Antonio Gershenson
Un programa para el 2000

Se ha discutido mucho en los últimos meses la cuestión de los precandidatos presidenciales. Esto no debería darse al margen de la discusión de un programa para ser aplicado a partir del año 2000, como resultado de la elección. No deberíamos simplemente votar por una persona, o por un partido, o en contra de otro y otros, sino en favor de un rumbo para el país. Mientras más amplia y profunda sea la discusión pública en ese sentido, más comprometidos quedarán los candidatos ganadores con el programa que presentaron en su campaña. Al mismo tiempo, será más la gente que vote por ellos en función de su programa, y no de simpatía personal, habilidad oratoria o alguna otra característica superficial de cada candidato.

El programa, sin embargo, son palabras. Escritas o pronunciadas, son palabras. Pero hoy, especialmente para los tres principales partidos, hay ya bastantes hechos. El PRI ha gobernado el país durante décadas, y los hechos políticos de los últimos años, el camino que ha planteado, ineludiblemente, dará a los electores un marco para juzgar sobre la congruencia o incongruencia de las propuestas o promesas de la campaña electoral. El PAN lleva años gobernando varios estados y un número mayor de municipios, y las medidas que ha adoptado también dan un marco de hechos a los electores. El PRD también ha dirigido, primero el gobierno del Distrito Federal, y luego los de varios estados. Aunque en varios casos ha pasado poco tiempo, se han tomado medidas que marcan, en los hechos, un rumbo.

La campaña electoral, que en los hechos se inició ya, a pesar de que estamos a más de un año del día de la elección, debería tener su principal foco de atención en el camino que cada una de las opciones políticas ofrece al país, y la congruencia de esa propuesta con las medidas de gobierno que ha adoptado. Es de una gran importancia que los ciudadanos mexicanos votemos por un camino para el país y no sólo por una persona. Es muy importante que tengamos presente cuál es el camino que nuestra votación indicó, y que cuidemos que efectivamente se siga.

Algunos ejemplos. La iniciativa de reformar la Constitución en materia eléctrica no estaba en el programa electoral del actual gobierno; no estuvo en el Plan de Desarrollo ni en ningún programa sectorial; no estuvo en ninguna prospectiva del sector eléctrico. Nadie, ni siquiera los que optaron por el PRI, votó por eso nunca. Todo eso, además del contenido de la iniciativa, ha contribuido a un rechazo que mantiene, hasta el momento, congelada la iniciativa.

Tampoco votó el electorado de Guadalajara, ni siquiera quienes eligieron al candidato del PAN, por la prohibición de la minifalda. Cuando la autoridad municipal adoptó esa medida, este hecho, junto con el contenido de la medida, contribuyó a un rechazo tal que se tuvo que suspender.

En el sentido opuesto, esta semana se volvió a hacer un planteamiento, desde el Gobierno del Distrito Federal en torno al abasto de agua potable para la capital de la República. Más que traer cantidades gigantescas del líquido a costa de otras regiones del país, se deben reducir las fugas y el desperdicio, reciclarse, instalar plantas de tratamiento, usarlo más racionalmente y tomar medidas de fondo que estimulen a la gente a vivir en otras ciudades.

Esta afirmación abarca un ámbito mayor que el del Gobierno del Distrito Federal, pero se ve respaldada, en este último radio de acción, por los logros en materia de reducción de fugas, tratamiento del líquido y reciclaje. Hay hechos respaldando a las palabras.