n Celebración en Viena


Se cumplen 175 años del estreno de la Novena

sinfonía de Beethoven

Pablo Espinosa y Dpa n Completamente sordo, el autor de la más célebre de las novenas sinfonías sólo vio los aplausos y los rostros exaltados del público que asistió al estreno de su sinfonía coral, el 7 de mayo de 1824.

Veía a los violinistas mover los brazos, a los alientistas soplar, afanarse en los timbales a los percusionistas, las bocas abiertas de los cuatro solistas, los labios de decenas de cantantes hechos vocales redondas, orificios por donde salían sonidos que -veía, pero no oía el autor- erizaban la piel, chirriaban de placer las epidermis.

Fue una apoteosis que el Sordo de Bonn nos legó para que se repitiera ante nuestros ojos, frente a nuestros oídos en cada ocasión en que sintiéramos la urgencia de sentirnos colosales pero diminutos.

Ciento setenta y cinco años más tarde, en Viena, se conmemora este aniversario con la interpretación de las nueve sinfonías del gran Güicho van.

Cuando presentó lo que fue su última sinfonía (la muerte le dio permiso, apenas, para esbozar una Décima), don Luisito van tenía apenas 53 años, había transcurrido ya una década desde el estreno de su Octava, y sólo podía comunicarse mediante ''cuadernillos de conversación", en los que su interlocutor tenía que escribir su parte del diálogo.

 

Todo un Cronopio

 

Habían pasado, también, diez años desde que no se presentaba en público como pianista. Su sordera, sus problemas económicos y la preocupación por su sobrino Karl, de quien era tutor, lo habían confinado cada vez más como un solitario malhumorado (apariencia que tienen los tímidos y por tanto reciben el sobrenombre apócrifo de ''cilántropos", es decir, de falsa oposición a la filantropía, falsa porque la timidez no es como la pintan. En realidad lo comprueba la obra que legó, además que Cortázar estaba de acuerdo, don Güicho van era todo un Cronopio).

Como lo único que queda de los mortales es su obra, hoy el mundo celebra el alma de Beethoven, anidada en la partitura que es hoy más que efemérides: el 175 aniversario de la Novena sinfonía (hay otras grandiosas, como la de Mahler, la de Schubert, la de Bruckner, la de Shostakovich, pero la de Beethoven es la única que no necesita apellido: es la Novena).

El texto es en sí mismo un capítulo aparte: el hallazgo beethoveniano (juntar literatura y voz humana, en masa, con el género sinfonía, fue hazaña que intentó en vano superar Gustav Mahler con su Sinfonía resurrección). La traducción al inglés y de ahí a las otras lenguas: Ode to Joy ha movido tanta tinta como opacado el sentido de crítica social original -oda a la libertad, era la idea- hasta convertirse en logo de la reunificación -afán pecuniario y guerrero más que humanístico- de Europa. Aun así el sentido original permanece, intacto, en el poderío prosódico (unión cabal de texto y música) de don Güicho van en su Novena.

El ciclo conmemorativo, protagonizado por la ''Orquesta Revolucionaria y Romántica" con la batuta de sir John Eliot Gardiner, tendrá su punto máximo con la Novena. Los solistas: Luba Orgonasova, Bernarda Fink, Willam Kendal, Franz Hawlata y el Coro Monteverdi. El texto de Friedrich Schiller, la apoteosis de la música. Y la melena de Beethoven (así como hay la barba de Brahms, o la barbita de Satie, la panza de Schubert, la sonrisa de Mozart) como una metáfora sin tiempo.

Loor a don Güicho van.