León Bendesky
Brasil: lejos y cerca
Río de Janeiro. La distancia es muy grande y el viaje muy largo entre México y Brasil. Hay, por supuesto, diferencias notorias entre ambos países. Pero hay, también, notorias semejanzas. Algunas de éstas hacen dudar si realmente se ha emprendido el viaje, o si ha sido una ilusión.
En términos económicos, muchos de los efectos de las políticas de ajuste seguidas durante esta década, desde el gobierno de Collor, son esencialmente reconocibles. Pero, de alguna manera y con las particularidades del caso, los brasileños van ahora como cuatro años detrás de los mexicanos. Muchas de las características de la crisis del plan económico impuesto desde 1994, y de la reciente devaluación de enero de este año, son bastante similares a las condiciones de la crisis mexicana de 1995. Aunque aquí la depreciación de la moneda, que llegó a ser de alrededor de hasta 60 por ciento, no provocó el alza de la inflación que siguió a la debacle del peso.
Además, la fragilidad bancaria generada por los sucesivos ajustes, si bien llevó a la intervención de algunos bancos, un par de ellos muy grandes, tampoco terminó en la práctica quiebra del sistema como en México ni ha ocasionado el brutal costo financiero del Fobaproa y sucesores.
La forma en que estalló la crisis tiene similitudes interesantes, especialmente por las razones políticas que pospusieron los ajustes cambiarios que exigía la situación financiera (Salinas en 1994 y Cardoso en 1998). En efecto, aquí también se mantuvo el valor del real frente al dólar para evitar un ajuste antes de la reelección presidencial y apenas unos días después se devaluó. La víctima no fue el ministro de Hacienda, sino el presidente del Banco Central. Ante las distintas opciones políticas que se presentaron dentro del gobierno para administrar la situación económica generada por la devaluación, y que fueron, por un lado, la adopción de un consejo monetario y, por otro, la mayor intervención estatal, Cardoso optó por la solución estrictamente financiera colocando a Fraga, hábil operador en los mercados internacionales de capital, a la cabeza del Banco Central.
Esta solución en el corto plazo, el que genera mayores beneficios políticos, como ya se sabe puede ofrecer buenos resultados; el tipo de cambio logra apreciarse con intervenciones de la autoridad monetaria y las tasas de interés se reducen, con la administración de la liquidez y del crédito. Pero con eso no se resuelven los desajustes más profundos de la economía como el déficit externo; tampoco se elimina la relación estrecha y perniciosa entre los rendimientos reales y los flujos de capitales esenciales para financiar la economía, que exigen un premio por el riesgo de estar en reales. Pero, en todo caso, las medidas que se aplican aminoran las tensiones políticas y sociales, y la historia es así otra vez muy similar a la que se ha vivido en México desde hace cuatro años.
También aquí la política económica para controlar la inflación, evitar el colapso financiero, pagar las deudas y empezar de nuevo el ciclo de crecimiento y depresión, exige aceptar dos condiciones. La primera es la recesión para lograr un cierto equilibrio en las cuentas macroeconómicas, después de ella se puede clamar victoria y anunciar la vuelta del crecimiento. Este año se estima que el PIB brasileño puede caer alrededor de 3.5 por ciento, pero desde Hacienda se dice ya que la economía podría crecer más de 4 por ciento en el 2000. La otra condición es la caída o cuando menos el estancamiento del empleo junto con el permanente atraso, éste sí de largo plazo, de los salarios reales. Aquí se acaba de ajustar el salario mínimo de 130 a 136 reales al mes, lo que equivale a unos 815 pesos, cuando las demandas de ajuste llegaban hasta 170 reales. La recuperación del poder de compra va siempre bastante atrasada con respecto al aumento de los precios y, además, el costo de la vida es bastante alto en este país.
La situación económica no ha dejado de producir los consabidos escándalos financieros. Los más notorios hoy involucran directamente al Banco Central y a los bancos comerciales en esquemas de venta de divisas en condiciones favorables para algunos intermediarios y evitar, así, la quiebra; en crecientes sospechas sobre corrientes de información privilegiada, que hicieron a los bancos pasar de modo evidente de vendedores a compradores de dólares, justo antes de la devaluación y, se ha indicado, igualmente, que existe toda una tecnología con la que eluden el pago de impuestos. La prensa ha hecho en las recientes semanas una amplia cobertura de las distintas condiciones y sospechas sobre las transacciones en el sistema financiero, y la oposición en el Congreso, especialmente el PT de Lula, ha sido promotor de las denuncias y de las investigaciones que se han abierto en lo que se llama CPI (Comisión Parlamentaria de Investigaciones, y de las que actualmente hay abiertas 32). El presidente Cardoso ha llamado a los congresistas de su partido para evitar que las pesquisas se alarguen por más de 120 días y tratar de controlar los daños para su gobierno. Estas son, también, las formas que adoptan los procesos de transición a la democracia. No parece que los resultados que se obtengan aquí sean muy distintos a los que se han alcanzado en México con los arreglos en privado que ya se están volviendo una costumbre entre el PAN y el PRI.