n Prolongan discusiones hasta agotar temas
Los paristas, firmes en los seis puntos del pliego petitorio
Hermann Bellinghausen n A casi un mes del inicio de la huelga estudiantil, y todavía sin dar señales de cansancio, el Consejo General de Huelga sesionó cerca de diez horas la noche de domingo a lunes, y los delegados prácticamente se amanecieron en la Preparatoria 7, Ezequiel A. Chávez, con ojos de tecolote y la garganta rasposa de tanto subir la voz, sudar y cambiar de estado de ánimo como de calcetines.
A riesgo de dispersión o exasperación, en una inacabable cadena de argumentos y contrargumentos, se discute hasta agotar el punto, literalmente. Al avanzar la noche, los rincones del auditorio y hasta la duela del escenario se van poblando de durmientes, que eventualmente despiertan del coyotito cuando retumba el calor de las voces. Nunca faltan los que no despiertan ni con un pandemonium. Algo soñarán.
Los temas candentes de la asamblea son: qué hacer con la prensa, y qué hacer con el rector Barnés, así como la organización de la consulta metropolitana. Sin embargo, la discusión más prolongada, una vez más, tiene que ver con cuestiones de procedimiento.
Mientras los delegados y otros cientos de estudiantes se dan a la ingente tarea de restructurar el CGH, unos chavos se apuestan en una escalera a jugar ajedrez. Sobre el tablero pasan continuamente los inquietos jóvenes que atiborran el auditorio, en las inmediaciones de La Merced y la estación de bomberos.
Ha sido un movimiento estudiantil muy amenazado y hostilizado, y se siente un aire de desconfianza e hipersensibilidad hacia el exterior, encarnado concretamente, al otro lado de las rejas de hierro de la prepa 7, en los medios de comunicación. Una gran manta dice desde adentro: "Televisa, Televisión Azteca y prensa vendida, todo lo distorsionan".
Veto a la televisión comercial
Luego de debatir ampliamente, el CGH decide vetar a la televisión comercial y a una cadena radial, horas más tarde representadas en unos modestos cartelitos que aparecieron en las estaciones del Metro, con la figura de Pinocho.
En tanto, afuera prosigue la descalificación del movimiento en los medios, que ha llevado a los estudiantes a descalificar a su vez a los medios. Parte del bonito clima que existe para el diálogo.
Firmes en los seis puntos de su pliego petitorio, los delegados discuten, a partir de los acuerdos que traen de sus escuelas, si se desconoce al rector Barnés como interlocutor para el diálogo, o se pide su renuncia en los próximos días.
Durante la fuerte deliberación, se oye decir: "ƑPara qué pedir la renuncia de Barnés, si de todos modos va a renunciar".
Mientras unos insisten en emplazar al rector a que cumpla o renuncie, y no cambiar de interlocutor, otros se preguntan si se cuestiona al individuo o a la estructura (de jefe nato). No falta quien diga: "Sólo el pueblo será nuestro interlocutor".
Unos frenan, otros meten el acelerador: "Podemos hacer más grande el movimiento, ampliarlo a nivel nacional". Del CCH Vallejo dicen: "Si no hablamos con rectoría, Ƒcon quién? Tanto la Junta de Gobierno como el Consejo Universitario están desconocidos por el CGH". Considerando que "una instancia externa viola la autonomía", afirman que la interlocución sigue siendo con la rectoría, "da lo mismo quién sea el rector".
En los ires y venires del debate, se termina imponiendo, por 94 votos contra 69, el desconocimiento del rector Barnés como interlocutor de los huelguistas, si no hay un cambio antes del día 20.
Horas más tarde, el CGH reiteraría su rechazo a la comisión de enlace que designó el rector, y que pretendió reunirse con los huelguistas en el Centro Médico de Ciudad Universitaria.
La unión de los conscientes
Más allá de las vehemencias coyunturales, se va perfilando una nueva andanada de argumentaciones como las que, desde hace un cuarto de siglo, han cuestionado las autoritarias formas de gobierno de la UNAM. Anteriores movimientos de maestros y de estudiantes han exigido, sin éxito, la desaparición de la Junta de Gobierno y el Tribunal Universitario, así como la democratización del Consejo Universitario.
No lo logró el SPAUNAM en su mejor momento, ni el CEU en el Congreso Universitario a fines de la década pasada. ƑAhora sí? Una estudiante de Ciencias Políticas considera que sí, que pueden darse condiciones para ese cambio, convencida como está de la fortaleza del movimiento de huelga.
En todo caso, faltan las argumentaciones. La dinámica de protesta y resistencia sigue imperando entre los huelguistas. Por aquello que los clásicos llamaban "acumulación de fuerzas".
En la percepción de los cientos de brigadistas que, con más ganas que método recorren barrios, escuelas y medios públicos de transporte para hablar con la población de la huelga, a contracorriente de las versiones mediáticas, la simpatía y el apoyo hacia ellos siguen creciendo. Aunque no faltan quienes vean que la gente está poco informada, y los apoyos son por buena onda.
