EL DESGASTE ETICO DE LA OTAN
Tras el sangriento bombardeo perpetrado el viernes pasado por la OTAN en la localidad kosovar de Korisa, en el que resultaron muertos casi un centenar de civiles, la alianza atlántica parece haber perdido el sentido ético de sus actos. Ante la evidencia irónica de que estas vidas de albanokosovares fueron segadas por un operativo militar emprendido más bien para preservarlas -según se argumenta todos los días en Bruselas-, los mandos militares y políticos occidentales no logran percibir el sinsentido de sus acciones. Por el contrario, optan por intensificar los bombardeos multiplicando, con ello, los peligros de muerte para la población del país atacado, tanto serbia como albanesa.
Los intentos de atribuir la responsabilidad por la masacre del viernes al gobierno yugoslavo, según los cuales éste habría utilizado a las víctimas como escudos humanos, colocan a la OTAN ante un dilema moral de difícil solución: si esos alegatos fueran ciertos, ello implicaría que la alianza atlántica acepta el papel de verdugo que se le ofrece en ese guión; si fueran falsos, estaríamos entonces ante una coalición dispuesta a distorsionar los hechos en el afán de esconder la de todos modos inocultable torpeza criminal de sus pilotos y planificadores.
Finalmente, si los jerarcas militares y políticos de Occidente no logran explicar ante la opinión pública mundial éstas y otras inconsistencias, se fortalecerá la sospecha -ya bastante extendida- de que la protección de los civiles albanokosovares no ha sido más que un pretexto y que la incursión de la OTAN en los Balcanes es, más bien, un operativo con propósitos geopolíticos inconfesables.