n Ninguno de los cinco cargos alcanzó los 300 votos requeridos
Fracasa en forma definitiva el proceso de destitución de Yeltsin
n La tozudez del PC dejó al Parlamento al borde de la disolución n El mandatario ruso salió fortalecido
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 15 de mayo n Fracasó hoy en forma definitiva, sin siquiera superar su primera fase en la Duma (Cámara baja del Parlamento), el procedimiento de destitución constitucional del presidente Boris Yeltsin, de antemano imposible de llevar a cabo y erróneamente convertido en parte medular de la estrategia electoral de la oposición.
El mandatario, de 68 años, observó por televisión el debate previo a la votación en su residencia de Rus, y después se trasladó a la Clínica Central de Moscú para una revisión de rutina.
Ninguno de los cinco cargos formulados contra Yeltsin por una comisión especial, que sesionó durante varios meses, alcanzó los 300 votos indispensables para hacer efectivo el impeachment y poder pasar a la segunda instancia, el análisis de la legalidad del procedimiento por parte de la Corte Suprema.
La acusación que como era previsible podría reunir el mayor número de votos, la de la responsabilidad del mandatario ruso en la guerra contra Chechenia, obtuvo apenas 283 votos; la de la disolución violenta del Soviet Supremo en octubre de 1993, 263; la de la destrucción de las fuerzas armadas, 241; la de la desintegración de la Unión Soviética, 239, y sólo 238 la del genocidio contra el pueblo ruso.
Con estos resultados favorables al presidente, que por ironías del destino se producen en el día de su onomástico (San Boris y San Gleb, de acuerdo con el santoral de la Iglesia ortodoxa rusa), la oposición queda en una situación bochornosa.
El Partido Comunista, principal promotor del impeachment, no sólo no logró su propósito y deja en manos de Yeltsin toda la iniciativa política, sino que puso a la Duma al borde de la disolución, en caso de que rechace tres veces al candidato del presidente a primer ministro, Serguei Stepashin.
Evgueni Primakov fue destituido el miércoles pasado, en la víspera del comienzo de la sesión parlamentaria de tres días dedicada al impeachment, precisamente para forzar una crisis constitucional, que a la luz de lo sucedido hoy se resolvió antes de surgir.
La primera votación en torno a la candidatura de Stepashin será el próximo miércoles. Ahora, no se debe excluir que, para evitar la disolución de la Duma, la oposición ratifique a Stepashin, pues --de no hacerlo-- Yeltsin presentará otro candidato, desde el punto de vista de los enemigos del mandatario, aún más inaceptable.
La ratificación de Stepashin pondrá a prueba a la oposición. Guennadi Ziuganov, el líder comunista, y sus compañeros de bancada en la Cámara baja tendrán que optar entre sus principios y la conveniencia.
La trayectoria de la oposición, en los últimos años y en circunstancias similares, anticipa cuál será la opción elegida, aun si para guardar las formas lleva el asunto de la ratificación del nuevo primer ministro hasta una tercera y última votación.
La derrota del procedimiento de destitución de Yeltsin se perfiló con claridad desde anoche, a partir de ciertos indicios. El principal de ellos es que, sumado a la inasistencia de un buen número de diputados a la sesión de ayer, los coordinadores de dos fracciones parlamentarias importantes, la pro gubernamental Nuestra Casa es Rusia y la del ultranacionalista Partido Liberal Democrático, anunciaron que votarían contra los cinco cargos del impeachment.
Al recibir hoy las boletas nominales para la votación sólo 348 de los 450 diputados de la Duma, matemáticamente era muy difícil alcanzar los dos tercios de la Cámara, incluso agregando a los 213 votos firmes de la oposición comunista los 46 de la fracción de la coalición liberal Yabloko, que de antemano hizo pública su intención de pronunciarse sólo en lo relativo al punto de la guerra de Chechenia.
Los 24 votos restantes, que hacen el total de 283 como máximo obtenido, fueron aportados por una parte de los integrantes de la fracción Regiones de Rusia.
