n Proponen convertir el parque España en la alameda de los poetas españoles


Tarde garcialorquiana de los condes de la Condesa

Arturo Jiménez n Los frescores y sombras de la alameda, a su vez sombreados por la poesía española, y una inerme explanada teatral abrasada por un sol como el del Caribe y por la música colombiana, transfiguraron ayer la tarde dominical de los parques gemelos de la colonia Condesa, separados y unidos por dos pequeñas cuadras: el España y el México.

En el primero todo comenzó antes del mediodía con discursos y la develación ųprevio traslado desde el Centro Históricoų de una máscara, cabeza o busto de Federico García Lorca, lo cual sirvió de pretexto para una propuesta no mal vista: convertir esa alameda en "el parque de los poetas españoles".

Se trataba de una de las jornadas previas por los 60 años del exilio español en México. A los costados de una enorme carpa y decenas de sillas ocupadas, otros condes de la Condesa veían los libros en venta o, sentados ante algunas mesas, realizaban heterogéneos consumos: grandes tortas españolas, tostadas de ceviche, aceitunas, postres, vinos tintos, cervezas, aguas de melocotón con mango.

Tras la develación del monumento ųque para el arquitecto Juan Benito Artigas es "una cabeza" porque hubiera sido imposible obtener una máscara del poeta fusiladoų por Alejandro Aura, director del Instituto de Cultura de la Ciudad de México (ICCM), vinieron los alegres lamentos del cante jondo del cantaor Luis Concheso ("si tú supieras lo que yo sufro cuando me miras/ y te sonríes castigaora"), acompañado de la guitarra de Pepe Jiménez.

Después, el propio Aura, Ofelia Guilmáin ųcon su voz de trueno redomadoų y otros intérpretes abrieron el "maratón de poesía" española, con el que el canto de Pedro Garfias, Antonio Machado, Gerardo Diego, Emilio Prado ("cuando era primavera en España") y demás grandes bailoteó por esa selva hecha de árboles y de murmullos de pájaros, de fuentes y de niños.

Por esos caminos verdes que van a todo lugar, y mezclados con los plácidos estereotipos de las familias del rumbo, transitaban convocados poetas mexicanos y sus mundos infinitos: Raúl Renán y su gentileza como máscara sincera de pasiones líricas, o Esther Seligson y su calidez amorosa a flor de ojos, de manos y de pulseras. Se desconoce quién hizo el busto y cuándo lo instalaron en el anterior lugar, compartió Renán.

Antes, a la hora de los discursos ųen el sentido de discurrirų, Alicia Torres, subdelegada territorial de la Roma-Condesa, había hablado de García Lorca como ejemplo del "martirio" de un pueblo entero. "Este poeta no sólo vuelve los ojos a lo popular, sino que se lo mete en la entraña. De toda España bebe, a toda España va a reverterse".

Leonor Sarmiento, presidenta del Ateneo Español, se refirió al "sacrificio de dos grandes poetas": García Lorca y Machado, así como al encarcelamiento de Miguel Hernández, durante la guerra española. Y habló de la persistente conmoción mundial por el fusilamiento del poeta granadino, hace 63 años. Detrás de Sarmiento, el monumento a Lázaro Cárdenas, "el gran mexicano amigo de España".

 

El omnipresente fantasma

 

La cabeza o máscara del poeta se encontraba incrustara en un nicho de la fachada de Corpus Christi, en el callejón García Lorca, a la altura del Hemiciclo a Juárez, confió Eduardo Vázquez, director de Desarrollo Cultural del ICCM. Ese lugar es una "zona de desastre" y de almacenamiento de mercancías de ambulantes, agregó.

Pero para Artigas el nombre del autor del monumento y el lugar donde se le ubique es secundario. "La cabeza podría estar aquí o en el Paseo de la Reforma o donde estaba, pues el fantasma de este hombre es tan grande que anda por todas partes; esta obra la pudo haber hecho un gran escultor mexicano o español, o algún desconocido que le tenía mucho cariño al poeta".

La lectura de poesía continuaría con otros autores y otros intérpretes hasta entrada la tarde de domingo en la arboleda y concluiría con el espectáculo de la bailaora de flamenco María Antonieta, La Morris. Organizada por el ICCM, esta lectura de poesía española se realizó en forma paralela en otros espacios públicos de la ciudad.

Y mientras esa comunidad de mexicanos y españoles levitaba ųmelancólica o esperanzadaų con la poesía del exilio, otra comunidad, de colombianos y mexicanos, participaba, a ritmo de vallenato, cumbia y salsa, de un festival caribeño.

En medio del frescor del enorme parque México, la explanada encementada del teatro al aire libre era el escenario del último de tres días del Festival Colombia al Parque, una muestra de danza, música, literatura, teatro, artesanías, turismo y gastronomía del país del Gabo.

Ante un letargo macondiano no asumido del todo pese al abrasante sol del mediodía, algunos condes de la Condesa, ante los pequeños puestos, comían tamales ''afrodisiacos'', santafereños, tolimenses, arepas asadas, carimañolas, o dulces de café y coco, veleños, arequipes, bon-bon- bum-moras, o bebían aguas y jugos de corozo, maracuyá lulo o tamarindo.

Otros ųo los mismos pero en diferente momentoų visitaban los puestos de artesanías, de música o de libros, entre ellos las novedades La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, o Reina de corazones, de Jaime Echeverry.

Sólo los niños parecían salvarse del todo de ese pasmo, afanados en colorear los cartones de desecho del taller de pintura infantil de Fernando Machado y Luis Eduardo Ricaurte. El sabor de la cadencia vendría más tarde, rayando el sol, con música y bailes "del interior y de los llanos".

De ese modo, los condes de la Condesa ųno condenas a la rutina gracias a la confusión entre tiempo y movimientoų pudieron hacer de su domingo un paseo, o de su paseo un domingo.