La Jornada Semanal, 23 de mayo de 1999
Gonzalo Celorio,
Y retiemble en sus
centros la tierra,
Tusquets,
México, 1999.
Querido Gonzalo:
Una dolorosa situación personal me impide estar esta noche contigo y con Juan Villoro para festejar la aparición de tu nueva, espléndida novela. Que la voz de nuestro común y querido amigo Sealtiel Alatriste sea la mía para celebrar la hazaña de tu conmovedora odisea urbana, inscrita, desde luego, en una gran tradición de nuestra literatura, que va de La grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena a La nueva grandeza mexicana de Salvador Novo.
Acaso toda obra narrativa signifique viaje, itinerario e itinerante; desplazamiento. Y no sólo en el sentido físico de moverse de un sitio a otro, sino en el freudiano de actividad del sueño: omisión, modificación, sustitución de satisfactores, cambio del objeto de deseo, sublimación de la percepción.
Nuestra querida, terrible, duradera a pesar de la destrucción y destructiva a pesar de la fidelidad, Ciudad de México, rara vez ha encontrado un protagonista que la resuma mejor que tu viejo, nostálgico, bebedor Arquitecto. Su periplo por los bares y los antros del centro es a la vez construcción de una ciudad perdida e irremisible resignación ante su pérdida.
La lectura de tu novela me regresa a los orígenes latinos de la narración peripatética en El satiricón de Petronio, pero sobre todo a la primera gran aventura moderna de nuestra modernidad narrativa, La Celestina del judío converso español Fernando de Rojas, cuyo Quinto Centenario -el de la obra, aparecida en 1499- celebramos este año. La Trotaconventos de Rojas derrumba los muros del encierro medieval y abre la ciudad renacentista a la circulación del poder, la ambición, el dinero, el sexo... A partir de Rojas, el ambulantaje literario se vuelve inseparable de la narrativa urbana. Calcula, mi querido Gonzalo, cuántas millas recorren en Londres los personajes de Dickens, cuántos kilómetros los de Balzac, para acudir a la cita amorosa, visitar al padre encarcelado por deudas, huir de la fábrica de explotación infantil, acudir al baile del deseo con la piel de zapa en el puño, escapar de la policía a lo largo de los techos de Oliver Twist, sumergirse en los desagues del Sena para salvar al muchacho herido en las barricadas...
Desplazarse por la ciudad es disfraz, es sueño abreviado, es deseo erótico confundido con deseo social: tu Arquitecto (hablo de ``tu Arquitecto'' con el cariño onomástico y alusivo que reservo para otro ilustre borracho, ``el Cónsul'' de Malcolm Lowry) cumple todas estas funciones en su periplo, hasta convertirlo en un rito. Tu novela es, sobre todo, eso: un gran rito, una ceremonia que transforma el gesto en símbolo.
Me explico: el viacrucis, el doloroso periplo del Arquitecto por el centro de la Ciudad de México, es lo que tú narras pero es algo más. La lógica sólo puede tener un sentido. La poética -y tu novela se sustenta en y despliega su ínsita poesía- propone más de un sentido. Si el Arquitecto y su viacrucis constituyen un desplazamiento simbólico, éste sólo es válido en cuanto tu escritura, Gonzalo, es sólo falsamente transparente y gloriosamente opaca: no hay nada en tu novela, por muy aparente que parezca, que no oculte un segundo, un tercer, un interminable sentido... Haces literatura, no lógica. Haces poesía, no estadística urbana.
Quería decir esto por delante para entender algo sin sacrificar nada en la lectura de tu viacrucis. Tu ciudad es la mía. La amamos igual. La deploramos igual. Nos duele su destrucción gangrenosa e instantánea. Nos duele aún más su permanencia, su lopezvelardiana fidelidad a sí misma, porque nos recuerda lo que fue y lo que pudo ser, en contraste con lo que es. Un bar y un tequila son tu refugio. Pero sentado allí, en cada cantina que vas recorriendo, en cada antro que vas templando y retemplando, logras, Gonzalo, lo que todo gran escritor con su ciudad: dejas que la ciudad produzca tu libro pero, al cabo, es tu libro el que produce la ciudad.
