VENTANAS Ť Eduardo Galeano
La encrucijada
En el otoño del 93, el periodista Juan Bedoian entrevistó a un médico de guardia, en un hospital público de Río de Janeiro.
El hospital, ubicado en el barrio más copetudo de la ciudad, atendía a mil pacientes por día, muchos de ellos pobres pobrísimos.
El médico contó:
ųLa semana pasada, tuve que elegir entre dos bebés. Aquí hay un solo respirador artificial. Los bebés llegaron al mismo tiempo, ya moribundos, y yo tuve que decidir quién iba a vivir y quién iba a morir.
Salvando a uno, mataba al otro. Matando a uno, salvaba al otro.
Yo no soy quién, pensó el médico: que decida Dios. Pero él bien sabía que la vida y la muerte dependían, en ese momento, de aquel único respirador, aquella única máquina, y Dios tenía poco o nada que ver con el asunto.
Los bebés estaban en las últimas. No había tiempo para pensar, no había más remedio: de todos modos, hiciera lo que hiciera, el médico iba a cometer un crimen. Si no hacía nada, cometía dos.
El médico cerró los ojos, y decidió: un bebé fue condenado a morir, y el otro fue condenado a vivir.