Antonio Gershenson
El destino del dinero del petróleo

Hemos tenido en estos días varias declaraciones que apuntan a justificar la falta de medidas ante la evidencia de que la previsión oficial de precio promedio del petróleo crudo de exportación estuvo totalmente apartada de la realidad. Las declaraciones van en el sentido de que a lo mejor el petróleo vuelve a bajar de precio y de que las causas del alza son de corto plazo. Además, citan la reducción en el volumen de las exportaciones mexicanas. De alguna manera, se apoyan en opiniones de "analistas" que han mostrado que su óptica sí es sólo de corto plazo.

Por ejemplo, se han publicado opiniones que atribuyen el alza a los bombardeos en Yugoslavia. Como este país no produce petróleo sino que lo importa, y como con el bloqueo ya no lo va a poder importar con lo cual se reduce el consumo, la única posible causa de que los bombardeos hagan subir los precios del crudo es el consumo de combustible de los aviones que, efectivamente, no es poco.

Sin embargo, los precios petroleros empezaron a subir bastante antes del inicio de los bombardeos, y no paran. Además, hay un antecedente que permite evaluar hasta qué punto puede influir este elemento: la guerra del Pérsico. En esa ocasión el uso de aviones fue bastante mayor que ahora, porque además de los bombardeos se transportaba la comida para los soldados estadunidenses desde Estados Unidos y el agua para los mismos desde Francia, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, los precios del crudo bajaron. Ahora, lo más que se podría decir es que el consumo de los bombarderos se monta sobre las causas de fondo del alza y hace que ésta sea mayor.

Las causas reales y de mayor plazo y alcance son, por un lado, el hecho de que varios productores importantes como Estados Unidos y Noruega tuvieron una baja en su producción, especialmente a partir de septiembre de 1998. En el primer caso, hay una declinación sostenida y final, pero el ritmo de la baja se aceleró; en el caso de Noruega, no es una baja final, pero sí se produce en un contexto en el que la producción de ese país está llegando ya a sus límites.

La otra causa, que se apoya en la anterior, es el alcance y la solidez de los acuerdos de La Haya para reducir la producción de crudo. Con la incorporación de Noruega y Rusia (uno de los tres principales productores del mundo), los países que se sumaron al acuerdo representan más de las tres cuartas partes de las exportaciones mundiales de petróleo crudo. Este es el nivel que tenía la OPEP en 1980, antes del desplome de los precios mundiales de esta materia prima. Estos acuerdos, que obviamente deben ser cumplidos, lo están siendo en alto grado sobre la base de una realidad sustentada en los hechos que mencionamos en cuanto a pocas posibilidades de oferta de productores importantes, por un lado, y por otro el acuerdo es cada vez más amplio. Además, los gobiernos de estos países han constatado el beneficio neto del acuerdo. En el caso de México, por ejemplo, frente a una reducción en el volumen de las ventas de crudo al exterior del orden del 10 por ciento, los precios han aumentado más del 50 por ciento. Recibimos más divisas a cambio de entregar menos petróleo, recurso, no está de más recordarlo, que no es renovable.

La diferencia entre la celeridad con la que se recortaba el presupuesto en 1998 a cada indicio de baja en los precios petroleros, y la extremada calma para darse cuenta del aumento en 1999, pese a que ya lleva doce semanas, de las cuales once han sido de aumento sostenido, está en las prioridades. Está en la política económica. No se da prioridad a la actividad productiva que requiere inversión. No se da prioridad a la educación o a la salud. Se da prioridad al rescate de banqueros y de otros beneficiarios de privatizaciones fracasadas. De ahí que les resulte atractivo recortar el presupuesto y, en cambio, un trago amargo el tener que devolver algo de lo que, con el pretexto del petróleo barato, se despojó al país, a su economía, a sus ciudadanos y al propio Pemex.