: Alma mía, el momento más intensamente bello, romántico, de piel chinita de este hermoso disco.

''Alma mía, sola, siempre sola", canta Eugenia y el alma del escucha flota, flota, acariciada por un soplo de divinidad, un dardo envenenado por la dicha que se clava justo en el centro del corazón, atravesando ųvaya usted a saber por qué razón, si es que la hay, o necesitase haberlaų las entrañas todas, todos y cada uno de los poros por los que respira nuestra piel, y el músculo del alma que queda presa de un encantamiento tan inenarrable como una lágrima flotando encima del fraseo, fascinante, irresistible, de Eugenia León mientras el violonchelo, la viola, los dos violines, también cantan. Ejecución impecablemente bella, apabullante, perfecta hasta las lágrimas.

Las olas no es aquí un título virginiawoolfiano, sino la siguiente estación de La suave patria, la más vernácula. A-ya-yá-yayay, cómo-me- gustan-las-olas, así como no se arrepiente El preso número nueve, canción que se encadena con más versos: ''yo andaba buscando la muerte/ cuando me encontré contigo/ y allí tengo el corazón/ en dos mitades partido", que forman parte de La Ixhuateca, engarzada en juego de abalorios con Santiago, composición de Armando Chacha, preámbulo estupendo para el gran final: Espejito, otros versos de Ernesto Cortázar, pero esta vez con música de un Jefe: Lorenzo Barcelata.

La suave patria es un poema esencial de la cultura mexicana. Desde ahora es también un disco capital, un bien patrimonial, un canto a la belleza que tenemos.

(La suave patria, disco de Eugenia León con el Cuarteto Latinoamericano, será presentado por sus intérpretes hoy, a las 19:30 horas, en el Museo de la Ciudad de México, Pino Suárez 30, esquina República del Salvador, Centro Histórico.)