PAN-PRD: ALIANZA INCIERTA
La posibilidad de que los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática logren establecer una coalición electoral ųo, por lo menos, postular un candidato presidencial comúnų, para los comicios del año próximo, se ha convertido en uno de los aspectos más interesantes del proceso de sucesión que se ha iniciado ya en el país, a contrapelo de los tradicionales "tiempos políticos". En torno a esta perspectiva se realizó, ayer, el más importante encuentro que haya tenido lugar entre directivos de ambas formacio- nes políticas, en lo que constituyó una reunión exploratoria de cara a la posible coalición o candidatura de unidad.
Como era previsible, el contacto no fue sucedido por anuncios espectaculares, y en él no se acordó más que continuar los encuentros, en lo que será, sin duda, una tarea difícil, árida, y tal vez, a la postre, infructuosa.
Pero la posibilidad de la alianza referida seguirá causando expectación porque, de acuerdo con el mapa electoral que dejaron las más recientes elecciones federales, las de 1997, los sufragios sumados del PAN y del PRD constituyen mayoría casi absoluta y porque, si las preferencias electorales no experimentaran variaciones bruscas entre el año antepasado y el entrante, una coalición panista-perredista tendría grandes posibilidades de ganar la Presidencia de la República y una mayoría en el Congreso de la Unión.
Adicionalmente, no es descabellado pensar que tal alianza ejerciera sobre los partidos menores, el del Trabajo y el Verde Ecologista, una gravitación significativa. Antecedente inmediato de semejante alineación fue el llamado "bloque opositor", que se conformó en la Cámara de Diputados en las postrimerías de 1997, y que significó, para el PRI, la pérdida del control de ese órgano legislativo.
Por otra parte, no deben subestimarse los enormes obstáculos a los que habrá de enfrentarse la conformación de un acuerdo electoral entre Acción Nacional y el partido del sol azteca. En primer lugar, los orígenes, las ideologías, los programas, las plataformas y los estilos políticos de las dos principales formaciones opositoras del país son, en muchos puntos, opuestas y, tal vez, irreconciliables, empezando por las propuestas de cada una en materia de política económica.
A ello han de sumarse los agravios y enconos acumulados entre las dirigencias de ambos partidos desde los tiempos de las concertacesiones entre el gobierno salinista y Acción Nacional, enconos que se agravaron durante las campañas de 1994 y siguieron ahondándose cuando, el año pasado, los diputados panistas abandonaron las posturas opositoras y optaron por aprobar, en lo esencial, la propuesta gubernamental para saldar el rescate bancario.
Por añadidura, ambos partidos se encuentran en una fase avanzada en la definición de sus candidatos presidenciales, y no parece probable que los aspirantes con mayores posibilidades de lograr las respectivas nominaciones ųCuauhtémoc Cárdenas, en el PRD, y Vicente Fox, en el Partido Acción Nacionalų puedan o quieran desarticular el activismo y las adhesiones que concitan en sus respectivas organizaciones, para dar paso a una candidatura de unidad.
En suma, la gran alianza opositora para los comicios del año 2000 es una posibilidad espectacular pero improbable.