El trabajo artístico de Los Tigres del Norte resulta sumamente valioso para los inmigrantes que radican en Estados Unidos, pues el grupo norteño se ha destacado por integrar de manera directa y consistente temas relativos al fenómeno de la inmigración.
Las canciones de mayor valor para nosotros son las grabadas durante la década de los ochenta, cuando el director artístico y principal compositor del conjunto era Enrique Franco, sinaloense -como Los Tigres- e igualmente radicado en San José, California. Durante esa etapa de su ya larga trayectoria profesional, Los Tigres grabaron sus canciones de mayor originalidad, las cuales opacaron fácilmente a otras agrupaciones musicales.
Hay por lo menos dos factores que ayudan a explicar las características de la producción artística de Los Tigres en los ochenta y principios de los noventa.
El primero es que en ese periodo se intensificó en Estados Unidos el debate nacional en torno a la inmigración, mismo que se recrudeció hasta generar el ambiente político que permitió aprobar una ley restriccionista (Immigration Reform and Control Act of 1986), la cual tenía como objetivo principal terminar con el problema de la inmigración, es decir, detener el flujo de indocumentados mexicanos. El debate y en particular los ataques antinmigrantes causaron temor entre la población mexicana radicada en Estados Unidos, los principales consumidores de la producción artística de Los Tigres.
El segundo factor es que había razones precisas para que el tema de la migración resultara fundamental para Los Tigres y Franco: todos eran inmigrantes mexicanos y Franco se encontraba en territorio estadunidense en calidad de indocumentado, pues había caducado su permiso de trabajo.
Entre las tantas grabaciones interesantes de la década, rescatamos tres: El otro México, Pueblo querido y Jaula de oro. Las tres hacen referencia a la relación de los inmigrantes con su país natal y nos presentan escenarios, situaciones, y planteamientos que coinciden con las vivencias y opiniones de muchos de ellos.
El otro México sirve al compositor y a los intérpretes como una réplica defensiva a los sectores de la sociedad mexicana que denigran y cuestionan a los inmigrantes por el sólo hecho de trasladarse a Estados Unidos. Se recurre a razones económicas para explicar el éxodo y se reafirma el sentido de identidad, la continuidad de tradiciones culturales y la voluntad y capacidad de sostener vínculos con la nación mexicana, a pesar de estar en el extranjero. Sin embargo, el significado de México es alterado y ampliado generosamente para incluir todo lo que los inmigrantes han logrado crear en sus comunidades establecidas en territorio estadunidense: el otro México es un logro de los inmigrantes y se interpreta como una forma de reconquistar el territorio perdido. Notablemente, la canción destaca el humilde origen de los inmigrantes y se insinúa que la mexicanidad de la población emigrante es más auténtica que en las clases más privilegiadas.
Pueblo querido, en tanto, presenta un ejemplo claro de la importancia de la identidad local en la cultura inmigrante. La patria, a pesar de sus ``casas de adobe y una que otra calleja empedrada'', tiene significados que no pueden ser sustituidos o superados por la posmodernidad estadunidense. La familia, las amistades, la forma de ser y otros elementos de la sociedad rural mexicana siguen vigentes aun después de cruzar el río Bravo, a tal grado que se apela al Creador para la reunión ``con los míos'' y descansar eternamente en el terruño.
Jaula de oro, a su vez, expresa sentimientos y situaciones autobiográficos. El compositor Enrique Franco ha expresado su deseo de retornar a México, al igual que el padre indocumentado de la canción, quien se enfrenta a un hijo sin deseo alguno de dejar Estados Unidos: I don't wanna go back to Mexico, no way, dad! Además del conflicto intergeneracional, la canción indica lo irrelevante de riqueza material de la sociedad estadunidense en un contexto de enajenación y marginación social, de persecución a indocumentados mexicanos y de infelicidad. En Jaula de oro, el american dream no existe. Estados Unidos representa una prisión y México el sitio donde los sueños de los inmigrantes se pueden volver realidad.
