Al cumplirse la primera etapa del proceso de elecciones vecinales con el registro de las diferentes planillas que han de contender en barrios, pueblos, colonias y unidades habitacionales del Distrito Federal, se perfilan ya las campañas que han de culminar con la elección el próximo 4 de julio.
Pero, ¿qué significado y efectos políticos tendrán los resultados que se obtengan en el ámbito de la ciudad de México respecto a la gran competencia electoral que se ha anticipado, y será aún mucho más intensa conforme nos acerquemos al 2000, en cuanto a las elecciones presidenciales y del Gobierno del Distrito Federal?
En primer término, estas elecciones vecinales serán un indicativo importante de las tendencias y preferencias del voto de los capitalinos, pues a pesar de que no se permitirá la participación de los partidos políticos, en el seno de las comunidades se conocen bien las afinidades y simpatías políticas de los integrantes de las planillas, o francamente se les asocia con base en diversos antecedentes a un partido, grupo o corriente en lo particular.
Y aun cuando la votación no fuera elevada, los resultados en sí mismos constituirán, en términos de la estadística, una representativa muestra respecto a la elección del próximo jefe de Gobierno.
Así también, si la elección no es copiosa y se mantiene en los niveles de la anterior, de consejos ciudadanos en 1995, como se estima que ocurra, podría interpretarse como un abstencionismo, debido a cierta desilusión por el comportamiento de los partidos o como una protesta soterrada de segmentos importantes de la ciudadanía hacia las autoridades locales e incluso federales.
Las elecciones pondrán a prueba igualmente el contenido y alcance de la Ley de Participación Ciudadana, pues si los capitalinos perciben que sus representantes vecinales carecen propiamente de facultades para incidir de verdad en la resolución de sus problemas o peticiones, en esa misma medida se alejarán de las urnas.
De igual forma, al concluir estos procesos podrá inferirse si muchos dejaron de votar porque quieren formas de cogobierno y no meramente de gestión, o votaron muchos más de los calculados, como un síntoma benigno de que hay afanes de participar, exigir y mejorar el propio entorno, bajo la apuesta optimista de que junto a la elección de los titulares de las demarcaciones territoriales (hoy delegaciones) en el 2000 se elijan también cabildos.
A la vez, la respuesta que se obtenga en estas elecciones, asociadas a los resultados que generen las votaciones en el estado de México, que han de realizarse el mismo 4 de julio, de hecho se conjuntarán para formar una especie de franja electoral con dimensión metropolitana, como si fuera la punta de una brújula que desde ahora marcara la orientación de las votaciones subsiguientes.
Ante estas votaciones, el Instituto Electoral del Distrito Federal tendrá su primer reto y, sin duda, será a la vez la única experiencia que acumulará para consolidar su capacidad organizativa y afrontar las complejas elecciones de fin de siglo aquí en la capital del país
En fin, estas elecciones, de por sí importantes, serán más trascendentes de lo que estiman quienes las reducen a una simple representación vecinal, pues simbolizarán en buena medida estados de ánimo, actitudes, deseos, aspiraciones y posicionamientos de cara a las cruciales elecciones que definirán el proyecto de Nación que queremos con la aparición del siglo XXI.