La Jornada Semanal, 9 de mayo de 1999
Fernando Vallejo,
La virgen de los
Sicarios,
Alfaguara,
México, 1999.
Fernando Vallejo es un poeta de agua y tierra: sus personajes viven a la deriva, arrastrados por la corriente turbulenta de la temporalidad; ya el título Rió del tiempo -que engloba seis volúmenes: Los días azules, El fuego secreto, Los caminos a Roma, Años de indulgencia, El mensajero y Entre fantasmas- anuncia la imagen milenaria de Heráclito. La realidad que relata es dura y tenebrosa, habitada por hombres que se convierten en seres de ultratumba, en muertos vivientes y en fantasmas. El río se hace sólido, recordar el pasado puede ser como chocar con un muro de cemento, porque no es el tiempo perezoso de la pasta, colchón del tedio: es un tiempo concreto que es todos los tiempos, como lo anuncia Vallejo: ``Qué más da, todo está en todo. Y en cada instante los demás. Dado lo cual, de la cajita del pasado saco el presente, y del presente el futuro, como desenrollando un cordel.''
Fernando Vallejo nace en 1942 en la ciudad de Medellín, es considerado uno de los escritores colombianos más sobresalientes y controversiales. En Le Figaro, Claude Michel Cluny, destacado escritor francés, expresó sobre la última novela de Vallejo: ``La Virgen de los Sicarios es el más bello, el más delirante canto de amor y de condenación arrancado a la literatura en mucho tiempo.'' Su obra es caricatural y dantesca como los Sueños de Quevedo. El infierno, según el dogma, es un lugar de castigo eterno ubicado en distinto lugar al de los elegidos, y ese lugar, en la obra de Vallejo, es Nueva York, la Ciudad de México, Bogotá, Medellín, París y, en general, el mundo de los vivos. El averno cambia sus connotaciones tradicionales. Dios es ``el gran criminal'' que crea, como Frankenstein, criaturas que no puede controlar. Satanás se presenta entonces como el redentor, él viene a poner orden al caos generado por su oponente: ``¿Es el infierno? Ni más ni menos, padre Venegas, usted lo ha dicho; infernus est. Y como al país al que fueres haz lo que vieres, yo soy el diablo y Salvador otro diablo, un demonio mayor pontificado.''
En su obra, Vallejo retrata el laberinto en que el hombre contemporáneo se pierde por voluntad propia: mezcla de lo real y lo ideal, de la perversión y la inocencia, de lo eterno y la temporalidad, a partir del derrumbe de la ética y la agonía del futuro y la esperanza. De la misma forma su narrativa está fundida, no pertenece a ningún género: no es novela, ni poesía, tampoco autobiografía, ni historia. La literatura queda reducida a su última instancia: ``frente al embate del tiempo, con sus significados y sonidos cambiantes, el efímero pasar de la palabra''. El más allá es reflejo de nuestro mundo material o, con mayor rigor, materialista. El orden de las cosas ha sido modificado. Las realidades representadas por Vallejo están sujetas a la gravedad terrestre, por eso la suma de sus realidades es aplastante.
Años de indulgencia y Entre fantasmas son un aquelarre de alegorías. Lo que sustenta a la obra de Vallejo es la superposición de tiempos y espacios. Evidenciando la ficción literaria, y reflexionando sobre su labor como cineasta (ha sido director de diversas películas, entre las que se encuentran Barrio de campeones y En la tormenta) escribe: ``Y se lo digo yo que aunque no soy novelista de tercera persona como si fuera: soy director de cine que mira por el lente mágico con el ojo eximio y todo lo ve, lo sabe. Saltando incluso del otro lado de este río penetramos los íntimos designios del lector.'' Por metástasis nos incluye en la obra, y si consideramos la sugestión, la connotación, al universo, a Dios y al Dios que está detrás de Dios. El inframundo también es nuestro mundo. La crueldad y la violencia desprovistas de piedad son un efectivo sacudidor de las conciencias. En ese infierno interactúan asesinos, brujas, prostitutas embarazadas, niños barrigones y piojosos, borrachines, hijeputas, perros sarnosos, desempleados, mendigos. La intención no es la de gozar con las voluptuosidades de la crueldad, ni deleitarse ante el sufrimiento, sino mostrar la realidad cruda y desgarradora, nombrarla en una especie de exorcismo.