¿Hay Londres sin Dickens, París sin Balzac, Petersburgo sin Gogol, Dublin sin Joyce, Doblin sin Berlín y Manhattan sin Dos Passos? Tu novela, como las de ellos, es una producción de la ciudad, pero dotando a la ciudad de lo que la ciudad, en sí misma, como construcción, carece: imaginación, memoria, deseo... Lo fantástico de tu escritura urbana es que, ejerciéndola, impides que la Ciudad de México se clausure. El itinerario trágico del Arquitecto lo destruye a él pero le da vida a la ciudad. ¿Cómo? Mediante el sencillo pero extraordinario recurso de decirnos: la ciudad nunca se cierra. La capital mexicana nunca cuelga un letrero a la entrada diciendo ``cerrada por reparaciones'', ``sólo se atiende de nueve a cinco'', ``vuelva mañana'', ``nos fuimos de vacaciones...'' ¿Y por qué nunca se cierra la ciudad? Porque encierra, como dijo Balzac de París, cien mil novelas. Tu Ciudad de México, Gonzalo, es la ciudad de Argos: tiene un cuerpo tatuado de miradas. La más aguda, la más tierna, la más dolorosa, le pertenece a Gonzalo Celorio.
Un abrazo de felicitaciones, mi queridísimo Gonzalo Celorio: has convertido en tragedia personal, errabunda y mortal, el destino de un hombre en la ciudad de los palacios. Te saluda con admiración,
Carlos Fuentes
Jorge Ruiz Dueñas,
Carta de rumbos,
UNAM (Difusión Cultural),
México, 1998.
Con Carta de rumbos, Jorge Ruiz Dueñas ha conquistado un sitio sobresaliente en el coro de nuestros más distinguidos escritores. El renovado empeño en poner de manifiesto la sinceridad de su emoción, las desnudas apreciaciones acerca de la condición humana, el entusiasmo del hombre que ha sabido serlo antes que escritor, todo se transparenta en estos versos, que recogen, en bien cuidadas palabras, la intensidad de sus experiencias. En su pluma reconocemos una actitud nunca desvirtuada y una vocación cuyo entusiasmo se da la mano con el acierto; en donde la pasión por las emociones procura transformarse en obras bellas y el amor por la lengua castellana aspira a convertirse en páginas que pretenden perdurar.
Este libro reúne los más disímiles objetos, las más distantes actitudes, las más comunes sensaciones y, también, los más insólitos instantes en que la emoción ilumina aquello que, por oculto, pareciera inexistente. Ruiz Dueñas ha dicho que ``quisiera creer que la poesía es más un medio de conocimiento esencial mediante la intuición, que un medio de representación''. Al ejercer ese ``conocimiento esencial'' no olvida su origen, colmado por el rumor de las olas y el calor de la arena y sólo en la fecundidad de los sentidos, en las sensaciones inmediatas, en aquello que lo rodeó en su infancia, encuentra el deslumbramiento. Confiesa que en el orden sensorial del impulso marino y del desierto jubiloso -``amparado siempre por la seducción telúrica del brazo peninsular de nuestras Californias''- ha dispuesto la creación de su tarea lírica. Su poesía es, por eso mismo, una muestra del vivo reflejo de su espíritu y de la tierra que lo vio crecer:
Es la enumeración de un mundo que siempre ha conservado dentro de su conciencia; es decir, es la imagen de sí mismo.
Podríamos afirmar que para Jorge Ruiz Dueñas la poesía es el escudo que nos defiende ante el embate de un mundo no siempre amable, no siempre acogedor ni dócil a nuestros deseos. Y presiente que la pasión por el arte, el amparo que su magia nos otorga, el prodigio de su asombro, integran la única, o más válida, salvación frente a una realidad que, si bien a veces se vuelca armónicamente, también suele mostrar el oleaje del desconsuelo. A fin de cuentas, la poesía resulta un refugio ante los aires melancólicos, frente a los vientos desolados, contra el huracán que todo lo destruye. Caminando a su lado, junto a ella, tratada cotidianamente, la vida se desliza con la certeza de que valió la pena haber nacido.