En los ochenta Los Tigres del Norte mejoraron su ya previa incursión en el cine, y se convirtieron en productores ejecutivos y actores estelares. Su primera gran producción, en 1987, fue precisamente una película basada en Jaula de oro, y la segunda en otra canción, Tres veces mojado, acerca de inmigrantes salvadoreños en California. A diferencia de la canción, la versión fílmica de Jaula de Oro termina con el retorno feliz del indocumentado a México. La última escena es de una garita fronteriza que señala el arribo a México, mientras en el fondo Los Tigres interpretan Qué bonita es mi tierra.
Más recientemente, Los Tigres han grabado El mojado acaudalado. El personaje de la nueva composición es todo lo contrario al padre derrotado de Jaula de oro, pero igualmente desea retornar a la madre tierra para gastar y disfrutar lo ganado en el norte.
Inmigrantes
al grito de guerra
¿Por qué desean retornar los inmigrantes a México? Para el personaje principal de la película Jaula de oro un factor decisivo es el sentirse acosado por las políticas migratorias. Esto ocurría a mediados de los ochenta, cuando fue debatida, aprobada e instrumentada IRCA.
En la actual década, el clima antinmigrante empeoró y aumentó considerablemente el temor -real e imaginado- entre la población inmigrante del arribo de una nueva era de discriminación intensa. Lo ocurrido en el Silicon Valley es revelador para entender cómo reacciona la población inmigrante y el significado que adquieren la identidad mexicana y otros elementos que los relacionan con México.
En octubre de 1994 arreciaban los ataques antinmigrantes en California. Las actividades giraban en torno a una iniciativa ciudadana, el Acta 187, diseñada para negar servicios públicos a la población indocumentada. Aún sin ser aprobada, la iniciativa lograba tanto la criminalización de la inmigración como la colaboración de distintas fuerzas conservadoras, como el gobernador Pete Wilson, el Partido Republicano, y organizaciones nativistas y xenófobas.
En el nuevo contexto político, incluso era permisible atacar a miembros de la comunidad mexicana, de manera individual o colectiva. El mismo gobernador, en su campaña de reelección, pagó innumerables transmisiones de un comercial televisivo en el que se presentaban escenas de la frontera: aparecían grupos de indocumentados que violaban la soberanía territorial estadunidense. Un narrador alertaba al ya de por sí excitado electorado californiano: They keep coming.
Para Wilson y demás fuerzas en favor de la 187, no existían más indocumentados que los mexicanos. Igualmente les parecía razonable considerar indocumentados a todos los mexicanos. Los inmigrantes del sur eran percibidos y tratados como una doble amenaza: eran causantes de la grave crisis presupuestaria estatal, y, al contribuir a una recomposición racial del estado, atentaban contra la versión moderna de lo que Richard Walker llamó el ideal de la república blanca.Con la utilización del lema ``salvemos nuestro estado'' (Save Our State), los californianos partidarios de la iniciativa se lanzaban contra de los mexicanos.
Ante este intimidatorio escenario, la población mexicana no se quedó de brazos cruzados. Desde octubre fue posible ver el inicio de uno de los periodos de mayor actividad política en la reciente historia de la inmigración mexicana. Actuaron grupos creados espontáneamente por nuevos inmigrantes, como la Unión Latinoamericana de Apoyo al Inmigrante, establecida en una tienda de abarrotes de Long Beach, donde vecinos que acudían a cambiar sus cheques de trabajo se inquietaron por la falta de respuesta de los ``autonombrados líderes''.
``En relación con los políticos, activistas y organizaciones que constantemente pregonan la defensa de los intereses de la comunidad latina, el espontáneo grupo de mexicanos se cuestionaba inútilmente: `¿Dónde están?, ¿qué más están esperando?, ¿cuándo van a intervenir?''', consignó un artículo del periódico hispano La Opinión.
