La Jornada sábado 29 de mayo de 1999

DIPLOMACIA DESACTIVADA

SOL Ante los problemas más acuciantes que afectan al planeta y a Latinoamérica, la diplomacia regional parece paralizada. Tales asuntos sólo son encarados en forma superficial y en tono menor, y se ha perdido mucha de la iniciativa que caracterizó otros momentos de nuestra capacidad de gestión y acción multilateral. La reunión del Grupo de Río que se realiza en nuestro país, en efecto, hace pensar con nostalgia en las declaraciones e iniciativas generosas de México (en ocasión de los acuerdos de Esquipulas, sobre la paz en Nicaragua y Centroamérica, por ejemplo, o en oportunidades similares) o en el protagonismo diplomático de otros países y otros momentos.

ƑQué tiene que decir América Latina ante la guerra no declarada contra Yugoslavia y el peligro de su extensión a todos los Balcanes? ƑQué del desconocimiento de las Naciones Unidas y del multilateralismo? ƑQué sobre la necesaria reforma de la ONU? Y si la problemática se constriñe al ámbito latinoamericano, Ƒqué va a proponer esta cumbre ante las alteraciones económicas en el Cono Sur, la violencia y la inestabilidad en Colombia, el ilegal bloqueo a Cuba, la opresión que sufren los indígenas, la producción de drogas y la corrupción creciente?

La falta de respuestas a esos y otros asuntos irresueltos obliga a pensar que, al menos en el ámbito de los gobiernos nacionales, la mundialización y la extrema dependencia, la enorme deuda externa regional -casi 700 mil millones de dólares-, así como la sumisión a las decisiones de los organismos financieros internacionales, han provocado la desaparición de casi toda idea de futuro, de cualquier proyecto de construcción nacional y, peor aún, de una proyección económica, política y cultural a largo, mediano y corto plazo, como la que practican las naciones industrializadas y las grandes compañías multinacionales.

Esta carencia de estrategia y de políticas se refleja en el vacío de ilusiones y resoluciones que caracteriza cada vez más a las llamadas cumbres latinoamericanas. Pero contra eso es posible reaccionar: por ejemplo, el Grupo de Río podría intentar defender el derecho de autodeterminación de las naciones, en el caso de Cuba; o, en el de Yugoslavia -nación fundadora de la ONU y de los No Alineados- podría buscar una mediación ante la OTAN para que cesen los bombardeos que convierten a Slobodan Milosevic en héroe nacional y le ayudan a mantener su política en Kosovo; podría plantear la necesidad del respeto a las Naciones Unidas, único foro del cual disponen nuestras naciones, o podría hacer un balance del incumplimiento de las resoluciones de Río y de Tokio sobre las emisiones de gases nocivos para el ambiente, por no hablar del alivio de la deuda externa que tanto sigue pesando -aunque ya no se hable de ello- sobre nuestras economías.

Sin embargo, ninguno de esos asuntos figura en la agenda oficial de una reunión que tiende a convertirse en formulismo.