Astillero Ť Julio Hernández López
No es necesario esperar a que hoy o mañana se hagan anuncios espectaculares: los mexicanos todos sabemos bien para qué sirven y servirán las famosas reglas, es decir, para mantener los privilegios de los concentradores de poder, para disfrazar injusticias, para darle atole con el dedo a la gente mediante la fórmula de pan y circo y para seguir favoreciendo al gran capital, a los intereses extranjeros y a los cacicazgos.
Esas reglas han sido pensadas para que la contienda se vuelva un espectáculo, para que los pecados y las virtudes persistentes de cada cual se mezclen al final y ya no se sepa cuál es verdaderamente el mejor y cuál el peor. Reglas hechas no para beneficio del pueblo (aunque éste se deleite con los imprevistos, con los retos, con las volteretas), sino para que sigan triunfando los intereses dominantes y sigan siendo beneficiados los ganones de siempre.
Y es que, en el fondo, siguen prevaleciendo los mismos criterios de autoritarismo extremo. A juicio discrecional de quienes tienen el poder, se imponen sanciones o se alientan carreras, sin que existan recursos verdaderamente funcionales que corrijan o compensen los abusos.
Las reglas de la competencia
Esa es la realidad a la que lleva la aplicación de las tales y precitadas reglas de competencia del futbol mexicano de primera división.
Es decir, los intereses comerciales por encima de los deportivos, la prevalencia de los extranjeros (no sólo de jugadores en la cancha, sino también de entrenadores, entre ellos algunos como Carlos Kiese, del América, quien llegó al extremo de golpear y maltratar al mexicano Alberto García Aspe en el partido contra el Atlas) y el cacicazgo de Televisa, que controla el aparato del futbol profesional y de la Selección Nacional.
Y la realidad innegable de que el sistema vigente de puntuación y calificación ofrece espectáculo comercializable pero no justicia deportiva, y que tanto los equipos como el público siguen estando sujetos a decisiones demostradamente injustas y fantasiosas de árbitros que en este torneo se cansaron de inventar faltas y penales y de aplicar criterios totalmente dispares y subjetivos.
¡Porterazo!
Pero no son ésas las únicas reglas polémicas y conflictivas. Hoy, el presidente de la comisión responsable de la selección nacional, el largirucho ex portero que antes jugó con los fidelitos de la Secretaría del Trabajo y con los tiras de la procu capitalina, el todavía no muy popular Pepetoño González Fernández, habrá de dar a conocer los mecanismos mediante los cuales pretende elaborar su lista para la grande.
Pepetoño (otro portero larguirucho fue, recuérdese, Julio Iglesias) pretende establecer un torneo largo, que comience a calentarse en junio, cuando todos los participantes deberán estar plenamente disponibles, y que termine por allá de noviembre. El problema central está, en estos momentos, en el terreno de los patrocinadores, de los tiempos de televisión y del sistema de conteo para designar ganador.
El reponsable de conducir este torneo (que en realidad es un personero del doctor Z, que es la verdadera inteligencia tras el balón) tratará hoy de convencer a los chicos de la prensa, y a los representantes de los equipos contendientes, de que habrá un torneo limpio, sin favoritos predeterminados.
Los panchos chilorios
Resulta difícil creerle, por cuanto desde ahora se perciben diversos acomodos en favor del equipo más apapachado, que es el de los panchos chilorios, una constelación de estrellas organizada por el club Los Pinos en el campamento de Bucareli.
Los panchos chilorios es el equipo dirigido por el licenciado Labastida, aquel elegante medio de contención que antes jugó con los delamadridistas de la SEMIP, luego se fue a la segunda división a jugar a Culiacán y, más tarde, regresó para enrolarse con los toros de la SARH, de donde pasó a las orejas de Gobernación.
Los panchos chilorios presumen de contar con el apoyo de los directivos de los clubes de la mayoría de los estados del país, y de contar con la bendición no papal, sino presidencial. Tienen problema de edad y de imagen, pero desde ahora, y en una inusual acción conjunta, camarógrafos y maquillistas de Televisa y de Televisión Azteca combinan esfuerzos para deshacer ese pequeño detalle.
