La Jornada sábado 29 de mayo de 1999

Bernardo Barranco V.
Posadas, Sandoval y Carpizo

Tanto la PGR como la Iglesia católica representada por el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, han escenificado un deplorable espectáculo. A seis años del homicidio del antecesor de este último, Juan Jesús Posadas Ocampo, la Procuraduría mantiene como válida la misma tesis de un asesinato fortuito, agregando argumentos un poco más razonables. Por su parte, el cardenal Sandoval no sólo rechaza la postura de la PGR sino que descalifica el trabajo de la comisión en que han participado tanto la Iglesia como él mismo. Sin proporcionar pruebas contundentes ni establecer móviles precisos, el cardenal acusa a la PGR y al ex procurador Jorge Carpizo de encubrimiento y de tener poca voluntad política para esclarecer el asesinato del prelado.

A la distancia, da la impresión de que tanto el cardenal de Guadalajara como altos miembros de la jerarquía saben más de lo que dicen; pareciera que no se atreven a destapar ni a implicar a los verdaderos culpables. Se limitan a un juego peligroso de insinuaciones, que provoca las conjeturas más descabelladas y fantasiosas sobre el asesinato. Sin embargo, hay una constante en las señales difusas que el cardenal envía: los responsables del asesinato de Posadas -insinúa- están en las entrañas del sistema y ocupan posiciones en sus más altos niveles.

Por otro lado, y en estos días Carpizo lo corroboró, distintos medios y círculos del poder sugieren que la Iglesia católica tiene vínculos de complicidad con el narcotráfico. Se ponen como pruebas la vida poco austera del cardenal Posadas, su paso por Tijuana, la relación de altos capos con el alto y el bajo cleros, e incluso el reconocimiento explícito de esto, como aquél realizado por el padre Soto en la Basílica en septiembre de 1998. En la misma dirección apuntan las recientes declaraciones del clero de Quintana Roo, que reconoció el haber recibido generosas aportaciones del ex gobernador Villanueva, hoy prófugo e implicado con el cártel de Juárez.

En este juego de señales, de implicaciones y acusaciones mutuas, pareciera ser que sectores del clero y parte de las elites en el poder están trenzados fatalmente en una guerra, que se definirá en el mediano plazo con los reacomodos de fuerzas políticas en el 2000.

La descalificación que hizo don Juan Sandoval, tanto a los 20 puntos de la Comisión Interdisciplinaria como a la actuación de la PGR, le lleva a jugar con fuego, máxime cuando no aporta pruebas contundentes ni lo suficientemente explícitas, que arrojen pistas y cauces nuevos a la investigación. Cuando habla de ``certeza moral'', ¿se refiere a que tiene testimonios dados en confesión y que, por lo tanto, está impedido para hacerlos públicos?, o ¿está protegiendo a testigos clave que temen represalias? El cardenal de Guadalajara está llegando a un punto de no retorno. La afrenta a Carpizo y el reto de encararlo judicialmente debe llevar al prelado tapatío a repensar con mucha atención su estrategia.

La atención que la opinión pública le ha otorgado a Sandoval se debe a la incredulidad que los mexicanos tenemos del sistema de justicia. El fenómeno Sandoval se explica porque no le creemos a la PGR, a pesar de que en realidad el asesinato de Posadas pudo haber sido un accidente. A la distancia, y más con los casos Colosio y Ruiz Massieu, el cardenal tapatío ha asumido una actitud de intransigencia y tirantez propia de la indignación y de la escasa credibilidad popular hacia el sistema de procuración de la justicia. Esta postura le ha dado a Sandoval Iñiguez legitimidad no sólo entre el clero tapatío sino también entre la población de Jalisco. No es descabellado afirmar que parte del poder y del peso que el prelado tiene en el occidente se lo debe a su posición ante el caso Posadas. Sin embargo, su estilo hosco y su actitud cortante, no sólo ante los medios de comunicación, sino también ante las autoridades, le pueden llevar al resquebrajamiento de su imagen pública, sobre todo en el plano nacional.

¿Cuál es la actitud de la Iglesia católica? El cardenal ha ganado terreno entre de los obispos. Inmediatamente después del asesinato de Posadas, sólo unos cuantos obispos, Robalo y Alamilla, sostenían abiertamente la tesis del complot. Hoy, cerca de 30 por ciento de éstos apoya no sólo la tesis, sino la posición del cardenal, quien dice contar con el apoyo del gobierno panista de Jalisco. Dado el actual clima de tensión, es previsible, como en el caso de Samuel Ruiz, que los obispos apoyen a Sandoval o, cuando menos, no lo critiquen públicamente. No hay que olvidar que Sandoval difícilmente llegaría tan lejos sin haber consultado con Roma. Por ello será interesante observar la actitud del nuncio Mullor, quien hasta ahora ha permanecido callado.

A seis años de la muerte de Posadas, las relaciones Iglesia-Estado se han puesto nuevamente sobre el tapete de la escena política nacional. Sobre el cardenal pesa la sombra de un ``apercibimiento'', es decir de una llamada de atención legal. Sin embargo, sobre el sistema de justicia pesa la sombra de la sospecha.