La Jornada Semanal, 30 de mayo de 1999
La CAUT envió dos representantes a la Conferencia Mundial de Educación Superior realizada en el cuartel general de la UNESCO en París, del 5 al 9 de octubre de 1998. El siguiente alarmante reporteÊsobre la conferencia fue elaborado por Bill Graham, Presidente de la CAUT, en el que destaca que la delegación canadiense oficial no defendió vigorosamente la importancia de la educación pública media superior y superior.
Si la reciente Conferencia Mundial de Educación Superior hubiera sido un partido de futbol el marcador hubiera sido: Banco Mundial 4, UNESCO 1. Para las poderosas fuerzas que buscan controlar la educación media superior y superior, dirigidas por el Banco Mundial y sus aliados, el enemigo son los profesores universitarios en todo el mundo, y se ha declarado la guerra. El grito de combate es que la educación superior ``debe proceder al cambio más radical y a una renovación como jamás se ha requerido''. Y eso significa cambiar radicalmente la universidad ``tradicional'' o ``clásica'' o ``basada en la investigación'' y a su personal para satisfacer las insaciables necesidades de la economía global basada en el conocimiento.
Los documentos oficiales a ser acordados fueron la ``Declaración Mundial paraÊla Educación Superior del Siglo XXI'' y ``Marco de Acción Prioritaria para el Cambio y el Desarrollo''. Como es el caso en muchas prolongadas conferencias como ésta, los textos de la Declaración y del Marco habían circulado con suficiente anticipación al evento y reflejaban la comprometida serenidad que se asocia con tales declaraciones generales. Desde el primer día de la conferencia, sin embargo, fue claro que la discusión -que aparentaba ser de simples palabras y frases- reflejaba la pesada carga de los significados implícitos y de las consecuencias de su implementación.
La agenda original de la UNESCO, desarrollada a través de muchas conferencias alrededor del mundo, así como el trabajo de su Director General, Federico Mayor, habían sido relegados al sótano por el Banco Mundial y sus aliados. En el pasado, los problemas que había que abordar eran las finanzas, el ingreso, la igualdad, la calidad y la relevancia, el aprendizaje a lo largo de la vida, la incorporación al mercado de trabajo de los graduados, la tecnología, el involucramiento de los negocios y la industria, el desarrollo del personal, la libertad académica y la autonomía, y la paz mundial.
Pero de unos años a la fecha, el Banco Mundial ha venido desarrollando una agenda sobre la educación superior que ha denominado como ``La agenda para la reforma''. Los conceptos fundamentales de la agenda son: privatización, desregulación y orientación por el mercado. En la ruta de instrumentación de esta agenda de reforma han puesto en claro que los problemas que hay que resolver son la universidad tradicional, en general, y los miembros del personal académico, en particular.
La reforma del Banco Mundial salió viva de la conferencia. Su documento ``El Financiamiento y Administración de la Educación Superior: Reporte sobre el Status de las Reformas en el Mundo'', escrito para la conferencia de la UNESCO, explica que la agenda para la reforma ``está orientada por el mercado más que por la propiedad pública o por la planeación y la regulación gubernamentales. La dominación, en casi todo el mundo, del capitalismo de mercado y los principios de la economía neoliberal se encuentran en la base de la orientación por el mercado de la educación media superior y superior''.
La educación superior, argumenta el Banco Mundial, es un bien privado -no público- cuyos problemas son manejables o están al alcance de soluciones de mercado. Esto es, se enmarca en una oferta limitada, no está en demanda por todos, y está disponible por un precio. También, los consumidores (negocios e industria) están ``razonablemente bien informados'' mientras que los proveedores (administradores y profesores) están ``frecuentemente mal informados -condiciones que son ideales para que operen las fuerzas del mercado''. Financiar la demanda significa, en la práctica, a) incremento de las colegiaturas; b) cobrar el costo total de pensión; c) instrumentar medidas de préstamos a los estudiantes; d) cobrar los intereses prevalecientes en el mercado a todos los préstamos; e) mejorar el cobro de los préstamos a través de compañías privadas, y la introducción de un impuesto a los graduados; f) adiestrar a los profesores como empresarios; g) vender investigación y cursos; y h) incrementar el número de instituciones educativas privadas con cobros del costo total de la enseñanza. El propósito es hacer de la educación superior algo completamente autofinanciable.
La agenda para la reforma también demanda que el poder en la toma de decisiones en la educación superior debe ser retirado del gobierno y las instituciones y depositado en los clientes (estudiantes), los consumidores (negocios e industria) y en el público. El Banco Mundial cree que el financiamiento gubernamental a la educación superior, combinado con la responsabilidad institucional para gobernarla es, en gran medida, responsable de la sobrevivencia de la educación clásica y elitista que, además, es insensible a las necesidades reales de la (desregulada) economía global. De ahí la necesidad de reformas presupuestales.
La agenda para la reforma quiere poner término a la ``presupuestación negociada'' en la que el gobierno financia a las instituciones sobre la base de criterios tradicionales tales como la matrícula y el prestigio. Se debe dar paso a la ``presupuestación por rendimiento'' en la que cualquier financiamiento público que permanezca debe estar atado a la obtención de resultados comprobables basados en indicadores de resultados determinados por el consumidor. De esta manera, los administradores de las instituciones serán obligados a tomar las decisiones que hasta ahora han estado evadiendo, por ejemplo, reasignar los recursos en respuesta a las necesidades de los clientes y los consumidores. Y las instituciones serán obligadas a construir la diferenciación, terminando con la ``repetición isomórfica'' de la tradicional universidad clásica basada en la investigación.
El Banco Mundial cree que el sector público es desafortunadamente ineficiente e insensible, renuente o incapaz de llevar a cabo la reforma de la educación superior. Los administradores institucionales deben ser obligados a tomar en cuenta su posición en el mercado, el flujo de efectivo, la diversificación del producto, y sus progresos en la creación de socios corporativos. También deben ser obligados a realizar un mejor trabajo de administración y control del personal. Como lo proclamó abiertamente uno de los oradores de la delegación oficial australiana, ``el problema real con la educación superior en el mundo es el profesorado''.
El Banco Mundial cree que el personal académico tiene demasiado poder en la educación superior y los administradores tienen muy poco incentivo para controlarlos. El poder del personal académico tiene sus fuentes en el control del curriculum (desvinculado de las necesidades de la economía global), en el gobierno compartido o colegiado, el sindicalismo y, por supuesto, en la libertad académica.
El propósito es obligar a los profesores a abandonar su poder y volverlos más empresariales, como revela el ``Reporte de status'' del Banco Mundial: ``Cambio radical, o reestructuración, de una institución de educación superior significa menos y/o diferentes profesores, trabajadores administrativos y trabajadores de apoyo. Esto significa despidos, retiros anticipados obligatorios, o un mayor readiestramiento y reeducación, como en el cierre de instituciones ineficientes o ineficaces; la fusión de instituciones de calidad a las que solamente les falta una masa crítica de operaciones para hacerlas costeables; y un cambio radical de la misión y la función de producción de la institución -lo que significa alterar radicalmente quiénes son los profesores, cómo se comportan, la forma en que están organizados y la manera en que trabajan y son remunerados.''
Traducción: Luis Bueno Rodríguez