La votación de los diputados, que cierra de modo definitivo la destitución constitucional de Yeltsin, estuvo precedida de un día de tediosas deliberaciones técnicas y otro de encendidas intervenciones de los líderes de las distintas fracciones parlamentarias a favor y en contra del impeachment.
Las sesiones en la Duma, por momentos, derivaron en un espectáculo caótico y deprimente, porque en la mayoría de las intervenciones la tribuna fue utilizada como trampolín electoral, por lo cual prevalecieron los planteamientos políticos sobre los argumentos jurídicos.
Asimismo, los distintos oradores pusieron de relieve que el impeachment estaba condenado al fracaso por insuficiencia de pruebas y contradicciones en la interpretación de la ley.
Se imputaba a Yeltsin, por ejemplo, haber decidido la desintegración de la Unión Soviética como resultado de una conspiración con los presidentes de Ucrania y Bielorrusa, en beneficio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Estados Unidos, cuando el Parlamento de Rusia, en una decisión soberana, ratificó la decisión por abrumadora mayoría.
Al margen de las razones que hayan conducido a los tres presidentes eslavos a firmar los acuerdos de Bielovetskaya Puscha, este cargo, jurídicamente, era insostenible.
Algo similar ocurre con la acusación a Yeltsin de haber empleado la fuerza para someter al entonces Soviet Supremo. Con estricto apego a derecho, los trágicos sucesos de octubre de 1993 --sin considerar las causas que los originaron-- entran en la amnistía que fue aprobada por la Duma, a iniciativa por cierto del Partido Comunista, y que benefició incluso a varios diputados que hoy votaron a favor del impeachment.
En los tres días de sesiones también hubo serias pifias de procedimiento y uno de los capítulos principales --el testimonio de testigos y expertos-- fue un fiasco: en lugar de los 29 testigos y expertos citados por la Duma acudieron sólo los cinco convocados por el Partido Comunista, entre ellos el escritor Vasili Belov, quien es todo menos experto en derecho.
Faltaron personajes clave, desde el punto de vista de la acusación, como el ex presidente soviético Mijail Gorbachov, quien debía declarar en relación con la acusación de que Yeltsin es el principal responsable de la desintegración de la Unión Soviética; Ruslan Jasbulatov, titular del antiguo Soviet Supremo; Aleksander Rutskoi, ex vicepresidente de Rusia, ambos para rendir su testimonio sobre los sucesos de octubre de 1993, y también, el ex ministro de Defensa Pavel Grachov, quien debería haber explicado los motivos que tuvo la dirigencia rusa para lanzar la ofensiva militar que derivó en la guerra de Chechenia.
El fracaso del impeachment, en parte, se explica también por la falta de visión de la plana mayor del Partido Comunista.
Ziuganov amenazó con sacar a la calle a cientos de miles de personas en el país si el gobierno de Primakov era cesado, pero a lo sumo entre 500 y mil simpatizantes acudieron en los últimos días al llamado del líder comunista a exigir la destitución de Yeltsin frente a la sede de la Duma.
A diferencia de lo ocurrido en la mayoría de los países de Europa central, las tres repúblicas bálticas incluidas, la dirigencia del Partido Comunista ruso no ha sabido evolucionar hacia posiciones socialdemócratas, única posibilidad viable para ampliar su electorado y facilitar su ascensión al poder, en un escenario de alternancia en el gobierno acorde con la realidad postsoviética, más allá de nostalgias incumplibles.
El jefe de gobierno designado afirmó que la decisión de los legisladores "es un triunfo de la sensatez" que impidió una grave crisis política, mientras que el alcalde de Moscú, Yuri Lushkov, señaló que el Estado no necesitaba el proceso de destitución.
El gobierno de Estados Unidos, en tanto, manifestó su satisfacción por el resultado de la votación. El portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, Mike Hammer, afirmó que "el voto de destitución es un asunto político interno ruso, pero estamos satisfechos por que los procesos constitucionales hayan sido respetado", dijo.