Biología y ciencias exactas
Gustavo Viniegra González
Hasta hace poco, la selección vocacional de la biología se hacía en parte porque no requería matemáticas, química ni física y por eso algunos de sus estudiantes escogían esta carrera. Pero, šoh fatalidad!, la biología moderna se convierte aceleradamente en otra ciencia exacta más. Sin embargo, en ciertos círculos de académicos se festeja que no sea necesario conocer las ciencias exactas para seguir haciendo su labor, sin darse cuenta que con ello limitan mucho el desempeño profesional de los nuevos biólogos egresados de nuestras universidades.
La imagen clásica del biólogo naturalista está cambiando. A la colección de especímenes de animales, plantas y otros organismos, se añade la necesidad de estudiar su estructura genética. Pero eso no es todo. Las llamadas listas de animales y plantas ahora requieren estudios más complejos. Se necesita entender los flujos de materia y energía, se estudian las interacciones químicas entre las especies y se evalúan las poblaciones siguiendo modelos matemáticos.
Lamentablemente esto no ha sido visto por todos como algo bueno y deseable. Por ejemplo en una consulta técnica: dos connotados investigadores dijeron entre broma y de veras: uno, que los biólogos solamente requerían saber contar hasta 300 y, el otro, se complacía de no haber tenido que usar el cálculo diferencial e integral en toda su vida profesional. Estas opiniones frenan indiscutiblemente el progreso de las ciencias biológicas de nuestro país.
El tema de evaluar los riesgos e impactos ambientales se ha vuelto un campo muy atractivo para que los biólogos ejerzan su profesión, pues nuestra ley exige que muchos proyectos industriales y de construcción tengan ese tipo de estudio. Por ejemplo: de qué forma una presa, una carretera o un desarrollo urbano afectarán negativamente a la diversidad biológica. O de qué manera una empresa industrial nueva podría contribuir a dañar la calidad ambiental. Estas preguntas requieren cálculos del impacto de los cambios físicos y químicos sobre los ciclos vitales de muchas especies, incluyendo la nuestra. Se necesitan opiniones fundamentadas en principios reconocidos por la comunidad científica internacional.
Además, el aprovechamiento racional y autosostenido de nuestros sistemas biológicos requiere conocimientos avanzados en genética, bioquímica y fisiología celular. Un ejemplo notable de esta lucha por entender, conservar y aprovechar las selvas tropicales se está dando en Costa Rica. Ese país firmó un contrato con una empresa farmacéutica internacional para conservar y proteger una región selvática que sería explotada, por un plazo fijo, como nueva fuente de medicinas y productos biotecnológicos, a cambio de pagos anuales para crear un nuevo instituto local dedicado a explotar esa misma región cuando termine el contrato de esa empresa. De esa forma, Costa Rica se prepara para entrar en la competencia para el aprovechamiento moderno y sostenido de la selva húmeda, con mejores armas y recursos que los intentados por los pobres campesinos llamados "siringueros" del Brasil, cosechadores del látex del caucho selvático que ahora languidecen por falta de mercado de su único producto. Todo ello por falta de investigación y desarrollo en la búsqueda de nuevos productos para los abundantes y muy variados recursos de esa región.
No hay sustituto al conocimiento científico. La ciencia biológica enseñada en México requiere modernizarse, so pena de condenar a las nuevas generaciones al subempleo y a la invalidez profesional. No se trata de rescatar a los profesores que se conforman con haber sido exitosos. Se trata de ofrecer a las nuevas generaciones de biólogos un camino profesional cada vez más promisorio y útil a nuestra sociedad.
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