Tango, otra fusión de música y cine del director español


Difícil, explicar con palabras el baile: Saura

Gabriel Lerman, especial para La Jornada, Miami n Aquel viejo dicho de "la tercera es la vencida" no funcionó para este veterano realizador del cine español que con Tango obtuvo su tercera nominación para el Oscar, aunque esta fue la primera vez que su candidatura vino por el lado de Argentina, país que produjo el filme. Sin embargo, no le vino nada mal la promoción, y la película protagonizada por Mia Maestro y Miguel Angel Solá se ha convertido en la más vista alrededor del mundo del prolífico director.

Hijo de un abogado y una pianista, Carlos Saura fue antes fotógrafo que cineasta, y a pesar de que sus primeras películas pasaron poco menos que inadvertidas, a partir de su tercer filme, La caza, de 1966, se colocó a la vanguardia de la resistencia cultural contra el régimen de Francisco Franco. Sin duda su mejor época, aquellos primeros años incluyeron los frutos de su trabajo con su mujer de entonces, Geraldine Chaplin, entonces también su actriz predilecta: Peppermint Frappé, El jardín de las delicias, Ana y los lobos y La prima Angélica fueron obras maestras de una época de represión y de censura. Con los años, Saura supo reinventarse en filmes musicales como Flamenco, Carmen, Sevillanas y El amor brujo y otros más convencionales como Ay, Carmela, El Dorado, Taxi y la venidera Goya.

--ƑCuánto hace que usted tiene este interés por la música del tango?

--Diría que de toda la vida, pero no quiero exagerar. Los primeros tangos los he escuchado cuando era un niño, durante la Guerra Civil. Nuestras relaciones con Argentina siempre han sido muy estrechas, Carlos Gardel estuvo en Europa y también en España. Mi padre cantaba continuamente tangos de Gardel. El recuerdo que tengo desde los 4 hasta los siete años, durante la guerra de España, unos recuerdos muy violentos y muy intensos, están ligados en gran medida a los tangos. Desde entonces hacia acá yo me he interesado muchísimo, no tanto en el tango, sino en la música argentina en general. Hace seis u ocho años hice una película en Argentina que se llamaba El sur, basada en un cuento de Borges, y una vez allí me dediqué a conseguir todos los discos que no tenía, no sólo de tango sino también de música folklórica.

--Usted ya ha incursionado por la fusión entre la música y el cine en otras oportunidades. ƑCómo compararía este tipo de cine con las películas puramente argumentales que usted ha hecho?

--Hay alguna diferencia, Ƒverdad? Para mí lo esencial es que en los musicales una parte importantísima del trabajo cae sobre los hombros de los coreógrafos y de los bailarines. Yo no soy un experto en flamenco ni en tango. Trato de hacer una aproximación a esos temas muy personal y trato de rodearme de los mejores colaboradores posibles. Evidentemente esa aproximación a mí me parece muy enriquecedora. Yo simplemente trato de ver cómo se producen esos fenómenos. Mi trabajo es más bien selectivo, es ver y seleccionar, lo cual supone un descanso para mí. Porque si yo describo un escenario y digo "aquí hay un baile", es muy difícil de explicar eso con palabras, a lo mejor se explica con tres líneas y luego resulta que puede durar cinco o seis minutos. Evidentemente, soy un buen espectador. Simplemente miro un espectáculo que se produce delante de mis ojos y lo comparto con el público.

--Me imagino que debe ser bastante más difícil para usted filmar ahora que hace 30 años, cuando usted era la figura más importante del cine español en la época de Franco...

--Ahora se hace cine de otra manera, parece todo más fácil, Ƒverdad? En esa época era muy difícil hacer cine, no había libertad para poderse expresar. Era muy difícil y la verdad es que a veces sufrimos mucho para poder hacer las cosas. Era un cine hecho con grandes dificultades. Había un contenido político, tampoco tan evidente, aunque sí estaba clara mi posición frente al sistema represivo de entonces. Los jóvenes tratábamos de alguna manera de unirnos para colaborar en el derrocamiento de ese sistema dictatorial.

--ƑLe costó a usted adaptarse a hacer cine de otra manera cuando terminó la dictadura y llegó la democracia a España?

--Al contrario. Para mí fue una especie de aire fresco, como de liberación. La primera película que hice después, Elisa, vida mía, porque Cría cuervos la hice en el preciso momento de la transición, fue un filme sin ninguna implicación política e inmediata. Yo me sentí muy libre y muy bien. El efecto de la libertad en España ha supuesto un cambio radical en todo, incluso en el cine. Aunque sí hubo un fenómeno muy curioso y es que gran parte de mis compañeros que estaban esperando que se muriera Franco y cambiara el sistema para hacer un cine diferente, jamás lo hicieron.

--ƑCuál diría que fue la película más difícil de realizar de todas las que usted ha hecho?

