Alberto Aziz Nassif
ƑY las reglas de la oposición?

La semana pasada el PRI desplegó las reglas para su estrategia de sucesión y las reacciones se pueden dividir en dos grupos: la que considera que se trata de una transformación democrática importante para el sistema político, y la que sostiene que es un simple teatro, y que la cargada a favor de Francisco Labastida muestra que sólo cambiaron las apariencias pero que en realidad el PRI seguirá siendo lo que siempre ha sido. Entre las dos anteriores puede haber una tercera, la que establece una postura crítica y se reserva el derecho de observar el desarrollo de los acontecimientos en los próximos meses. La iniciativa del PRI resulta de una necesidad, porque la ruta de seguir con los viejos métodos los hubiera condenado a un riesgo mayor que el actual. La jugada priísta, independientemente de que resulte exitosa, le da una posición importante en los próximos meses por el hecho de haber logrado establecer la iniciativa política, con lo cual marca a esta fase de la sucesión sus propios tiempos y ritmos.

Hoy, más que antes, es necesario que la oposición, además de tener una actitud crítica, no haga una interpretación equivocada: la jugada del PRI está bien planteada, a pesar de que tiene riesgos nada despreciables, por lo tanto sería un error apostar pasivamente a que las cosas le salgan mal al priísmo y al gobierno para poder crecer y tener posibilidades reales de ganar. Por el contrario, se necesita desplegar una estrategia nueva y atractiva.

Los partidos de oposición se encuentran ante una disyuntiva que necesitan resolver, si es que realmente aspiran a ganar en las elecciones del 2000. La gran disyuntiva de la oposición será decidir cómo quiere ir a las elecciones del año venidero: con sus propias fuerzas y en una ruta que implica un alto riesgo de perder y de fragmentar el voto, o si está dispuesta a dar un salto cualitativo, como se decía antes, y agrupar sus fuerzas para presentarle a la ciudadanía una opción nueva y fuerte que pueda construir el país del siglo XXI. Sobra decir que la primera opción, que puede implicar dos coaliciones opositoras, es la más fácil de lograr, prácticamente sólo se tienen que seguir los calendarios y las reglas ya establecidas. Pero, para la segunda opción sí es indispensable hacer un esfuerzo extraordinario.

Frente a la posibilidad de una coalición opositora surgen muchas dudas: por una parte, hay una idea generalizada de que las dos cabezas más importantes de una coalición amplia, PAN y PRD, son muy diferentes en sus programas, ideologías y cultura política, lo cual es cierto, pero no es un obstáculo insalvable si vemos cómo hay coaliciones gobernantes y muy heterogéneas en muchos países; y por la otra, los obstáculos legales, ya que las reglas actuales para formar coaliciones castigan de forma severa la capacidad y los recursos de los partidos que así lo decidan. Sin embargo, existen también otros argumentos que pueden hacer necesaria una coalición opositora: se trata de una alianza estratégica que tenga como objetivo central crear un sistema democrático y establecer las reformas institucionales necesarias para ello. A diferencia de las opiniones que insisten en las diferencias ideológicas, sin negarlas, considero que existe un espacio de convergencias mayor sobre diversas políticas públicas, por lo cual no sería muy complicado establecer un programa mínimo de transición. Si este punto de partida es válido para las partes, el siguiente paso, que paradójicamente es el más complicado, es el de las reglas para formar una coalición para el Congreso y obtener un candidato a la Presidencia, que se tiene que acordar en las próximas semanas. Parece que la dificultad mayor se encuentra en la candidatura a la Presidencia, pues no existe confianza sobre los métodos para elegir al candidato.

En estos días veremos cómo están los consensos entre los líderes de la oposición; de las decisiones dependerán sus oportunidades para el año 2000.

Tal vez, lo que se pueda pedir a los partidos políticos de la oposición sea que tomen en cuenta, antes de decidir, que por primera vez existe una posibilidad real de ganar en alianza porque el enemigo a vencer es poderoso y ya tomó la iniciativa.