Teresa del Conde
Preservación patrimonial

Existe una propuesta de ley que se discute en el Senado de la República, formulada por los propios senadores y tendente a modificar la vigente Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972. La iniciativa implicaría reformar el artículo 73, fracción XXV de la Constitución.

De la exposición de motivos, se advierte lo siguiente: nuestras antiguas civilizaciones eran resumen del desarrollo socio-político, religioso y cultural que caracterizó a esos pueblos y que hoy día son motivo de orgullo y admiración en México y en el mundo. Desde luego que hay acuerdo unánime en ello, pero es un orgullo digamos que de linaje, no puede serlo de otra cosa; salvo el arte en todas sus manifestaciones, inclusive en las leyendas y mitos, nada de lo que caracterizó a esos pueblos puede resurgir como modelo practicable: ni el sacrificio humano ni las prácticas de desollamiento ni el culto a Huitchilobos. Son legámenes, eso sí, capaces de generar arte. Las cosmovisiones son y seguirán siendo motivo de estudio y de reflexión, pero no de práctica científica o filosófica. Es improbable que alguien crea hoy (más que acaso metafóricamente, sobre todo en el terreno de la política) que hay que extraer corazones con un cuchillo de obsidiana para complacer a los dioses.

Como asistí a una junta en la que se dio a conocer el proyecto de ley e incluso fue entonces que empezó a discutirse, aunque no en espacio propiamente público, me siento tentada a decir algunas cosas.

No sólo lo que hoy se considera arqueológico lo es. El quiebre representado por la Conquista resulta indiscutible, pero la arqueología compete también a épocas posteriores. En el siglo XIX es el carácter histórico el que determina valía y en el XX priva lo artístico, que concierne a la estética.

Aún hoy día Ernst H. Gombrich, máximo historiador del arte viviente, evita sugerir que el estudio del arte sea necesariamente más subjetivo que el estudio de la ciencia y de algún modo tiene razón, porque existen patrones estrictos que el historiador respeta cuando interpreta textos y cuando valora, por ejemplo, la autenticidad de una obra. Pero lo que por fuerza es subjetivo, es el descubrimiento o asignación de importancia que determina la alta valía estética de cualquier obra, trátese de edificios, esculturas monumentales o públicas, pinturas, entornos urbanos, etcétera.

Sucede con frecuencia que quienes califican a veces saben y otras no. Existe una diferencia entre estar al día y tener cultura. Es un hecho incontestable que los suplementos culturales, las revistas, algunos programas de tv y los reportajes, son proveedores para quienes ųextremamente ocupadosų no tienen tiempo para investigar, leer o siquiera para pensar. Estos proveedores permiten seguir en contacto con la cultura y hasta posibilitan la inmersión en el ámbito cultural, pero no bastan.

De otra parte la crítica jamás ha tenido aspiraciones de ''ciencia", ni siquiera la crítica de los estudios científicos la tiene. En los mejores casos, la buena crítica implica opinión entendida y argumentada. La crítica, eso sí, fundamenta el andamiaje del discurso estético. Pensemos por ejemplo en las construcciones, los monumentos, incluso los panteones, lo que hay que tener en cuenta es que sus objetivos funcionales, sociales, simbólicos y artísticos son en cada caso diferentes. Así como no se puede juzgar con el mismo criterio una catedral gótica que un templo griego, tampoco puede juzgarse con idéntico criterio la iglesia historicista de la Sagrada Familia en la colonia Roma, que la de la Medalla Milagrosa en la Del Valle (obra de Candela y escenario de un filme de tema shakespereano).

Los mismos griegos planteaban diferencias constructivas entre un templo construido en una colina y otro en una llanura. ƑEn qué punto se finiquita esta fragmentación?, Ƒlo artístico es exclusivamente lo que gusta, basándonos en consensos? Nadie pugnaría por la demolición del Palacio de Bellas Artes, pero a algunos eruditos no les gusta y hasta se han burlado de él.

Tal vez, si se quiere evitar un pandemonium (que ya se inició) bastaría con que un grupo delimitado de personas honestas, conocedoras y con criterio se preocuparan lo suficiente y sobre todo analizaran las distinciones más finas. La formulación de estos análisis no es cosa que se aprenda de la noche a la mañana. Y tampoco, como se ha visto, es posible decir ''esto es arte, eso no". Sin embargo hay estructuras, hay objetos que técnica, formal y simbólicamente satisfacen una serie de exigencias, apelan al intelecto, son ''amables", disfrutables, provocan deleite o interés, y en varios casos se han convertido en paradigmas.

Ningún arte puede gustar ni imponerse por fuerza a todo el mundo, ni siquiera a una comunidad. Lo ''artístico" puede ser muy vago, pero la detección del potencial que algunas cosas tienen de suscitar admiración o deleite no lo es tanto. Los consensos existen.