Emilio Zebadúa
Educación pública gratuita
(Segunda y última parte)

Durante los años previos a la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (en 1959), el gobierno había intentado mediante distintas fórmulas volver más accesibles a los alumnos los libros de texto. Una Comisión Editora Popular tuvo como tarea ``seleccionar y dar a las empresas los libros de texto destinados a proveer a las escuelas primarias, secundarias y rurales del país, con un costo no mayor de siete centavos por ejemplar''. Pero el gobierno no asignó recursos suficientes como para imprimir todos los libros de texto que se requerían en las escuelas urbanas y rurales. Las medidas para abaratar los libros empleados en las escuelas se enfrentaron a la fuerza del mercado y los autores comerciales, muchos de ellos colocados en la propia estructura político-burocrática de la misma Secretaría de Educación Pública.

El Estado tuvo, pues, que tomar una medida más firme y directa al crear la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos e intervenir en la elaboración y distribución de los libros. El desarrollo del país lo justificaba, tanto por razones económicas como culturales. Por ello, los textos gratuitos tenían un propósito social y material, pero también uno ideológico y pedagógico: como dice en una cita del libro el primer director de la comisión, el escritor Martín Luis Guzmán, refiriéndose a las primeras ediciones de los libros de texto gratuitos: ``Se trata de los libros más humildes, pero a la vez los más simbólicos que una nación adulta pueda ofrecer gratuitamente a toda su niñez. Son los más humildes porque responden al propósito de enseñar a leer; son los más simbólicos porque con ellos se declara que, en un país amante de las libertades como lo es México, el repartir uniforme e igualitariamente los medios y el hábito de leer es algo que nace de la libertad misma''.

El éxito parcial de la nueva política de libros de texto fue inmediato. Los libros de texto gratuitos y obligatorios le permitieron acceso a la educación básica a un número importante de estudiantes en condiciones de mayor igualdad social y nacional. Para 1964 se habían repartido 112 millones de ejemplares de libros y cuadernos de trabajo. (A la fecha se han publicado unos 3 mil millones de libros).

Con el impulso concreto a la educación pública y gratuita por medio de los libros de texto, el Estado también buscó consolidar la unidad nacional a través de una política social que redujera las diferencias entre el campo y la ciudad y entre las distintas clases de la sociedad. Como expresan los propios actores de la nueva política educativa, ``la aplicación de los libros era la realidad de la reforma. En ella buscábamos los maestros unificar una nación, con el pensamiento de Chiapas, con el pensamiento de Sinaloa, o con el de Veracruz o Baja California. Esa era la misión que, sin los libros, no hubiera sido posible; los mismos conceptos y aspiraciones significaban el rumbo de México. Paulatinamente se enseñaba al pueblo a pensar, discernir, distinguir.

Naturalmente, la política nacionalista, laica, intervencionista y decidida del gobierno en el ámbito educativo provocó una serie de conflictos y controversias que se agudizaron a principios de la década de los sesenta y que giraron en torno, en buena medida, a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Este conflicto -que involucró a la Iglesia, los partidos políticos, el sindicato de maestros, los padres de familia y los autores de los libros de texto- fue detonado por la entrega misma de los libros en las escuelas.

Entre 1960 y 1962 fueron los años de mayor intensidad en el conflicto educativo, mismo que tendió a desaparecer después de ello. La generación -que es la mía- que estudió la primaria en esos años se benefició del acceso a libros de texto gratuitos que ponían un énfasis muy valioso en la unidad nacional, el desarrollo patriótico de la historia y el papel del Estado en el progreso del país. Es grato leer en el libro de Ana Cristina Avila y Virgilio Muñoz uno de los episodios fundadores de esa época y ese espíritu.

En la actual coyuntura, en la que el rumbo y la naturaleza de la educación impartida por el Estado está siendo sujeta de nuevo a debate, la historia alrededor de la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, y la memoria de los motivos y las razones que tuvo en el pasado el Estado mexicano para promover la educación pública y gratuita, resultan muy aleccionadoras.