Los tiburones rojos (alemanes)
En uno de esos lances que le dan sabor al torneo, y haciéndole trastabillar un poco (al grado de hacerle interrumpir una triunfal gira por Europa), los panchos chilorios han enfrentado la marca de un equipo fraterno (es decir, perteneciente a la misma casa, que es la de Los Pinos) que es el de los tiburones rojos, que desde Veracruz amagaron con pelearle el liderato a los sinaloenses.
Dirigidos por Michelín Alemán, un elegante jugador que fue de Los Millonarios de Televisa, heredero de su padre del mismo nombre que ya también fue máximo seleccionado nacional, el responsable de los tiburones rojos ha aflojado el paso, dudando en entrarle o no a la recta final.
El pibe Moctezuma
Otro jugador importante, aunque éste en busca de experiencia y currículum, es el pibe Moctezuma, un enjundioso jugador que a principios de la temporada fue colocado en la defensa central de Bucareli, aunque debió abandonar el encuentro en los primeros minutos a causa de una terrible barrida de un delantero tabasqueño de premonitorio apellido Madrazo.
El pibe Moctezuma se llevó tal impresión en aquella conmocionante jugada, que los médicos le diagnosticaron males del corazón. A pesar de ello, y con una dedicación ejemplar, se preparó para correr el maratón, luego lo contrataron para jugar con los senadores de Xicoténcatl y actualmente alínea con los famosos sedesoles.
El pibe está preparado para jugar como medio de apoyo y, eventualmente, en caso de lesión del centro delantero de los panchos chilorios, entrar como relevo, siempre y cuando le prometan plena protección para no recibir nuevos golpeteos criminales como los antes descritos.
Los camoteros de Puebla, al descenso
Por cuanto a los equipos malosos, destacan los de los camoteros de Bartlett y los pejelagartos de Madrazo. Los poblanos, tal como se vio en el torneo recién terminado, no aspiran de verdad al campeonato sino, cuando menos, a no irse al descenso.
En realidad, con que les garantizaran que les respetarán la franquicia, y con que no les cobren algunas cuentas pendientes, tanto con la federación nacional como con la estadunidense, esta última por un jugador apellidado Camarena, los camoteros se darían por muy bien servidos.
El entrenador, Bartlett (viejo zorro que como defensa central fue duro e impasable, siempre listo para asestar la patada oportuna en los linderos del área penal), lo que desea es pasar sus últimos años en paz, y una buena negociación podría evitarle problemas tanto a él como a su partido.
Los pejelagartos cabales
Los pejelagartos son todo un caso. Su financiamiento siempre ha sido enredoso, al extremo de que algunos de sus patrocinadores, como el generoso Carlos Cabal Peniche, ahora deben pasar la pena de estar tras las rejas por haber sido promotores del deporte no sólo en clubes tropicales como el de los tabasqueños, sino también en selecciones nacionales, como las que dirigieron Colosio y Zedillo.
Madrazo, que tal es el nombre, que no apodo, del entrenador de los pejelagartos, ha invertido temerariamente en tanta publicidad que algunos fanáticos del balompié creen que él y su equipo son ya los ganadores.
Lo malo para los pejelagartos, y para el pejelagarto mayor, es que el asunto de los tiempos de transmisión en televisión, de los comerciales, del dinero de los patrocinadores, y de las ligas que tienen, les han acarreado un virtual veto a la plaza que, sin embargo, podría transmutarse por una pena menor pero suficientemente enérgica.
Fox: botas en lugar de tacos; Cárdenas y el penacho
En fin, así anda el futbol mexicano. De otros competidores no hablamos porque hoy se trata sólo de los que serán convocados por Pepetoño, el tricolor.
Aunque, de cualquier manera, las especialidades de quienes no juegan en esta liga de PRImera son otras: Los panzas verdes del León, por ejemplo, tienen a un entrenador, Fox, que usa botas en lugar de tacos, y cuya mayor audacia deportiva es imitar a Kalimán; los aztecas-tarascos, por su parte, tienen a un Cuauhtémoc cuyo penacho le ha estado impidiendo rematar de cabecita.
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