El 22 de octubre, en San José, capital del mundialmente famoso Silicon Valley, unos mil 500 inmigrantes mexicanos se hacían las mismas preguntas. Habían acudido a la primera gran manifestación local en contra de la iniciativa. Al igual que en otras partes del estado, se sentían indefensos y sin la solidaridad esperada. Autoridades de la región parecían dejarlos en el olvido por el reprochable error de seguir siendo ciudadanos mexicanos, por no haberse naturalizado estadunidenses y, así, aportarles votos. Igual de lamentable resultaba la respuesta de organizaciones mexicoamericanas y defensoras de derechos inmigrantes, las cuales habían optado por trabajar casi exclusivamente con electores, excluyendo de manera automática al sector más desprotegido y agraviado por la campaña xenófoba: la población indocumentada. Hasta el cónsul mexicano, según uno de los oradores y organizadores del acto, había preferido ir a un torneo de futbol.
La marcha del 22 desencadenó una serie de manifestaciones masivas en norcalifornia.
Sólo dos días después la prensa local informó que varios miles de mexicanos habían tomado las calles en la cercana ciudad de Redwood City, lugar donde se encuentra una importante concentración de michoacanos provenientes del municipio de Aguililla. El 25, dirigentes inmigrantes, sindicatos con membresías predominantemente mexicanas, líderes de organizaciones de derechos de inmigrantes y la diócesis católica convocaron a otra manifestación en la plaza principal de San José.
El desenlace del acto del día 25 fue impresionante e inesperado. Algunas de las cinco mil personas acudieron armadas con carteles que exigían respeto a sus derechos. Muchos inmigrantes agitaban banderas tricolores con una leyenda azteca al centro. Los participantes llegaron al punto de reunión interpretando versiones en español e inglés de canciones popularizadas por los movimientos chicano y de derechos civiles. Repentinamente, algunas voces comenzaron a cantar un himno que empieza con la frase ``mexicanos al grito de guerra''. El número de voces que se unió al canto incrementó súbitamente, opacando otros cantos y dejando atónitos a quienes, por no ser mexicanos, no sabían la letra ni el significado de la composición. El fenómeno se repitió una y otra vez durante la noche, con la agitación apasionada de banderas. Al articular cada palabra del himno, los inmigrantes reclamaban como propios elementos de la historia mexicana, y construían en territorio extranjero una colectividad política basada en la identidad nacional, la identificación de intereses comunes, y la voluntad de participar en una lucha política en defensa de los inmigrantes.
Los logros de mayor importancia estaban por llegar. El 4 de noviembre, sólo cuatro días antes de la elección, las fuerzas locales en defensa de los inmigrantes reunieron cerca de 12 mil personas, la más grande concentración política en la historia de San José. Además de marchar y exhibir públicamente la magnitud del movimiento antidiscriminatorio, se establecieron alianzas con otras fuerzas liberales y moderadas. Los inmigrantes también se desplazaron por barrios minoritarios, a fin de convencer a los votantes para que acudieran a las urnas, desarrollaron campañas informativas para la población inmigrante y aportaron dinero para financiar los proyectos locales. El resultado en el Silicon Valley fue la derrota de la 187 por cuatro puntos porcentuales (52 contra 48%).
Sin derechos ni en su propia patria
El reconocimiento del derecho al voto de los inmigrantes mexicanos, consignado en las reformas electorales de 1996, es la decisión más importante que el gobierno mexicano jamás haya tomado en torno a la emigración de sus ciudadanos, pues finalmente se les reconoció como ciudadanos mexicanos.
Los acuerdos de 1996 eliminaron de la Constitución el requisito de residencia para poder votar, como anteriormente señalaba el artículo 36. También, como resultado de las reformas al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) de noviembre de 1996, le fue agregado un octavo artículo transitorio en el cual se discutía lo referente al voto de los ciudadanos en el extranjero. Ahí se condicionaba el voto extraterritorial al establecimiento del Registro Nacional de Ciudadanos y a la expedición de una nueva cédula de identidad ciudadana. Ambas tareas fueron asignadas a la Secretaría de Gobernación, la cual no cumplió con sus responsabilidades y en abril de 1998 anunció de manera formal que ninguna de las dos tareas estaría terminada antes del 2000.
Desde entonces, ni el Congreso de la Unión ni los partidos políticos han hecho del derecho al voto de los inmigrantes una prioridad. Por si fuera poco, voceros del Ejecutivo federal y del partido de Estado han desarrollado intensas y feroces campañas antivoto. Entre otras cosas, argumentan que el voto de los inmigrantes atenta contra la soberanía nacional, no es técnica y logísticamente viable, resulta excesivamente costoso, y no es aconsejable aprobarlo cuando hay otras necesidades más urgentes en una nación que enfrenta dificultades económicas.
