Todos los días, la realidad hace que algunos mitos caigan, a la vez de que aparecen otros.
En el primer caso se encuentra el hecho de que los economistas más conservadores, desde hace por lo menos tres años, han venido insistiendo en que la economía estadunidense debía meter el freno a fondo en las principales variables de política económica, para evitar sufrir las terribles consecuencias (básicamente inflación) de alcanzar una situación cercana al pleno empleo. Las presiones de estos grupos siempre fueron en el sentido de elevar sensiblemente las tasas de interés, aplicar medidas comerciales proteccionistas y política fiscal contractiva.
Lo cierto es que el brillante jefe de la Reserva Federal, Alan Greenspan, reiteradamente ha soportado ésas y otras presiones, con valentía y estoicismo, y lejos de seguir esas ``recomendaciones'', para fortuna de su país y del resto del mundo, redujo el año pasado las tasas de interés y, en días pasados -contra los pronósticos-, las mantuvo fijas por un periodo más. Ello evitó que la crisis financiera de 1997-1998 se elevara a niveles aún más alarmantes (a escala mundial) y mantuvo un extraordinario dinamismo de la economía estadunidense. A futuro, esto permite pensar en un horizonte de pronóstico para los años 1999 y 2000 mucho mejor que hace apenas unos meses.
De esta suerte, el crecimiento del PIB del año anterior fue muy alto (casi 4 por ciento) -de los más altos del mundo desarrollado-, al igual que el del primer trimestre del año en curso (4.5 por ciento), y se ha basado centralmente en el consumo familiar (7 por ciento), lo que ha traído como consecuencia que se reduzca el dinamismo de las exportaciones y aumenten sus importaciones. Así, el enorme déficit comercial que en lo que va del año llega a 66 mil millones de dólares, ha evitado que el crecimiento haya sido superior quizás en 2 puntos del PIB.
Lo más importante de esta expansión, aparte de lo que de suyo implica el crecimiento económico, es que, por primera vez en varias décadas, millones de personas que habían sido expulsadas del mercado de trabajo o que no lograban entrar a él, y por tanto sobrevivían de las subvenciones gubernamentales, ahora se han incorporado a la vida productiva a partir de una novedosa relación con las empresas. Dado que éstas ya no encuentran fácilmente trabajadores calificados, ahora ofrecen capacitación rápida a desempleados por largo plazo y programas internos de desintoxicación a quienes padecen de adicciones.
En síntesis, este escenario ha derribado algunos mitos geniales, en virtud de que la realidad estadunidense está demostrando que una buena (no ortodoxa) administración económica conduce a que: a) la economía pueda seguir creciendo con política monetaria relativamente relajada, sin incurrir en presiones inflacionarias; b) que el gobierno logre ahorros importantes, porque deja de pagar seguros de desempleo e, incluso, capta más impuestos provenientes de estos nuevos trabajadores; c) se han abierto opciones laborales para quienes se consideraban inempleables, con lo que se corta un terrible y largo círculo vicioso; d) se mantienen buenas expectativas de absorción de los trabajadores migratorios; e) a pesar de la fuerte sobrevaluación cambiaria del peso (cercana a 8 por ciento) en lo que va del año, seguirán creciendo las exportaciones mexicanas, con el consecuente efecto positivo en nuestro producto y empleo.
Sin embargo, este último punto no debe descuidarse, porque representaría apostar nuevamente el futuro de la balanza de pagos y de la transición sexenal a factores ajenos a la política económica nacional. Ojalá que Greenspan continúe como hasta ahora, derribando mitos geniales.