La Jornada domingo 23 de mayo de 1999

VENTANAS Ť Eduardo Galeano
La revelación

Cuando Ricardo Marchini cumplió diez años, sintió que la hora de la verdad había llegado.

ųVamos, Leo ųdijoų. Tenemos que hablar.

Galeano Y se marcharon, calle arriba, los dos. Anduvieron un buen rato por el barrio Saavedra, dando vueltas, en silencio. Leonardo se detenía mucho, como tenía costumbre, y después apuraba el paso para alcanzar a Ricardo, que caminaba con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido.

Al llegar a la plaza, Ricardo se sentó. Tragó saliva. Apretó la cara de Leonardo entre las manos y, mirándolo a los ojos, largó el chorro:

ųMirá, Leo, perdoná que te lo diga, pero vos no sos hijo de papá y mamá, es mejor que lo sepas que a vos te recogieron de la calle.

Suspiró hondo:

ųTenía que decírtelo, Leo.

Leonardo había sido encontrado, cuando era muy chiquito, dentro de una bolsa negra de la basura, pero Ricardo prefirió ahorrarle esos detalles.

Entonces, regresaron a casa. Ricardo iba silbando. Leonardo meneaba el rabo, saludando a los amigos: los vecinos lo querían, porque él era marrón y blanco, como el Platense, el club de fútbol del barrio, que casi nunca ganaba.