Luis Javier Garrido
La consulta

El movimiento estudiantil de 1999 sigue sorprendiendo a todos por su imaginación y creatividad teórico-práctica al seguir defendiendo el carácter público de la Universidad.

1. La huelga en la UNAM ha entrado -a un mes de iniciada- en una nueva fase, pues los estudiantes han logrado un respaldo formidable tras el éxito de la Consulta Metropolitana por la Educación del 27 de mayo, organizada por el CGH, en tanto que las autoridades de la UNAM, limitadas a seguir recibiendo línea del ya casi candidato del PRI, no parecen tener más recursos que el de la fuerza.

2. El destape de Francisco Labastida como candidato del PRI a la Presidencia de la República, lejos de hacer más prudente a la burocracia que dirige a la UNAM, y que ha actuado a sus órdenes a lo largo del conflicto, la ha desbocado en actitudes que no sólo son abiertamente antiuniversitarias, como las amenazas y secuestros a los estudiantes, sino que constituyen además violaciones al orden legal del país, y están en consecuencia comprometiendo a quien ha sido hasta ahora su jefe reconocido. La cuestión que se plantea ante esta actitud es por lo tanto la de saber si, a través de las autoridades universitarias, Labastida busca enviar al país el mensaje de que, de llegar a Los Pinos, rechazaría el diálogo como vía para solucionar los conflictos, haría a un lado las leyes del país y gobernaría por medio de la fuerza, o si, aprovechando el inicio de este difícil periodo en el que hay dos cabezas aparentes del ``sistema'', las autoridades de la UNAM se están yendo por la vía libre y ahondando el conflicto.

3. La huelga universitaria es y ha sido a lo largo del siglo XX un derecho legítimo de los estudiantes para defender a la institución, y si las actuales autoridades de la UNAM lo ignoran es porque no conocen la historia de México y de América Latina. La tentativa de romper por la fuerza una huelga legítima, que es lo que está haciendo la burocracia encabezada por el rector Barnés con las clases y exámenes extramuros y las amenazas materiales y académicas, es por el contrario una actitud ilegal, ilegítima e inmoral que no hace más que degradar aún más la ya pobre imagen que tienen ante los mexicanos quienes están al frente de la UNAM, además de que contribuye a poner más escollos al diálogo.

4. La pretensión que tenían las autoridades de la Universidad de descalificar al movimiento estudiantil calificándolo como ``paro'' en vez de ``huelga'' (sobre la base de que una huelga sería legal y un paro ilegal), se les vino muy pronto abajo cuando el abogado De Buen, íntimo de Barnés, dictaminó a petición de éste (y muy a pesar suyo) que la suspensión de actividades por los estudiantes es y ha sido históricamente una ``huelga'', como en el mundo laboral (La Jornada, 25 de abril), y aunque desde entonces los medios han seguido insistiendo en (des)calificar al movimiento como un ``paro'', esto ya carece de importancia.

5. ¿Por qué motivo -cabría preguntarse- el abogado general de la institución, Gonzalo Moctezuma, miembro del clan labastidista, no ha podido responder a los estudiantes de Derecho que cuestionaron la ilegalidad de las cuotas y el hecho de que violan además convenios internacionales?

6. Las cuotas que las autoridades de la UNAM hicieron votar al Consejo Universitario el 15 de marzo, no sólo son anticonstitucionales e injustas sino que responden a lo que ha sido una pretensión del sector más conservador de la Universidad: institucionalizar las políticas de exclusión social y sentar las bases para controlar políticamente a los estudiantes de menos recursos. Las clases y exámenes extramuros, que se sabe son ilegales y carecen de valor alguno, constituyen a su vez una nueva escalada en esa dirección, y aunque a todas luces no prosperarán, desacreditan por su bajeza moral a quienes los organizan, pues pretenden premiar a quienes se dobleguen a sus amenazas (y se degraden asumiéndose como esquiroles) y castigar con la supuesta pérdida del semestre a los estudiantes en huelga, detectando con ánimo policiaco quiénes son los inconformes.

7. El conflicto de la UNAM se ha visto agravado, como es cada vez más claro, por el hecho de que las actuales autoridades de la institución no son académicos sino burócratas, pues los maestros saben en todo momento dialogar con los jóvenes, y sin intermediarios, en tanto que la burocracia oficial ha visto siempre a los estudiantes como enemigos.

8. La burocracia de la UNAM, que cada vez más es una carga para esa casa de estudios (y para el país), con tal de imponer una medida absurda que no ha podido justificar, no dejó a los estudiantes otra alternativa que la de la huelga, haciéndole perder millones de pesos al presupuesto nacional, y para enfrentar esa huelga no ha tenido otro recurso que el de hacer nuevos dispendios. Una vez terminado el conflicto, tendrá sin embargo que rendirle cuentas a los universitarios por los millones derrochados de manera discrecional a fin de mantener una organización burocrática extramuros, hacerse propaganda y desarrollar sus aparatos de inteligencia para darle una salida autoritaria al problema generado desde la torre de la rectoría.

9. La pretensión del equipo labastidista en la Universidad Nacional Autónoma de México, de que ahondando el conflicto e imponiendo una línea dura derrotarían al movimiento estudiantil y terminarían con las posibilidades de cualquier candidatura popular para el 2000, se les está revirtiendo, pues se hallan cada vez más aislados frente a un movimiento social que no ha dejado de crecer, que como todo mundo sabe no está controlado por partido político alguno y que cuenta con un respaldo cada vez mayor de la sociedad.

10. El movimiento estudiantil de 1999 ha triunfado ya desde ahora, porque ha planteado una cuestión fundamental para el futuro de México, como lo mostró la Consulta Metropolitana por la Educación: el derecho de los estudiantes de permanecer vinculados al pueblo mexicano que sufraga sus estudios y al que van a servir en el futuro, y no a los intereses privados a los que pretende uncirlos la lógica de la burocracia neoliberal.