Y tú, Ƒdónde te doctoraste?
Miguel Angel Barrón Meza
Cuando se han concluido los estudios de licenciatura o de maestría y se tiene decidido seguirle, en la mente del candidato surge la si-guiente pregunta: Ƒen dónde hacer el doctorado: en el extranjero o... en el país? Existen infinidad de razones para estudiar un doctorado en el extranjero; la mayoría de ellas son muy racionales y objetivas, como las siguientes: en México ninguna institución trabaja en el campo al que deseo dedicarme; las instituciones nacionales que trabajan en el campo que quiero no llenan los estándares de calidad internacionales; este será el inicio de una brillante carrera científica; necesito conocer nuevas y eficientes formas de trabajo y de organización académica; al regresar podré integrarme al excelso grupo de investigación de fulano, etcétera.
Otras razones son de naturaleza más práctica, como éstas: un doctorado en el extranjero tiene (supuestamente) más prestigio que uno nacional; de regreso encontraré empleo con más facilidad ya que las universidades locales se pelearán por contratarme; deseo conocer otras culturas y otros idiomas, así que un poco de turismo académico no me vendrá mal; cuando me gradúe buscaré que la NASA me contrate para no tener que volver al inframundo.
Un observador no muy refinado puede detectar que otras (afortunadamente pocas) razones son de índole estrictamente emocional, por ejemplo: qué oportunidad, aprovecho para casarme con una extranjera y así mejorar la raza y la autoestima; con una estancia prolongada en el extranjero tal vez se me quite lo pueblerino y me haga un hombre de mundo.
También hay fuertes, convincentes y bien fundamentadas razones para hacer un doctorado en el país; se me ocurren las siguientes: el nivel académico de la institución que escogí es de excelencia y está al parejo de cualquiera del extranjero; deben reforzarse los programas de posgrado nacionales y quiero contribuir a ello; el programa de posgrado no es de lo mejor, pero el asesor me prometió un posdoc afuera para emparejarme; me dicen que el TOEFL es muy difícil, y con lo perezoso que soy para los idiomas, mejor me quedo; siempre pasé de panzazo o copiando y tal vez no la haga en el extranjero; a mí no me gusta la investigación, así que el lugar para graduarme es lo de menos ya que en realidad yo sólo quiero (se oye rebonito) que me digan doctor; no creo poder soportar cuatro años sin tortillas y sin mariachis, etcétera.
Por fortuna, en muchos campos de la ciencia y la ingeniería existen actualmente en México magníficos programas de posgrado que no tienen nada que pedirle a los del extranjero, de modo que cada vez más candidatos optan por un doctorado nacional. Antes de inscribirse en uno de estos programas de alto ni-vel es recomendable entrevistarse con el probable director de tesis y plantearle las dudas sobre la conveniencia de graduarse en el país; puede el candidato comentarle que en los congresos nacionales y en los cubículos y pasillos de las universidades lo primero que los flamantes doctores se preguntan entre sí es: y tú, Ƒdónde te doctoraste?
Para evitar que, una vez egresado, el joven doctor-nacional se tape la cara con el rebozo o se meta debajo de la mesa cuando sus colegas gra-duados al norte del Bravo le hagan la pregunta anterior, el director de tesis seguramente hará con énfasis comentarios motivadores que irán más o menos así: la institución donde te graduaste pudiera ser importante al principio de tu carrera por los resabios de malinchismo del mexicano, pero después de algunos años eso dejará de tener importancia y la gente sólo te preguntará por lo que has hecho; es decir, cuando el tiempo pase y seas un investigador fogueado (o en su defecto no tan joven), entonces tu obra hablará por ti. Un poco escéptico, el candidato se inscribe al doctorado nacional, pero sólo el tiempo le demostrará que lo dicho por su director de tesis era correcto.
En un principio puede parecer ca-rente de sentido la siguiente afirmación: unos laboratorios bien equipados, la supercomputadora más veloz y el prestigio de una institución no garantizan por sí mismos una trayectoria brillante para un egresado; sin embargo cualquiera que observe cuidadosa e imparcialmente el ambiente académico en el que se encuentra inmerso puede constatarlo sin mucha dificultad. Los factores mencionados son importantes pero no decisivos para determinar un desempeño brillante del futuro investigador, pues un requisito indispensable es que el aspirante lleve dentro de sí la flama interior de la curiosidad, la imaginación y la ambición; sin esa flama su trabajo no será relevante, y si este es el caso, ni mil diplomas de las mejores universidades del mundo harían que lo fuera.
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