Somos un país divertido. Porque a pesar de los evidentes avances en la democracia electoral nos empeñamos en remover los vicios del pasado. Y se ha desatado una campaña para recuperar la vieja y por muchos añorada práctica del dedazo, obviamente a partir de la crítica. A lo que sin duda ha contribuido Jorge Castañeda con su "Herencia".
Yo creo, sinceramente, que el dedazo es legítimo. No lo sería tanto, en cambio, imponer por medios viciosos su triunfo. Pero Ƒcomo puede dudarse del derecho del Presidente en turno de inclinarse por quien, de alguna manera, le hace pensar en una continuidad? Que, dicho sea de paso, también puede fallar.
Somos, además, una nación propicia para que otros tomen las decisiones y nos señalen los caminos. Hay en ello tradiciones prehispánicas: el respeto al cacique y la herencia del poder dentro del núcleo familiar extenso (en rigor, grupo político), algo que hace muchos años, en sus notables clases de historia del derecho nos explicaba don Javier de Cervantes. No se trataba de una familia consanguínea sino de una familia vinculada al poder. Hoy esa familia se llama PRI y hace muchos años agrupaba a "los científicos" y, antes de la Independencia, era la monarquía. La que llevó a cometer la notable estupidez: que me perdone el padrecito Hidalgo, de proponer el regreso de Fernando VII como motivo de las primeras luchas de independencia.
En las familias los derechos se transmiten a través del testamento que, inclusive, puede ir más allá del núcleo familiar. En el Código Civil de 1870 sólo se admitía la herencia legítima y no había lugar para heredar a quienes no integraban el núcleo familiar. Pero en el Código Civil de 1884 se impuso la libre testamentificación, que extendió hacia personas ajenas a las relaciones familiares el derecho de suceder. Eran los tiempos de don Porfirio. Y así es nuestra política: el sagrado derecho de proponer al heredero.
Que el presidente Zedillo se haya inclinado por Francisco Labastida me parece absolutamente natural y lógico. La diferencia estará, sin embargo, en que a partir de su posible triunfo en los comicios internos del PRI (que no serán sólo del PRI sino de toda la comunidad que quiera votar), se pretenda volver al viejo sistema tramposo de los ratones locos, los carruseles y las demás muestras de espíritu chocarrero que han hecho historia larga en nuestro país, con espectaculares resultados en la elección de Avila Camacho contra Almazán y en el robo en despoblado muy poblado de 1988.
Soy lo suficientemente cándido para suponer que la ventaja evidente en el arranque de Labastida Ochoa dentro del núcleo priísta no será definitiva en la recta final. Curiosamente, a Roberto Madrazo, a quien tanto gustan los desplantes ante cualquier autoridad, provocador de declaraciones presidenciales de total amor sexenal, las dificultades le hacen crecer y, además, no está solo sin olvidar la casta de su padre. Pero también da la impresión de que Manuel Bartlett, un jugador rudo, con desafío permanente a las viejas reglas de juego (que él jugó como nadie), le está abriendo los caminos en un intento de rescate común de la vieja idea del nacionalismo revolucionario. Que sería, supongo, poco revolucionario pero que, por lo menos, tampoco sería tecnocrático. Hay otros grupos que lo respaldan. Mucha sabiduría política en juego. Pesos pesados.
Pero como todo el mundo podrá votar en la elección del PRI: afiliados, simpatizantes y amigos de ocasión, a mí se me ocurre que los partidos de oposición, aliados o no --ya se inicia alguna forma de alianza-- podrían divertirse lanzando a sus huestes a la elección priísta para que hagan una impactante demostración de apoyo al más débil de los candidatos, que con esos votos perredistas y panistas lograría una victoria estremecedora dentro del PRI, pero difícilmente, como están los tiempos, la de julio del 2000.
Ya se puede imaginar que si aparece un vencedor de ese calibre y se admite el resultado, por muy dudoso que sea, la contienda de verdad se pondría muy interesante. Contra Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox, el candidato así elegido pasaría bastantes malos ratos.
Pienso además que no se han definido del todo las candidaturas del PRI. Y no sería imposible que dentro del plazo aparecieran algún caballo negro o algún borrego blanco.