En La Virgen de los Sicarios el narrador camina por los cenagosos caminos del abismo, descubre crueldades, horrores, escenas sombrías y deprimentes de una sociedad leprosa, que fue tragada, digerida y defecada por la existencia misma; el narrador mismo corre al reencuentro de su propio corazón castrado por la sociedad corrupta y decadente.
Vallejo es espectador del mundo de los muertos. ``Lo único seguro en esta tierra es la muerte'': los hombres son sombras perdidas en las multitudes, seres invisibles, anónimos, sin pasado ni futuro. Las acciones ocurren en el recuerdo, la alucinación o el sueño. Como en el infierno dantesco, se encuentran personajes de distintos planos de la realidad: el padre Misael Pastrana, exorcista que trocó a poseso; el doctor Darío Arizmendi, gobernador de Antioquia; Salinas de Gortari, un demonio menor; el padre Eslovez, esbirro de la secta de Juan Bosco; Hermelinda, la antipapista; Zabludovsky, un extraterrestre, un engendro de la televisión; Echeverría, quien bombardeó, desde los aterrados cielos, a los estudiantes.
Las historias de Vallejo no tienen progresión. Giran en redondo, ha dicho Margarito Ledesma. Más bien lo que ocurre es otra cosa: podemos imaginar el tiempo como una sucesión infinita de puntos que forman una línea; dicha línea puede ser cortada en cualquier punto, que puede representar la eternidad. Una sucesión infinita de puntos da la línea y una sucesión infinita de líneas, el plano; si cortamos con una línea horizontal un plano hecho con líneas verticales, unimos en un solo punto distintos tiempos y espacios, es decir, distintas realidades, inclusive, distintas eternidades. En La Virgen de los Sicarios leemos: ``Abuelo, por si acaso me puedes oír del otro lado de la eternidad, te voy a decir qué es un sicario: un muchachito, a veces un niño, que mata por encargo.'' El narrador habla con su abuelo desde la eternidad hacia el otro lado de la eternidad, que también es eterna. El infierno es eterno, el tiempo infinito. Es la ausencia del tiempo fragmentado, como dice un verso de Michaux. Los personajes se buscan a sí mismos y se trata de una búsqueda sin sentido porque el final lleva al punto de partida: nada que perder, nada que ganar, sólo nada.
La ciencia de la poesía quiere reducir a géneros la pluralidad del poema; las nomenclaturas son útiles de trabajo, pero se convierten en instrumentos inútiles cuando se les quiere utilizar para tareas más sutiles que la mera ordenación externa. Se ha dicho que Vallejo no sigue la triple regla: exposición, nudo y desenlace. Sin embargo, nadie dice que no sea literatura; al contrario, su obra es de clasificación difícil como Una temporada en el infierno, Iluminaciones, Cantos de Maldoror o Aurelia. Obras que conformarían un Apocalipsis negro y con las que guardan semejanza las del novelista colombiano. El lenguaje de todas ellas es un idioma de iniciados; he aquí una muestra del mismo Vallejo: ``A mí que no me juzguen por lo que digo sino por cómo lo digo, por lo que filmo sino cómo lo filmo, por lo que hago sino por cómo lo hago.'' Todo artista aspira a trascender el estilo comunal o histórico. Góngora puede ser llamado poeta barroco desde el punto de vista de la historia literaria, pero no si se quiere penetrar en su poesía, pues sus mejores imágenes transfiguran el lenguaje literario de sus antecesores y contemporáneos.
Lovecraft sostiene que la emoción más antigua e intensa de la humanidad es el miedo, y que el miedo más antiguo y profundo es el miedo a lo desconocido. Los primeros instintos y emociones del hombre dieron forma a su respuesta al medio en el cual se encontraba inmerso. Dice Vallejo: ``cada hombre abriga en sí un demonio. Inquilino de sus almas, aquí en Lima la horrenda o en Bogotá la asquerosa, ubique daemon''. De los fenómenos de la naturaleza que no comprendía el hombre primitivo surgen las interpretaciones maravillosas y las personificaciones de los sentimientos de pavor y miedo. El sueño también contribuyó a la formación de un mundo irreal o espiritual; y en términos generales, todas las condiciones de los albores de la humanidad condujeron hacia una conciencia de lo sobrenatural. Esta tendencia se acrecienta por el hecho de ir unida a la incertidumbre y al peligro, el miedo en la oscuridad se convirtió en miedo a la oscuridad. Cuando se le añade fascinación por lo curioso y lo asombroso, la emoción se intensifica, convirtiendo de este modo cualquier mundo desconocidoÊen un mundo amenazador y lleno de posibilidades malignas. ``Sobreviviente de hecatombes, prófugo del psiquiatra, escapado de la trampa de los fantasmas, respiro esta dulce mañana, por este parque, a pulmón pleno, el smog.''
