Víctor M. Godínez
Las cuentas del empleo

En el año 2000 seremos 99 millones y medio de mexicanos. Diez millones más que en 1994, como resultado de un crecimiento anual promedio de la población, de 1.8 por ciento en el sexenio. En comparación con las tasas de expansión demográfica que predominaron en las seis décadas precedentes, pude decirse que en este frente cerraremos el siglo con cierta moderación.

No obstante, debido a la estructura de edades de la población, el crecimiento de la población económicamente activa (PEA) sigue siendo muy intenso. Entre 1994 y el año 2000 este segmento demográfico habrá crecido a un ritmo anual promedio de 3.6 por ciento, una tasa que multiplica por dos la de la población general.

En 1994, la PEA estaba formada por 34 millones 600 mil personas; en el año 2000 la formarán 42 millones 650 mil. Esto significa que en el actual periodo de gobierno habrá llegado al mercado de trabajo un contingente total de 8 millones 50 mil personas. Es decir, un promedio anual de un millón 340 mil demandantes de empleo.

En 1994, el empleo total ascendía a 28 millones 166 mil plazas de trabajo. La recesión de 1995 disminuyó este volumen en 818 mil empleos. La recuperación económica iniciada en 1996 permitió restablecer el nivel económico alcanzado en 1994, cerrando con 28 millones 282 mil empleos. Así, en los dos primeros años de gobierno del presidente Zedillo, sólo se crearon, en realidad, 116 mil nuevas plazas laborales. En relación con el crecimiento de la PEA, lo anterior significa que en ese bienio se acumuló un déficit de dos millones 564 mil empleos.

En 1997 el volumen del empleo aumentó 3.9 por ciento, en relación con el año anterior, creándose un millón 105 mil nuevas plazas. En el terreno laboral, este pasará a ser el mejor año del sexenio. En 1998, el incremento anual fue 2.6 por ciento, con lo que fueron abiertos otros 874 mil puestos de trabajo. En este segundo bienio ųque sin duda marca la cúspide económica del actual periodo de gobiernoų el déficit de creación de empleo fue de 701 mil puestos. Si a esta cifra se añade la de los dos años precedentes, se acumula para el periodo 1995-1998 un déficit total de 3 millones 265 mil empleos.

En lo que hace a la contratación de mano de obra, 1999 será el peor año del sexenio, después de 1995. Se estima que el volumen del empleo total sólo crecerá 1.8 por ciento, lo que se traducirá en una oferta de 532 mil nuevos puestos. El déficit anual será de 808 mil plazas. Los pronósticos de crecimiento para el 2000 permiten prever un crecimiento anual de 2.2 por ciento en el volumen de empleo, tasa equivalente a 666 mil nuevas contrataciones. Con ello, el déficit de empleo del último año del gobierno será de 674 mil puestos. En total, en este tercer bienio se habrá acumulado un déficit de un millón 474 mil empleos.

De los 8 millones 50 mil nuevos empleos que habrían sido necesarios para absorber de manera productiva el crecimiento de la PEA en el actual periodo de gobierno, sólo se habrán creado 2 millones 311 mil. Esto significa un déficit sexenal de 5 millones 739 mil puestos de trabajo.

Esta elevada cifra de personas que no encontraron empleo en los últimos seis años del siglo se suma al contingente de desempleados que se había acumulado hasta 1994. Muchos de ellos constituyen el ejército de ocupados en el sector informal, que amalgama todo de actividades, de las más precarias a las más sofisticadas. En algunas estimaciones serias y de probada solvencia técnica, como las de CAPEM, se calcula que la ocupación en este sector pasó de un total de 4 millones 900 mil personas en 1994 a otro que en 1999 es ligeramente superior a 8 millones. Según datos de la SHCP, las actividades económicas de este contingente de trabajadores producen un valor equivalente a casi 9 por ciento del PIB.

El desempleo y el subempleo siguen siendo el principal problema económico y social. El balance de creación de empleos de este periodo de gobierno no es positivo, como no lo fue el de los gobiernos anteriores. Se habla mucho del número relativamente modesto de empleos creados, pero poco del déficit acumulado. Y mucho menos de sus efectos corrosivos reales y potenciales en la cohesión social. ƑHabrá alguien, entre los que toman decisiones, a quien preocupe en verdad este problema?