Como resultado, todo parece indicar que no podrán ejercer su derecho al sufragio los 10 millones 787 mil mexicanos inmigrantes (15.38% del electorado), que el IFE calcula estarán ausentes del territorio mexicano durante la elección presidencial.
La realidad de la relación entre los inmigrantes y la nación mexicana contrasta dramáticamente con los discursos triunfalistas de nuestros gobernantes. Hay quienes opinan que la exclusión de casi 11 millones de electores no es inconsistente con la democracia.
Resulta mucho más incluyente y respetuoso el proyecto de nación que se ofrece en el discurso zapatista. Un excelente ejemplo es el llamado que el 17 de enero hizo a la población mexicana en el extranjero a participar en la consulta zapatista. Según el comunicado del subcomandante Marcos, los indígenas de Chiapas y los inmigrantes comparten la suerte de ser grupos sociales excluidos en el México contemporáneo. Desde la óptica del EZLN, los emigrados siguen siendo ciudadanos mexicanos y se requiere de su participación para crear un modelo de nación más justo e incluyente.
Los inmigrantes mexicanos tienen la capacidad para interpretar su realidad y hacer propuestas políticas. En la campaña por el derecho al voto han surgido muchos individuos y organizaciones que están redefiniendo el carácter de la relación entre el gobierno mexicano y los ciudadanos en el extranjero. La Coalición de Mexicanos en el Extranjero Nuestro Voto en el 2000 quizás ha tenido el mayor impacto, pues en un año y con escasos recursos ha organizado delegaciones de inmigrantes que se han reunido con legisladores, líderes partidistas, funcionarios electorales, gobernadores, representantes de organizaciones no gubernamentales y académicos.
En una carta al Congreso de la Unión, Sandra Sánchez, migrante jalisciense radicada en Iowa e integrante de la coalición, analiza el debate sobre el voto y expresa el significado que el sufragio tiene para ella y otros mexicanos al norte del río Bravo.
``La tristemente célebre frase `no somos de aquí ni de allá' ilustra nuestra realidad, y no porque no nos importe lo que sucede en México o porque hayamos decidido voluntariamente no tener patria, sino porque tanto el gobierno de nuestro país como el de los Estados Unidos han decidido no tomarnos en cuenta en el proceso de decisiones que afectan nuestro destino, ya como mexicanos o como inmigrantes. Les importamos en cuanto a los dólares que producimos aquí o que remitimos allá; somos conscientes de que para ambos gobiernos, representamos simples cifras y estadísticas sin rostro; ninguno acepta responsabilidad alguna por el respeto a nuestra integridad y dignidad humanas. Esto último lo ilustra el hecho de que el gobierno mexicano cierra los ojos cuando supuestos `oficiales' e incluso el ciudadano común -aun en territorio nacional- se regocijan en percibirnos como `jugosas' víctimas de sus fechorías. En otras palabras, sería más exacto decir que a los inmigrantes mexicanos `nos joden aquí y nos joden allá'''.
Es infame que cualquier gobierno castigue a quien se va en búsqueda del sustento para su familia y se convierte en emigrado antes que convertirse en miembro del crimen organizado o en parte de las estadísticas de los suicidas. Infame, también, es que a los dólares y a las empresas transnacionales -estas últimas sí, sin lealtad a nación o gobierno alguno- se les otorgue libre acceso a ambos lados de la frontera, bastándoles oprimir un botón de computadora para poder entrar o salir de cualquier país a placer.
Ante el probable rechazo al voto de los mexicanos inmigrantes en el 2000, lo más lógico es esperar el recrudecimiento del conflicto político en nuestro país. Las autoridades y fuerzas políticas que excluyen a la población migrante de los procesos electorales hacen lo mismo con otros sectores sociales.
Afortunadamente, habemos muchos excluidos que ya no estamos dispuestos a tolerarlo. Hoy, después de un siglo de migración masiva al norte, nos queda muy claro que un sistema político que excluye a los inmigrantes no puede ser considerado una democracia.
