En los últimos días surgieron rumores de que el gobierno argentino se aprestaría a devaluar el peso, los que posteriormente fueron desmentidos. Esto debe hacer reflexionar a los que en México están proponiendo introducir un consejo monetario con el propósito de hacer estable el tipo de cambio. Lo que la situación argentina está mostrando es que el consejo monetario no impide la sobrevaluación del peso, lo que ha hecho surgir la inquietud acerca de la modificación de la paridad con respecto al dólar. La sobrevaluación del peso argentino es evidente para cualquier extranjero que visite Buenos Aires. Los precios en esa ciudad son, en términos relativos, bastante elevados, signo inequívoco de sobrevaluación de la moneda.
Por otra parte, en los últimos días el peso mexicano se ha devaluado con respecto al dólar, después de haberse apreciado durante las últimas semanas. Adicionalmente, mucha gente ve con inquietud el año 2000, porque con base en la experiencia de los últimos cambios de presidente está esperando que el peso se devalúe en forma brusca. Seguramente que es esto lo que ha preocupado a los que han propuesto que México adopte el consejo monetario. El secretario de Hacienda ha manifestado con insistencia que la situación del peso es sólida. También, junto con el gobernador del Banco de México, ha insistido en que México no adoptará el régimen de consejo monetario, y que se mantendrá el régimen de tipo de cambio flexible.
En mi opinión, y considerando únicamente los factores económicos, el secretario de Hacienda está en lo cierto. En todas las devaluaciones bruscas que ha experimentado el peso mexicano, en las últimas décadas, se había conjuntado el aumento en los precios internos con un tipo de cambio casi fijo, generando la sobrevaluación del peso y la ampliación del déficit en cuenta corriente, que al ser imposible financiarlo con entradas de capital, provocaba, inevitablemente, la variación brusca del tipo de cambio. De esta forma se llegó a los eventos de diciembre de 1994. El déficit en cuenta corriente entre 1992 y 1994 fue equivalente a entre seis y siete por ciento del producto, y la inflación interna, combinada con un tipo de cambio casi fijo, fue apreciando el peso, lo que agudizaba el déficit externo, hasta que la situación explotó a fines de 1994. La situación actual es completamente diferente. En los últimos años, el déficit en cuenta corriente se ha mantenido en niveles considerablemente más bajos, 1.9 y 3.6 por ciento del producto en 1997 y 1998, esperándose que en el presente año sea inferior al del año pasado. A esta magnitud manejable del desequilibrio externo ha contribuido el manejo del tipo de cambio, que ha impedido la apreciación del peso que se fue gestando en el primer lustro de los noventa. En conclusión, la economía nacional está pasando por una situación notablemente estable y radicalmente diferente de la que enfrentaba en 1994.
Esta opinión se basa exclusivamente en consideraciones sobre la situación de la economía nacional. Sin embargo, sobre el comportamiento del tipo de cambio inciden también, y en algunas situaciones de manera decisiva, factores políticos. La proximidad de las elecciones presidenciales y la incertidumbre con respecto a sus resultados son factores que pueden determinar que algunos o muchos agentes económicos prefieran transformar sus excedentes líquidos de pesos a dólares y sacar el dinero del país, lo que puede presionar el tipo de cambio y provocar el aumento de la tasa de interés, no obstante que en términos puramente económicos no haya fundamento para la decisión de acumular en dólares. La tarea más difícil a la que se enfrentan las autoridades económicas es, precisamente, la de convencer a los agentes que pueden desestabilizar la economía de que la coyuntura económica por la que atraviesa el país es muy diferente a la de 1994.