La Jornada sábado 22 de mayo de 1999

LA OTAN, DIVIDIDA

Una vez más, los ''errores'' de las fuerzas armadas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Yugoslavia, cobraron la vida de víctimas inocentes, arrasaron instalaciones civiles que nada tienen que ver con el aparato militar o policiaco del presidente Milosevic y, para colmo, dañaron las legaciones diplomáticas de tres naciones europeas, una de ellas -España-, integrante de la alianza y patria del secretario general de la organización.

El cinismo con el que los voceros de la OTAN reconocieron su ''equivocación'' y señalaron que -de cualquier manera- proseguirán con sus bombardeos, no resulta nuevo, pero sí constituye una muestra más del desdén y la prepotencia con los que las naciones poderosas occidentales, particularmente Estados Unidos, esquivan su responsabilidad en una acción bélica que no sólo no ha conseguido sus supuestos objetivos ''humanitarios'', sino que ha catalizado la violencia y el odio étnico en Kosovo.

Sin embargo, pese al empecinamiento aliado, parece que el bloque de potencias occidentales ha comenzado a quebrarse: en diversas naciones europeas que forman parte de la alianza atlántica, en especial Italia y Alemania, el rechazo a la agresión contra Yugoslavia ha alcanzado ya las esferas gubernamentales. En Italia, el Parlamento votó en favor de la suspensión de los ataques, y el propio primer ministro Mássimo DƀAlema propuso un cese al fuego unilateral e incondicional, mediante el que los bombardeos cesarían de inmediato, incluso aunque Milosevic no cumpliera con las exigencias aliadas. Paralelamente, en Alemania el primer ministro, Gerhard Schroeder, reconoció hace unos días que existen discrepancias entre los aliados sobre la forma en que debe encararse el conflicto y rechazó categóricamente la realización de una ofensiva terrestre en Kosovo.

Desafortunadamente, las actitudes estadunidense y británica se sitúan en el extremo opuesto a los afanes pacificadores italianos y a los llamados alemanes en favor de una solución política a la crisis de los Balcanes. En primer término, el presidente Clinton rechazó la propuesta italiana y señaló que sólo si Milosevic accede a las exigencias de la OTAN se ordenará el cese de los ataques. Y pese a la oposición alemana, italiana y, en parte francesa, a una eventual intervención terrestre, numerosas voces militares y políticas en Washington, Londres y Bruselas se pronuncian cada vez con mayor vehemencia en favor del despliegue de tropas aliadas en Kosovo, circunstancia que no sólo desecharía los frágiles acuerdos alcanzados por el Grupo de los 8 e irritaría a Rusia y China, sino que podría fracturar la unidad del bloque de la OTAN.

ƑHasta dónde llegará la insistencia estadunidense de continuar con una operación bélica contraproducente en el aspecto humanitario, ineficaz en lo político y militar, y riesgosa en lo tocante a los equilibrios geopolíticos y a las relaciones internacionales? ƑCuántas fricciones y desasosiegos sociales deberán afrontar los gobiernos europeos antes de pronunciarse contra la opción armada y antes de que Europa recobre su capacidad de maniobra para establecer una política exterior y de defensa independiente? ƑCuántos civiles, serbios y kosovares, han de morir ''por error'' -víctimas de las bombas que iban a ''proteger'' sus derechos humanos y ciudadanos- antes de que occidente recupere la sensatez?