Nuestro mundo es tan complejo que ya nos es incomprensible, desconocido; las formas aterradoras que asume en la obra de Vallejo son las que las condiciones determinan. Los historiadores afirman que las épocas de crisis o estancadas producen una poesía decadente, pero decadente no quiere decir abyecto: las relaciones entre poesía e historia son complejas. La poesía cambia pero no evoluciona ni decae: decaen las sociedades. La obra de Vallejo significa una sociedad donde el pan nuestro de cada día es la violencia, el crimen, el terror, un mundo lleno, ya no de posibilidades malignas, sino de realidades malignas: ``De los ladrones, amigo, es el reino de este mundo y más allá no hay otro.'' Para rendir cuenta de ella hay que recurrir, como apunta Ramón Chao, ``a la ficción, a la broma atroz, a la risa fúnebre, en la alegría convulsiva de los contrastes amargos'', y escribe sobre la obra de Vallejo: ``Se trata, en todo caso, de pura literatura sobre la pura realidad, sin edulcorantes, sin atenuantes.''
El poema nos revela lo que somos y nos invita a dejar de ser lo que hemos hecho de nosotros; Vallejo escribe: ``Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. Al salir se me vino a la memoria una frase del evangelio que con lo viejo que soy hasta entonces no había entendido. `Que los muertos entierren a sus muertos'. Y por entre los muertos vivos, caminando sin ir a ninguna parte, pensando sin pensar, tomé a lo largo la autopista. Los muertos vivos pasaban a mi lado hablando solos, desvariando.'' Los muertos vivos podrían estar, en este momento, sentados y leyendo este texto.
Coordinadores: Armando Alcántara
Santuario,
Ricardo Pozas Horcasitas,
Carlos Alberto
Torres,
Educación, desarrollo y democracia
en el fin de
siglo,
Siglo XXI,
México, 1998.
La suspensión de actividades en la UNAM, forzada por los estudiantes, en protesta por la actualización de las cuotas de ingreso decretada por el rector Francisco Barnés de Castro, es una reacción extrema a una tendencia global en la educación superior pública.
Durante la administración del presidente Zedillo, los recursos destinados a este segmento educativo se han venido reduciendo: en relación con 1994, el gasto por alumno en el presupuesto de 1998 disminuyó 46.3 por ciento -sin contar los tres recortes que hubo el año pasado.
El marco en el que se dan los violentos cambios respecto a la educación superior pública nos lo ofrece Daniel Schugurensky, de la Universidad de Ontario, en Canadá: ``Muy pocos países (si no es que ninguno) pueden escapar de la influencia internacional de Wall Street, del Banco Mundial y de Hollywood en los procesos financieros, políticos y culturales.''
Concretamente, el Banco Mundial sugiere que los recursos públicos destinados a la educación media y superior se canalicen hacia la educación básica.
En este sentido, la estructura educativa en México semeja un embudo: ancho en los primeros años y estrecho al llegar a la educación superior. En el contexto de la competitividad internacional, el promedio de escolaridad, de 6.7 años, apenas es suficiente para obtener capacitación mínima necesaria para tener acceso al sector de los servicios (domésticos) y/o en las maquiladoras.
La fábrica cultural
El profesor Schugurensky aborda la reestructuración de la educación superior en la era de la globalización en un texto, por demás interesante, que aparece en el libro Educación, Desarrollo y Democracia en el fin de siglo.
Con la globalización, la universidad ``se convierte en una fábrica cultural'', y las grandes corporaciones crean sus propios sistemas de educación y capacitación de acuerdo a sus propias necesidades; sistemas que son exportados a los países en desarrollo (para no decir subdesarrollados), hoy denominados emergentes, y necesidades que no coinciden, y se oponen, a las necesidades de la sociedad y la nación.
Al cobrar relevancia en el financiamiento a la educación organismos como el Banco Mundial y fundaciones privadas internacionales, se condicionan los créditos a través de los consabidos programas de (desbar)ajuste estructural y mediante agendas, talleres, consultorías, etcétera.