Intérpretes: Los Tigres del Norte
Fonovisa MPC-5043
No me critiquen
porque vivo al otro lado
no soy un
desarraigado
vine por necesidad
Ya muchos años
que me vine de mojado
mis costumbres
no han
cambiado
ni mi nacionalidad
Soy como tantos
otros muchos mexicanos
que la vida nos
ganamos
trabajando bajo el sol
Reconocidos
por buenos trabajadores
que hasta los mismos
patrones
nos hablan en español
Cuándo han sabido
que un doctor o un ingeniero
se han cruzado de
braceros
porque quieran progresar
O que un cacique
deje tierras y ganado
por cruzar el Río
Bravo
eso nunca lo verán
El otro México
que aquí hemos construido
en este suelo que ha
sido
territorio nacional
Es el esfuerzo
de todos nuestros hermanos
y
latinoamericanos
que han sabido progresar
Mientras los ricos
se van para el extranjero
para esconder el
dinero
y por Europa pasear
Los campesinos
que venimos de mojados
casi todo lo mandamos
a
los que quedan allá
Cuándo han sabido
que un doctor o un ingeniero
se han cruzado de
braceros
porque quieran progresar
O que un cacique
deje tierras y ganado
por cruzar el Río
Bravo
Eso nunca lo verán
Intérpretes: Los Tigres del Norte
Fonovisa MPC-5030
Hoy me encuentro
muy lejos, muy lejos
de la tierra
que me vio
nacer
De mis padres
y de mis hermanos
y del barrio
que me vio
crecer
La nostalgia
me destroza el alma
y quisiera
volverlos a
ver
El recuerdo
se me hace tristeza
La tristeza
me hace
llorar
y entre llanto
parece que miro
a mi pueblo
y a mi
dulce hogar
Y también
a mi madre querida
que sin duda
por mí ha de
rezar
Yo ansío
con todo mi ser
regresar
a mi pueblo querido
Y mi Dios
me lo ha de conceder
pa' morirme
allá con los
míos
(Hablado)
Es muy triste encontrarse ausente
de la tierra donde
uno ha nacido
y más triste si no están presentes
los amigos y
los seres queridos
el destino nos hizo dejarlos
mas el alma
jamás ha podido
yo he viajado por grandes ciudades
por sus
calles re'te bien alumbradas
Pero nunca he olvidado a mi
pueblo
y ni pienso olvidarlo por nada
aunque tenga sus casas de
adobe
y una que otra calleja empedrada
(Cantado)
Yo ansío
con todo mi ser
regresar
a mi pueblo
querido
Y mi Dios
me lo ha de conceder
pa' morirme
allá con los
míos
Intérpretes: Los Tigres del Norte
Emi POP-849
Aquí estoy establecido
en los Estados Unidos
diez años pasaron
ya
en que crucé de mojado
papeles no he arreglado
sigo siendo
un ilegal
Tengo mi esposa y mis hijos
que me los traje muy chicos
y se han
olvidado ya
de mi México querido
del que yo nunca me olvido
y
no puedo regresar
De qué me sirve el dinero
si estoy como prisionero
dentro de
esta gran nación
cuando me acuerdo hasta lloro
y aunque la jaula
sea de oro
no deja de ser prisión
(Diálogo entre padre e hijo)
Escúchame, hijo
¿te gustaría que regresáramos
a vivir a
México?
What'cha talking about, dad?
I don't wanna go back to
Mexico
no way, dad
(Cantado)
Mis hijos no hablan conmigo
otro idioma han
aprendido
y olvidado el español
piensan como
americanos
niegan que son mexicanos
aunque tengan mi color
De mi trabajo a mi casa
yo no sé lo que me pasa
que aunque soy
hombre de hogar
casi no salgo a la calle
pues tengo miedo que me
hallen
y me puedan deportar
De qué me sirve el dinero
si estoy como prisionero
dentro de
esta gran nación
cuando me acuerdo hasta lloro
y aunque la jaula
sea de oro
no deja de ser prisión.