--En cuanto a dificultades físicas, El Dorado, porque la filmamos en Costa Rica, en la selva, con los bichos, con muchos problemas. Un poco más y repetimos la aventura de Lope de Aguirre nosotros mismos. Creo que esa es la película más dura que he hecho yo...

--ƑDe qué película está más orgulloso?

--De ninguna, porque no soy de esas personas que se recrean en su obra. Las películas se hacen en un momento de tu vida, y uno piensa enseguida en hacer otras cosas. No podría decir cuál es mi favorita, porque yo recuerdo más mis películas por razones sentimentales que por razones de otro tipo.

--No es de ponerse a ver sus viejas películas...

--Nunca jamás. Yo no solamente no las veo, sino que trato de olvidarlas...

--Yo soy uno de los tantos que crecieron mirando sus películas. ƑCómo le hace sentir eso?

--Yo no sé el orden en el cual se hacen las cosas. Yo creo que uno debe hacer primeramente eso que a uno le gusta, y tratar de hacerlo por todos los medios posibles. Cuando hago una película, trato de hacer algo que a mí me guste, y que me inquiete. Eso forma parte de mi personalidad, luchar para hacer y para conseguir las cosas que yo quiero. En ese sentido, hacer una película es un trabajo precioso y yo busco primero mi propia satisfacción. Luego es muy hermoso que eso que tú has hecho sea recibido por otras personas. Si de alguna manera lo que he hecho ha dejado alguna huella, es maravilloso. Yo me quedo muy sorprendido cuando voy a Tokio o a Nueva Delhi y la gente recuerda alguna película mía. Es algo que me causa una gran satisfacción. Siempre pienso que cuando me muera, al menos quedarán mis imágenes.

--ƑEso nunca le ha generado una responsabilidad extra, que la gente vaya al cine a ver una obra del maestro Carlos Saura?

--Primero, nunca me he sentido un maestro. Y luego eso no me ha preocupado nunca, la razón principal para hacer cine para mí es el desafío que supone el hacer una película, que es una aventura nueva, llena de dificultades, y que uno no sabe nunca dónde va a terminar. Nunca sabes si va a ser una aventura feliz o si va a ser una catástrofe, pero también tiene esa cosa hermosa del riesgo, de ver hasta dónde puedes llegar con tus conocimientos.

--ƑCuándo se dio cuenta que era el cine a lo que se quería dedicar?

--Antes de hacer cine era fotógrafo, desde muy joven. Primero amateur, luego profesional. A mí la fotografía y la imagen me han fascinado desde muy pequeñito. Sigo siendo todavía fotógrafo. Pero yo he cultivado la imagen desde muy pequeño como otros cultivan otras cosas. Para mí la imagen es esencial. A los 19 años me di cuenta de que necesitaba el movimiento, la música y los diálogos, e ingresé en la escuela de cine de esa época. Y la verdad es que mi vocación de cineasta ha sido progresiva y lenta, no ha sido tan rápida como se puede suponer. Yo he llegado al cine por la fotografía.

--ƑCuán importante fue que Geraldine Chaplin estuviera en todas sus películas en una época de su vida?

--Creo que mucho, porque era mi compañera y al mismo tiempo una mujer muy inteligente y mi actriz favorita. Yo escribía pensando en ella las historias. Yo soy un hombre muy influido por las mujeres, y he tratado de encontrar en ellas un poco esa sabiduría y el conocimiento más profundo de lo que es una mujer, que por lo menos para mí, y con mi educación, siempre es un misterio. En la educación mía española la mujer era como un ser diferente, al que había que adorar, y yo creo que Geraldine destruyó un poco esa imagen, porque ella venía de una educación anglosajona, mucho más práctica, mucho más inmediata, con un concepto de la libertad de la mujer muy diferente, y en ese sentido creo que me aportó muchas cosas.

--Se decía que sus películas de esa época tenían un doble mensaje. ƑSe encontró con que alguien viniera con una lectura que no tenía nada que ver con lo que usted había querido decir?

--Pero eso me pasa también ahora. Eso siempre pasa. Hay personas que ven cosas que no están, y a mí me parece bien. Yo soy de los que creen que las películas no deberían cerrarse en una sola visión. Se pueden ver de una sola manera, pero también depende de la capacidad de visión del espectador. Hay espectadores muy preparados y otros que no tienen ninguna formación. Cuando se habla de público nunca sabemos a cuál nos referimos. Si nos referimos a una totalidad hay que rebajar el umbral de lo que se puede contar, lo que me parece un poco absurdo desde un punto de vista dramático. Entonces yo nunca me he planteado ese problema, pero creo que varias de mis películas aceptan varias lecturas, pero porque están hechas para eso. Y a mí me parece muy bien, porque yo sigo trabajando en ese camino, porque yo creo que el cine no tiene por qué ser siempre elemental y contar una historia costumbrista, pero también pienso que se puede hacer un cine un poco más complejo.