Cuenta un brigadista de Ciencias que una señora en la calle les decía: "Qué bueno que protestan, ustedes que pueden. Lo hacen por todos nosotros".
Como quiera, resulta notable la cantidad de organizaciones sindicales, populares y campesinas que se acercan espontáneamente a los huelguistas. No sólo el STUNAM (que ayer refrendó en asamblea del Consejo General de Representantes su apoyo "incondicional" a los estudiantes), el SME y los sindicatos universitarios de otras partes. También llegan, por ejemplo, 37 miembros del Consejo Nacional Urbano y Campesino de Tlaxcala, con todo y niños, itacate y cobija, o bajan al Pedregal los pueblos originarios del Ajusco.
El domingo, durante el tercer Encuentro Nacional de Estudiantes, una indígena de la Huasteca hipnotizó a los participantes con un aguerrido discurso en lengua náhuatl, donde se filtraban palabras como "estudiantes", "ya basta", "Barnés", "lucha" y "humillaciones".
En seguida tradujo su mensaje, robusta, joven, de huipil hidalguense y voz dura: "Somos indígenas migrantes. Para nosotros, a la universidad nunca podemos llegar. Siempre el gobierno nos trata de orillar a donde no se escucha nuestra voz. Ya basta de tanto desprecio y discriminación. El gobierno es una guerra que está haciendo contra nosotros".
Representantes y visitantes de una treintena de universidades y centros de enseñanza superior escuchaban en silencio a la mujer.
"No tenemos miedo, pero el ejército militar cada día se mete más en nuestras comunidades". Hace un llamado a la unidad: "Estamos conscientes, hay que unirnos con los conscientes". Y los anima: "No se rindan compañeros, échenle ganas".
Una trama de vasos comunicantes que pasa también por la universidad: la de las resistencias contemporáneas de la plebe, de los pobres, los de abajo y los de en medio, en esa infinita variedad de mexicanos que andan sueltos por todo el país y se niegan a verlo en venta, para que luego les cobren por entrar.
Una gran pinta en la barda del estacionamiento de Filosofía y Letras, apuntando hacia la torre de rectoría, dice: "Barny, cuando el dedo señala la Luna, el imbécil mira el dedo. Atentamente, El Espíritu Universitario".
Así se las gastan.
"Hacia las pintas, siempre"
"Durmiendo se trabaja mejor. Formemos comités de sueños", puede leerse en una larga barda de roca volcánica que separa Ciudad Universitaria de la calle, el exterior, el pasillo de comida y fritangas que solía llamarse, no sé ahora, el paseo de la salmonela.
El muro fue ocupado por la palabra, una vez más. Manos de pintura gris y negra que le han dado las autoridades universitarias durante décadas para acallar a sindicalistas, maestros, y diversas generaciones de estudiantes que se han ido sedimentando unas sobre las otras. Miles de carteles fijados con engrudo, miles de frases, anuncios, denuncias y consignas.
Esta vez los ocupantes de la muralla se dividen en dos tendencias. Una, claramente marxista al estilo clásico, con estrellas rojas, hoces, martillos y consignas heroicas: "Cuando un individuo lucha por la libertad, sólo puede encontrarla liberándose a sí mismo".
A la altura de Odontología, cambia la caligrafía mural y a un lado de proclamas por la revolución socialista, puede leerse: "Soy marxista de la tendencia Groucho". Y puesto que "los muros son de quien los pinta", arremeten un buen tramo con la fraseología arriesgada que se usa ahora. Del sesentaiochero "Seamos realistas, pidamos lo imposible", los del 99 extraen un "Seamos pesimistas, pero pidamos lo imposible", que deriva metros después hacia "Pueden pintar los muros de negro, que siempre habrá un color para la verdad".
Cruzando la calle del circuito interior, el espectro de Julius Fucik, aquel checo, santo laico de los estudiantes revolucionarios, que en 1968 era más conocido que ahora, pone su tercio de espadas en otra pinta: "Que la tristeza nunca sea unida a mi nombre".
La jactancia propia de los movimientos juveniles, emparentada lo mismo con la vena okupa estilo europeo que con el viejo izquierdismo latinoamericano, o el rock, dota al presente movimiento estudiantil de un horizonte de politización que no parecía el destino de esta generación de la crisis, la virtualidad y la globalización: "Nuestra esperanza no puede venir sino de la desesperanza", se lee también.
Se proclaman "insolentes", llevan al Che Guevara en las camisetas, lo ponen en los auditorios de las escuelas, en las mantas, en las escaleras, y tienden a la vez a un espíritu comunal, reactivo al protagonismo, a los iluminados y a la manipulación, con una desconfianza que debieron aprenderles a los indígenas mexicanos de los últimos años.
En una sociedad vertical y autoritaria, según los usos y costumbres políticos todavía dominantes, el aprendizaje del famoso horizontalismo toma tiempo y bordea de continuo la incertidumbre y el caos. Aprender cuesta.