El objetivo es promover ``la expansión de la educación superior privada, la diversificación de las instituciones de tercer nivel (incluyendo universidades, institutos tecnológicos, educación a distancia, colegios comunitarios, carreras cortas y demás), la diversificación de fuentes de ingreso, la transferencia de recursos de la educación superior a la educación básicaÊy la vinculación del financiamiento gubernamental a indicadores de rendimiento''.
Redefinición
En este sentido, Schugurensky hace una observación que bien puede incluirse en el debate actual sobre la UNAM: ``Los cambios en el origen de los ingresos universitarios (por ejemplo, altas colegiaturas y más servicios a la industria) pueden tener serias implicaciones para la autonomía (...) En esencia, en el centro del proceso de reestructuración está la redefinición de la relación entre la universidad, el Estado y el mercado, y una drástica disminución de la autonomía institucional.''
Específicamente, los recortes presupuestales han obligado a las instituciones públicas de educación superior a ir en pos de diferentes recursos: ``además de los aumentos a las cuotas de los estudiantes, las universidades están promoviendo contratos de investigación con el sector empresarial, así como programas autofinanciables, asistencia técnica, ofertas de servicios con márgenes de ganancia, contribuciones de ex alumnos y donaciones privadas''.
Privatización
Estamos, así, frente a una clara tendencia hacia la privatización, aun en países con una larga tradición de monopolio público en la educación, como Inglaterra, Alemania, China o Uruguay.
En América Latina, la proporción del sector privado total ha crecido de siete por ciento en 1950 a casi 40 por ciento en los años noventa. Aunque ``estas fábricas de diplomas pocas veces realizan investigación y tienden a invertir casi exclusivamente en programas que son vendibles en el mercado, que requieren poca infraestructura y tienen rápidas tasas de retorno''.
Una de las conclusiones más importantes de Schugurensky es que ``la universidad entra completamente en una fase de capitalismo académico. Esto se traduce en una racionalidad corporativa que se expresa en una variedad de formas: crecimiento sin precedentes de la estructura administrativa, separada de la academia; fusión de departamentos, cuerpos académicos e instituciones; estructuras departamentales que promueven unidades autónomas; mecanismos de premiación y reconocimiento, y criterios de contratación, promoción y despido''.
Estamos en presencia -como dice Angel Díaz Barriga, director del Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM, en el mismo libro- ante ``una manifestación del tránsito entre el `Estado benefactor' al `Estado evaluador'''.
Con base en los elementos expuestos anteriormente habría que reflexionar y discutir, no solamente el problema del financiamiento de la UNAM, sino el presente y futuro de la educación superior pública.
Aralia López,
Un país sin invierno,
Praxis,
México, 1998.
Dice la voz poética:
entran,
eligen sus lugares alrededor de la
isla que
resplandece.
La resplandeciente isla es, en primer sentido, Cuba, país natal de Aralia López; pero acaso es también un territorio donde la hierofónica dualidad, mesa y escritura, se sacraliza en una inmensidad íntima.
Madera, trazo, verso, pan, dan inicio al rito mediante el cual las sombras, sacros alientos, esparcen sus auras y se sientan a la mesa, para oficiar acaso la ceremonia de conjurar el duelo y encarnar en el tablero las piezas del olvido y del deseo. Luminoso ritual que gesta y gasta duelo mediado por el acto escritural, puesto que ``escribir es aceptar la muerte:/del sacrificio hierve luz en la mesa''. Es un ceremonial sencillo, salpicado de magia; rodeado de cosas de familia, objetos de la casa: ventanas, mesas, soledades que casi se pueden tocar, espejos, lunas, azogues, postres, cicatrices, polvos de arroz, gotas de eucalipto, estufa, agua que hierve, recuerdos que gotean, negro café, aire-deseo, rumores, retratos, cartas, arenas, nombres y recuerdos. Sencillez que cala las entrañas, abandonos que, renovados en la finura de la palabra exacta, penetran la piel y la mirada, a través de un verso tallado, pulido, como diría Francisco Hernández, ``con la sonora oscuridad del hueso''.
Nada de grandilocuencia; todo acontece en un medio tono. La memoria es una forma de ``conciencia de la lluvia/el agua en estas telas/derrame de plegarias.'' Los objetos hacen guardia ante los féretros del olvido en los santuarios de la escritura, materia memorable. La palabra, al entrar en contacto con lo sagrado, erosiona la marcha, dibuja geografías, cimas plenas, accidentados abismos, para tornarse revelación: cicatriz azogada dentro ligada, sin embargo, al huracán del trayecto.
