La Jornada domingo 16 de mayo de 1999

Adolfo Pérez Esquivel*
La globalización de la guerra de los Balcanes

En este final del siglo XX estamos asistiendo al llamado "nuevo orden internacional", que más que orden preanuncia un "desorden internacional" y en el horizonte se levantan serias amenazas e interrogantes para la vida de los pueblos.

Es lamentable que grandes potencias como Estados Unidos, que lidera al grupo de las naciones mas poderosas de Europa a través de la OTAN, hayan desconocido a la ONU y, sin ningún acuerdo ni autorización, decidan bombardear y declarar la guerra a Yugoslavia alegando la defensa de los derechos humanos y el derecho de autodeterminación de Kosovo, el territorio en disputa.

El presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, es acusado de graves violaciones y de comenzar una limpieza étnica contra el pueblo albanés. La discriminación, la intolerancia han llegado a tal extremo que van generando día a día situaciones mas dramáticas para los pueblos y la perversión del lenguaje y los criterios que se esgrimen, ocultando las verdaderas razones de la intervención militar con los bombardeos sobre el territorio yugoslavo y la matanza de la población civil no combatiente.

Los errores de atacar blancos civiles, como el reciente bombardeo de la embajada china, no han hecho otra cosa que agravar la situación, como el aumento de miles de refugiados albaneses que tratan de llegar a algún lugar seguro.

No es la primera vez que Estados Unidos y Gran Bretaña desconocen a la ONU. Lo hicieron con los bombardeos contra Irak en forma unilateral desconociendo al Consejo de Seguridad y adjudicándose el rol de gendarmes del mundo.

La Asociación Americana de Juristas señala que "la OTAN, bajo la dirección de Estados Unidos, pasó sin transición de las negociaciones al ataque armado, sin haber agotado todas las posibilidades de un arreglo pacifico, en condiciones muy complejas y difíciles, con avances y retrocesos, pero ya bastante avanzados en el acuerdo de 1998, que incluía la autonomía de Kosovo". La demonización de una de las partes, promovida por la perniciosa manipulación informativa de la OTAN, desdibuja las verdaderas raíces del conflicto en la región de Kosovo, donde existe una reivindicación autonomista mayoritaria, que se exacerbó desde que el gobierno central retiró la autonomía en 1989. La represión por un lado y el radicalismo de un sector minoritario, el ELK, que plantea la independencia de Kosovo y su integración a una Gran Albania, por el otro, hizo que se desatara un conflicto armado en el que ambas partes violan los derechos humanos, de forma inaceptable (ver el informe del relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en enero de este año, Doc. CN.4/ 1999/421). En el párrafo 90 de dicho informe se menciona incluso arrestos y ejecuciones de autonomistas kosovenses moderados cometidos por el ELK.

La OTAN pretende involucrar a otros países en la guerra, como son Albania, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, lo que lleva a un peligro creciente de la posible intervención de Rusia, lo que regionaliza el conflicto. Todos tienen conciencia y saben cómo comienzan las guerras, pero no cómo terminan.

La ONU permanece silenciosa y sin fuerzas para actuar en el conflicto y poner limites a la acción militar de la OTAN que ha violado abierta y flagrantemente la carta de ese organismo. Los comportamientos de las grandes potencias ponen en evidencia sus intereses hegemónicos de poder y de control internacional.

Son realmente preocupantes los horizontes que se perciben hacia el próximo milenio y que van definiendo con mayor claridad la incertidumbre y los riesgos para la vida de los pueblos. Este horizonte esta marcando una dictadura globalizada dirigida por Estados Unidos y que se refleja en la grave situación económica, la deuda externa y las imposiciones del FMI y del Banco Mundial, que regulan y someten las economías de los países dependientes, cada día más empobrecidos y en donde la mayoría de la población mundial queda excluida de los beneficios de educación, salud, trabajo, condiciones de vida digna.

Basta tener presente la realidad de varios países que hoy viven graves situaciones de conflictos mientras que tanto Estados Unidos como la OTAN guardan silencio, o en otros casos como Irak donde continúan con la política de exterminio y sometimiento en nombre de la paz y los derechos humanos, así como en los Grandes Lagos Africanos, el genocidio en Ruanda, con más de 3 millones de muertos y miles de personas desplazadas internas y refugiados. Asimismo, es un fiel reflejo de esta tragedia el aumento de la mortalidad infantil y de las víctimas de la violencia y el hambre, como también de las enfermedades.

Es grave la situación del genocidio y etnocidio a que se ve sometido el pueblo tibetano por China, igual que sucede con el pueblo kurdo. Sin embargo, frente a esas situaciones se guarda silencio y hay evidentes complicidades.

La OTAN y especialmente los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña han entrado en terrenos resbaladizos con consecuencias imprevisibles, al pretender regular la vida de otros pueblos y poniendo en serio cuestionamiento las soberanías nacionales. El desconocimiento de la ONU y del derecho internacional están incendiando el horizonte.

Estamos frente al hipocritismo ético que en nombre de los m;as altos ideales permite la destrucción de un país, agravando la situación de aquellos que dice defender. La Organización de Naciones Unidas fue creada para preservar la paz y evitar el flagelo de la guerra después de la Segunda Guerra Mundial.

La comunidad internacional de naciones ha establecido normas de comportamiento y responsabilidades y hoy aquellos que dicen defender esos derechos violan los tratados y el derecho internacionales, que durante 50 años se forjaron con grandes esfuerzos y sacrificios para establecer normas de convivencia y respeto entre los pueblos.

La Asamblea General de la ONU ha proclamado el 2000 como el Año Internacional de la Cultura, la Paz y la no Violencia, propuesto por 20 premios Nobel de la Paz, pero la realidad nos enfrenta ahora a esta nueva situación y a un fin de siglo donde las guerras y los conflictos vuelven a surgir, mientras se tergiversan valores humanitarios. En nombre de la paz se declaran guerras, en nombre del bienestar de los pueblos se los somete al hambre, al desempleo, a la exclusión social, al pago de los servicios de la deuda externa dejando sin recursos a los pueblos para salud, educación, trabajo y vivienda. Se priorizan los intereses económicos sobre la vida de los pueblos y en las guerras y conflictos se en- riquecen los traficantes de la muerte, con la venta de armas. Se esconden las verdaderas intenciones detrás de discursos vaciados de contenido.

Es necesario y urgente el cese de los bombardeos sobre Yugoslavia y la intervención decidida de la ONU, estableciendo bases de respeto mutuo y diálogo para resolver el conflicto a través de negociaciones; la ratificación del Estatuto del Tribunal Penal Internacional por parte de los estados miembros de la ONU que aún no lo han hecho y la firma y ratificación por Estados Unidos, que hasta el momento se ha negado a la constitución del tribunal. Asimismo, es necesario que exista el derecho y la igualdad para todos los estados soberanos, garantizar la aplicación en todos los países de la legislación internacional humanitaria y de los derechos humanos.

La Asamblea General de la ONU debe convocarse para tratar la crisis de los Balcanes de acuerdo con su carta orgánica, según lo dispuesto en los artículos 11 y 14. El reclamo internacional es poner fin a la guerra y lograr que aquellos que han violado los derechos humanos y las leyes internacionales sean juzgados como corresponde de acuerdo al derecho internacional. Las grandes potencias --sólo por serlo-- no tienen ni el derecho ni la razón para intervenir en otros países.

 

*Premio Nobel de la Paz 1980 y miembro del Servicio Paz y Justicia, Argentina