La variedad de los temas de Carta de rumbos se desborda unida a menudo a la autobiografía. Hechos personales, recuerdos infantiles, actos reflexivos, referencias secretas, leyendas vagas, temores y entusiasmos, testimonian la sensibilidad del poeta. La nostalgia de lo sucedido y el relámpago amoroso siembran en su imaginación la inofensiva tristeza de aquello que, confuso a la distancia, perdura latente dentro del alma. Vivir se resume en ser arrastrado por el deseo de perdurar como un viento oscuro que fluyera hacia la conciencia. La frase escrita concede asilo a la danza de las horas e inmoviliza el pasado que desde lejos nos vigila. Frente al amplio panorama que lentamente desaparece en franca huida hacia la nada, persisten el amor y el arte como los ávidos vigías que habrán de ser los acompañantes invariables hasta la hora de la hora en que el tiempo se detenga por los siglos de los siglos:
Truman Capote,
Tres
cuentos,
Anagrama,
España, 1998.
¿Qué es la infancia? El mundo adulto acostumbra situarla en un terreno ambiguo, a medio camino entre el olvido, la idealización de un supuesto paraíso y el miedo del niño arrojado a una realidad hostil. Expuestos a la novedad del mundo, lo que quiere decir a su maravilla, pero también a su atrocidad, los niños que todos fuimos preferimos refugiarnos en las convicciones del adulto para olvidar que hubo un tiempo en que las certezas se resolvían en un reino que la madurez parece volver inaccesible; un tiempo en que la seguridad y la indefensión eran indisolubles, cuando nuestra vida entera era una masa moldeable en las manos de otros.
Cuando la literatura se adentra en el mundo de la infancia corre el riesgo de romantizar un edén que no existió o, por el contrario, de exagerar sus elementos de indefensión y fragilidad. Por eso es gratificante encontrarnos con los cuentos que giran alrededor de la infancia de Truman Capote. Editorial Anagrama rescata en el libro Tres Cuentos los relatos ``Un recuerdo navideño'', ``Una Navidad'' y ``El invitado del día de Acción de Gracias'', y nos ofrece un atisbo al mundo de la infancia que, sin concesiones, sin ideas preconcebidas sobre el horror o la maravilla de ser niño, es fresco, verosímil, convincente.
La infancia no es un terreno desconocido para Capote. Siendo yo misma una niña leí por primera vez a este autor nativo de Nueva Orleans en un cuento escalofriante: ``Miriam''. Ahí, una niña de deslumbrante belleza no representa precisamente la inocencia, sino que es también agente del miedo y el vértigo, un espejo de la terrible libertad de la juventud y la belleza expuestas ante una mujer solitaria que se enfrenta a la última estación de su vida. Capote colaboró, además, en el guión de The Innocents, inmejorable visión cinematográfica de una novela prodigiosa: Otra vuelta de tuerca, de Henry James. En estos Tres Cuentos el lector volverá a encontrarse con un autor fascinado por la infancia, capaz de percibir el mundo con sutileza y ternura, pero no por ello menos desnudo y real, bello y atroz, incomprensible y transparente a la vez.
El protagonista de estos tres relatos es Buddy, a quien habrá que identificar con el mismo Capote: en estos cuentos el autor logra fijar las experiencias inolvidables de su propia infancia. La compasión camina en estos relatos de la mano del horror y el abandono. La cercanía de Buddy con su amiga, una tía solterona, y con la perra Queenie, el encuentro con su padre o con el enemigo odiado y fascinante, Jodd Henderson, son los puentes por los que llegamos las experiencias del amor, la ternura, la compasión, el odio, la envidia, el triunfo y la derrota recién descubiertos en el inicio de la vida. Las fechas importantes graban estas anécdotas en la memoria del niño Buddy; es decir, del escritor Truman Capote, y nos entregan un vívido retrato de inmediatez de la infancia y su realidad tangible, sin adornos de una felicidad artificial, pero también sin falsas dramatizaciones de los triunfos y derrotas del niño. La vida llana y simple, tal cual es, es el tema que aborda Truman Capote en estos cuentos a través de los ojos del niño que fue.