Ritual cuyos objetos de culto se hallan en lo cotidiano, que recuerda a César Vallejo y a Rosario Castellanos, quienes también tienen sus santuarios en este poemario, firmado por quien, no en vano, es una de las autoridades mundiales en la obra de la escritora chiapaneca.
Tono conversacional que cala en complejos universos simbólicos. Tono confesional que conjura embestidas de desamor y desencuentro, cuando la soledad escalda las palabras y ``los espejos recientes no encuentran la memoria''.
Tatuajes de luz, cinceladas cicatrices, remembranzas del fuego; la casa guarda rumores, sombras que propician hogareños ritos; arquetípicas mujeres atizan hogueras con el lodo en los ojos del duelo; desnudos abandonos en los hilos del juego.
Tatuajes de recuerdo, grafías a medio curar, que permiten hablar a los ausentes, escuchar a los objetos, convocar silencios y ofrendarles el pan.
Poesía femenina, porque en sus sencillos altares el culto desenreda sus prodigios, teje redondos horizontes, erupciones de deseo de un cuerpo, penetrado, colmado, fecundado.
Tatuajes donde persiste ``el tiempo sin ojeras'' y un país sin invierno, donde la nieve, ``menstruación de la luna, cae'' y abre sus costas al viaje y a la magia; revelación final:
Ensayo (feminista)
Ley, cuerpo y sujeto, colaboraciones de Carlos Monsiváis, Pietro Barcellona, Gonzalo Celorio, Fanny Blanck, Alberto Blanco, Mónica Mansour, entre otros. Debate feminista, año 10, vol. 19, abril de 1999, México, 381 pp.
Ensayo (formación política)
Políticas y sistemas de formación, Graciela Riquelme, Silvia Brusilovsky, María Cristina Davini, Alejandra Birgin, Julián López Yáñez, Gérard Vaysse, Cristina Mayor y Marita Sánchez, Ediciones Novedades Educativas de México, Buenos Aires, Argentina, 1998, 144 pp.
Ensayo (histórico)
Ciénega de Mata. Desarrollo y ocaso de la propiedad vinculada en México, Jesús Gómez Serrano, Universidad Autónoma de Aguascalientes/El Colegio de Jalisco, México, 1998, 205 pp.
Ensayo (literario)
Clasificación de géneros literarios, Julio Neveleff, Ediciones Novedades Educativas de México, Buenos Aires, Argentina, 1997, 94 pp.
Ensayo (político)
Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, Claudio Lomnitz, Col. Espejo de México, Editorial Planeta, México, 1999, 233 pp.
Narrativa
Asalto nocturno, Eraclio Zepeda, colección popular, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, 95 pp.
Ilíada, Homero, trad. de Luis Segalá y Estalella, introducción y edición de Pedro Henríquez Ureña, Col. Biblioteca clásica y contemporánea, Ed. Losada, México, 1999, 532 pp.
La rueda del deseo, Danielle Stell, Jet, trad. de Ma. Antonia Menini, Plaza & Janés Editores, Barcelona, España, 1999, 410 pp.
Poesía
La sabiduría de los idiotas, Hernán Lavín Cerda, Universidad Autónoma de Puebla/Verdehalago, México, 1999, 269 pp.
En señal del cuerpo, Félix Suárez, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 1997, Col. El corazón y los confines, Ediciones Praxis/Instituto Mexiquense de Cultura/Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, México, 1998, 61 pp.
El canto de la naturaleza. A manera de haikús, Alejandro Medina Mora, Col. Tezontle, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, 87 pp.
Publicidad
Los lenguajes del color, Eulalio Ferrer, prólogo de José Hierro, Col. Tezontle, CONACULTA/INBA/Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 420 pp.
Revistas
Bidunu Bianni, publicación bimestral, Año 1, núm. 2, enero-marzo, Narrativa: Martín Corona, Naxhieli Oliva Blasquez, Un espacio alternativo en Juchitán: Roselia Orozco Martínez, entre otros. México, 1999, 8 pp.
Cantera verde, revista trimestral de arte, núm. 28, Adenda: Víctor Sandoval; Mis herramientas literarias: Ignacio Trejo Fuentes; Ella cuenta sobre el mar: Carlos Roberto Morán, entre otros, Publicación independiente, îrgano del taller literario de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca, Oaxaca, México, 36 pp.
Carlos García-Tort