ESPAÑA: ETICA Y POLITICA
Hace sólo trece meses, el Partido Socialista Obrero Español decidió elegir su candidato a presidente del gobierno en elecciones primarias y por voto secreto. El desgaste y la renuncia de Felipe González y las acusaciones judiciales que pesaron sobre numerosos ministros y dirigentes gonzalistas (algunos de ellos fueron procesados por corrupción o por organizar operaciones de guerra sucia) habían hecho indispensable renovar el liderazgo del principal partido de la izquierda española, derrotado -además- por el derechista Partido Popular de José María Aznar.
Los socialistas fueron, así, a las urnas y el resultado fue la sorpresiva derrota del candidato de Felipe González, el secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, y el triunfo del catalán Josep Borrell. La realización de este proceso democrático, las primeras elecciones primarias organizadas por un partido español, dio nuevos bríos a los socialistas e infundió esperanzas de cambio en numerosos sectores sociales de la península.
Sin embargo, luego de que dos antiguos colaboradores de Borrell (en tiempos en que él se desempeñaba en el Ministerio de Hacienda, durante el gobierno de González) fueran acusados de fraude fiscal, el candidato socialista optó por la renuncia, para no perjudicar -según señaló- a su partido en las inminentes elecciones municipales y europeas del 13 de junio.
La dimisión de Borrell, acontecida en momentos en que los son- deos sobre las intenciones de voto dan a la derecha una ventaja creciente sobre los socialistas, coloca al PSOE en una situación difícil, que se agrava ante el electorado de izquierda por el hecho de que el brazo derecho de Felipe González, el una vez militante anti-OTAN Javier Solana, es ahora el secretario general de la alianza atlántica y, por ende, uno de los responsables de los bombardeos que ese organismo realiza contra Yugoslavia.
Es evidente al respecto que el PSOE podrá sustituir al renunciante con alguno de los barones del partido (entre ellos el presidente de la región Castilla-La Mancha, José Bono; el de Andalucía, Manuel Chaves; el de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, o el propio secretario general, Joaquín Almunia), pero difícilmente lo hará con una consulta directa a sus militantes (con nuevas elecciones primarias), ni siquiera mediante un congreso extraordinario del partido: lo más probable es que serán unos pocos notables del PSOE los que definirán quién enfrentará a Aznar en las próximas elecciones generales de España. De este modo, el capital político ganado por Borrell por el hecho de haber alcanzado la postulación gracias al voto mayoritario de las bases socialistas podría perderse, circunstancia negativa para las aspiraciones de triunfo del PSOE.
Así las cosas, en breve los electores españoles podrán decidir con su voto en los comicios del próximo 13 de junio si pesa más que un dirigente socialista -como Borrell- mantenga una posición ética, dando un ejemplo de rectitud y principios a su país y a su partido, o si, en cambio, consideran que el PSOE no sólo no ofrece una alternativa respecto a la política y los métodos del gobierno sino que ni siquiera ha sido capaz de depurarse a fondo, luego de su derrota electoral y de numerosos escándalos y acusaciones de corrupción en el pasado.