Claude Katz,
Chile bajo Pinochet,
Editorial Anagrama, Colección Crónicas
Barcelona,
1998.
Traducción de Joaquín Jordá.
Para cuando esta reseña se publique, los cinco lores encargados de determinar acerca de la inmunidad diplomática de Augusto Pinochet quizá ya habrán emitido su veredicto. No importa mucho cuál sea éste porque, para quienes vieron en el Chile de Allende una esperanza y convivieron con los exiliados que el golpe del '73 trajo a nuestras tierras y con los hijos del exilio, hace mucho tiempo que la decisión está tomada: Augusto Pinochet fue, es y será culpable de crímenes de lesa humanidad. Tanto como los creadores de los campos de exterminio bajo el terror nazi y del gulag y todos aquellos que hoy atentan contra la dignidad del hombre refugiándose en razones de Estado, en preceptos religiosos y aun ideológicos.
Para fortuna de nuestro país, el exilio chileno -y sudamericano- fue generoso: escritores, artistas, maestros y pensadores se sumaron a la vida académica, cultural y aun política. Pero para los que se quedaron, para los que resistieron en la clandestinidad y para aquellos que encararon a la junta, las cosas fueron más bien terribles. Y Chile bajo Pinochet, libro de curiosa historia que le debemos a Claude Katz, nos enseña que muchos de los preceptos y las leyes a los que hoy recurren los abogados defensores del ex-dictador fueron violados sistemáticamente durante los amargos días que siguieron al 11 de septiembre: así, muchos militares y aviadores, simpatizantes del gobierno de Allende, fueron juzgados y condenados por tribunales militares por delitos cometidos cuando las leyes de excepción no existían. Y este caso, el de las fuerzas armadas que Katz documenta, es tan sólo uno de los muchos sinsentidos legales utilizados por los militares chilenos para desatar la represión. ¿Cómo es posible que hoy el ex-dictador se pretenda amparado por una justicia que en su día no respetó?
El libro de Katz -publicado originalmente en 1975 por Anagrama y secuestrado casi de inmediato por el Ministerio de Información español- es el testimonio de una época: son las voces de los pobladores, de los campesinos beneficiados con la reforma agraria allendista, de los obreros, de los luchadores clandestinos y aun de los estudiantes expulsados por los militares de las escuelas, las que escuchamos en estos testimonios recogidos a lo largo de los ocho meses que el autor vivió en aquel país.
Katz tuvo la suerte -mala o buena- de llegar a Chile justo un día antes del golpe y su trabajo social le permitió entrar en contacto con diversas organizaciones políticas a las que ayudó lo mismo en la búsqueda de asilo para algunos perseguidos que en realizar algunos contactos en el interior del país.
El libro, de escasas 126 páginas, contiene el testimonio directo de quienes vivieron el régimen de Pinochet y sobre todo los dos primeros años, quizá los más virulentos: estudiantes, choferes, ``pobladores'', familiares de militares y luchadores clandestinos nos entregan el retrato de sus penurias y nos muestran que fue contra muchos de los sectores más desfavorecidos con quienes se ensañó la junta. Detrás de la recuperación económica se encuentran no sólo una violencia sistemática contra las organizaciones obreras sino también reducción de sueldos y condiciones de hambre que expulsaron a muchos habitantes de la ciudad hacia los cordones de miseria que aún hoy existen en Santiago de Chile.
La visión de Katz -como fue la de muchos de nosotros en aquel tiempo- es una visión parcial, politizada, comprometida. Quizá por ello, por momentos el discurso puede parecernos ajeno, lejano. Sin embargo, el testimonio de quienes vivieron los días más negros de la dictadura es rabiosamente actual. Fueron ellos los que vivieron en carne propia los experimentos de quienes -como hoy día- creen que la vida puede medirse por medio de los indicadores económicos.
Se dice que quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo: el libro de Katz es, en este caso, una pequeña pero muy significativa apuesta a favor del recuerdo en un momento en el cual reina la desmemoria y los negros años dictatoriales parecen estar mucho muy lejos aun cuando sucedieron -y en algunos casos subsisten- hace apenas unas decenas de años. Chile bajo Pinochet nos recuerda que la sinrazón nos acecha a la vuelta de la esquina y que el juicio contra el ex-dictador es en el fondo un acto simbólico -no importa el veredicto- contra el olvido.
Crónica
Desde el lago del Cielo. Viajes por Sinkiang, Tíbet y Nepal, Vikram Seth, trad. Juan Gabriel López Guix, Col. Biblioteca Grandes Viajeros, Premio Thomas Cook de viajes, Ediciones B, Barcelona, España, 1998, 286 pp.
Más allá de las pirámides. Viajes por el Egipto desconocido, Douglas Kennedy, trad. çngela Pérez, Col. Biblioteca Grandes Viajeros, Ediciones B, Barcelona, España, 1998, 297 pp.
Educación
La escuela y la computadora, Alejandro Spiegel, Ediciones Novedades Educativas de México, Buenos Aires, Argentina, 1997, 208 pp.
Resolución de problemas matemáticos. Visualización y manipulación con computadora (incluye disquette con ejercicios), Herminia Azinián, Ediciones Novedades Educativas de México, Buenos Aires, Argentina, 1997, 160 pp.
Ensayo (biográfico)
Arte de la biografía, Varios autores, Estudio preliminar de Hernán Díaz Arrieta, Col. Biblioteca Universal, CONACULTA/Oceano, Barcelona, España, 1999, 422 pp.
Frida Kahlo. Una vida abierta, Raquel Tibol, Col. Diversa, núm. 11, UNAM, México, 1998, 233 pp.
Nietzsche en Turín. Una biografía íntima. Los últimos días de lucidez de una mente privilegiada, Lesley Chamberlain, Col. Biografía, Editorial Gedisa, Barcelona, España, 1998, 269 pp.
Ensayo (político)
Etica y poder, Jorge Sánchez Azcona, 2» edición, Editorial Porrúa, México, 1998, 149 pp.
Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, Claudio Lomnitz, Col. Espejo de México, Editorial Planeta, México, 1999, 233 pp.
Narrativa
Cuentos sobre el cuento, Antología de Lauro Zavala, Teorías del cuento IV, Serie El Estudio, UNAM, México, 1998, 401 pp.
Júrame que te casaste virgen, Beatriz Escalante, Col. Plaza Mayor, Grupo Patria Cultural/Nueva Imagen.
La vida de un muerto, îscar de la Borbolla, Col. Plaza Mayor, Grupo Patria Cultural/Nueva Imagen, México, 1998, 162 pp.
Llora, Alegría. La increíble historia de la mujer que lloraba lágrimas de oro, Cuca Canals, Col. Autores Españoles e Iberoamericanos, Editorial Planeta, México, 1999, 277 pp.
Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, Malcolm Lowry, traducción de Carlos Manzano, Ediciones Era, México, 1998, 265 pp.
Son de Mar, Manuel Vicent, Premio Alfaguara de novela 1999, Editorial Alfaguara, México, 1999.
Yo le canto al cuerpo gélido, Irving Ramírez, serie El volador, Premio Juan Rulfo para novela 1997, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1999, 143 pp.
Poesía
Paisajes desde un balcón, Carlos Enrigue, çgata Editores, México, 1998, 41 pp.
Superación personal
El pensamiento adictivo. Cómo distinguir y corregir sus conductas codependientes, Abraham J. Twerski, trad. Elianne de Cazenave, Col. Hombre nuevo, Grupo Patria Cultural/Promexa, México, 1999, 162 pp.
Corrido
El corrido de Nacho Moctezuma, Armando Ortiz, Ediciones Cultura de Veracruz, Veracruz, México, 1998, 86 pp.
Revistas
Parteaguas, revista trimestral, enero-marzo 1999, con textos de: José Saramago, Guillermo Samperio, David Martín del Campo, José Cruz Cruz, entre otros. Comisión Mexicana de Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, A.C. México, 1999, 68 pp.
Teatro
Historia del teatro en Puebla. Siglos XVI a XX, Ricardo Pérez Quitt, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/Dirección General de Fomento Editorial, Puebla, México, 1999, 197 pp.
Carlos García-Tort