La Jornada Semanal, 30 de mayo de 1999



Roberto García Bonilla

entrevista con Arón Bitrán

Hacia una tradición del eclecticismo

Roberto García Bonilla, autor de Visiones sonoras (entrevistas con músicos), conversa aquí con uno de los integrantes del Cuarteto Latinoamericano de cuerdas, uno de los grupos más sólidos y prácticamente el único centrado en un repertorio formal de autores de América Latina. Orbón, Villalobos, Ginastera, Revueltas y aun compositores más recientes, como Mario Lavista y Arturo Márquez, señalan algunas de las tendencias cuyo signo principal es la diversidad.

El Cuarteto Latinoamericano es uno de los conjuntos de cámara más importantes no sólo de México sino del continente; en sus presentaciones alternan autores decimonónicos con obras novísimas compuestas especialmente para ellos. Integrado actualmente por Saúl Bitrán -segundo violín-, Javier Montiel -viola- y Alvaro Bitrán -chelo- el cuarteto ha grabado 12 discos LP y más de 25 discos compactos. Arón Bitrán habla de la trayectoria del grupo que tuvo en el Cuarteto Amadeus un modelo, y que hace unos meses interpretó en un ciclo los 17 cuartetos de cuerdas de Héitor Villa-Lobos en cinco días consecutivos.

¿Cómo nació el Cuarteto Latinoamericano?

-El cuarteto nació a finales de 1981, cuando Javier Montiel, Jorge Risi y yo decidimos juntarnos porque queríamos hacer música de cámara con la idea de tener una opción profesional, como medio de sobrevivencia permanente. En ese momento todos éramos atrilistas principales en algunas de las orquestas del país; decidimos arriesgar todo y renunciar a las orquestas. Fue hasta 1983 que tuvimos nuestro primer contrato, y a partir de ese momento la situación fue mejorando, hasta alcanzar la intensa actividad permanente que ahora tenemos.

-¿Qué relación hay entre el nombre del cuarteto y su repertorio?

-Desde el principio investigamos si realmente había un repertorio para el cuarteto de cuerdas en América Latina que valiera la pena. Habían surgido rumores de que existían obras de Ginastera, Villalobos y Revueltas que no estaban grabadas. Llamar al grupo Cuarteto Latinoamericano tenía una doble función: darle una identidad geográfica y destacar nuestro repertorio.

-¿Cómo alternaron un repertorio tradicional europeo con autores latinoamericanos, además de integrar las obras nuevas?

-No alternamos, trabajamos simultáneamente; yo creo que es imprescindible y benéfico tocar el repertorio clásico para llegar al repertorio contemporáneo; yo no veo diferencia entre un cuarteto de Mozart y uno de Manuel Enríquez; ambas obras debo tocarlas. Para tocar bien una pieza contemporánea hay que poseer una buena técnica, afinación y un sonido puro, al igual que en una obra clásica. Por supuesto que hay diferencias técnicas, sobre todo en la emisión de sonoridades nuevas, en las técnicas ampliadas de los instrumentos de cuerda.

-¿Cuál es la ventaja y la desventaja de tocar piezas exitosas en un programa?

-A lo largo de más de quince años hemos ido acumulando una cantidad importante de obras latinoamericanas; muchas ya estaban escritas, algunas especialmente para nosotros. Cada año leemos de 30 a 40 obras nuevas latinoamericanas. Al final del año nos damos cuenta de que, de esas obras, quisiéramos seguir tocando tan sólo dos o tres, que cada año se han ido acumulando hasta llegar ahora a unas veinticinco obras latinoamericanas que son la base de nuestro repertorio. Entre los autores están Orbón, Villalobos, Ginastera, Revueltas; incluimos, también, compositores más recientes como Mario Lavista o Arturo Márquez, cuyas obras han entrado a la categoría de las obras básicas.

-¿Cómo alcanzó el cuarteto una aceptación tan contundente?

-Creo que se debió a la necesidad que había en América Latina de un cuarteto que se tomara la música latinoamericana en serio; un continente con muchos compositores, con una gran vitalidad. Yo creo que en cada país latinoamericano hay un pequeño grupo de compositores que nos conocen y ellos, de manera natural, se han propuesto componer para nosotros.

-¿No crees que ahora se compone cierta música influida por la música popular, cuya jerarquía es de música de concierto, cuando en realidad sólo están utilizando, arreglando, sintetizando y utilizando géneros populares?

-Estoy de acuerdo contigo. En Colombia, Venezuela y México, hay una generación de compositores que tienen entre 25 y 45 años que, en la última década más o menos, se han nutrido de la música popular. No como la generación nacionalista anterior, que utilizó la música precolombina, la folklórica, sino sobre todo la música urbana y la música tropical que se oye hoy en día en las estaciones de radio en América Latina. Creo que, en su momento, el rock tuvo la misma influencia. Ahora la fuente primaria de influencia es esa música urbana; la onda tropical y la onda grupera. Me parece muy válido como elemento de arraigo de identificación nacional, pero me parece -como tú dices--que también es muy peligroso porque, al sacarlos de contexto, puede tomarse una actitud paternalista que termina por desvirtuar el valor intrínseco que puedan tener esos géneros. Se puede, también, caer en el simplismo de buscar el aplauso fácil. He oído obras magníficas, complejas, que asimilan esos elementos muy bien, pero también hay obras que lo hacen de manera tan estereotipada y superficial que es preferible oír el original. Por ejemplo, en lugar de una obra cuyas citas de boleros de Agustín Lara son tan evidentes y sin interés que son inútiles las referencias y alusiones, mejor oigo a Agustín Lara.

-¿Cuáles crees que sean los rasgos que identifican la música que se escribe ahora en América Latina?

-Pienso que la recuperación de las formas clásicas y la búsqueda de elementos en la música popular, son sólo dos de las muchas tendencias que caracterizan a la música de nuestro tiempo. Es muy difícil describir lo que se compone en América Latina: su signo predominante es la diversidad del lenguaje y las corrientes.

-¿Cómo unifican cuatro personalidades sus criterios interpretativos y, antes, técnicos?

-Es el gran interés que tiene el cuarteto como institución viva y dinámica porque cuatro personalidades se relacionen. Ya hay una serie de sobreentendidos de cómo nos gusta la intensidad del vibrato, el contacto arco-cuerda, los colores instrumentales, etcétera. Después de tantos años de tocar juntos ya hay tendencias muy claras que nos gustan, pero no se pueden resolver los problemas con una receta; no hay una dinámica preestablecida. Cada ensayo, cada concierto, cada grabación, representan una nueva experiencia humana. Hay tensiones y relajación; hay discusiones y distanciamientos. Es muy parecido al matrimonio. Dicen de los cuartetos que si sobreviven el cuarto año pueden seguir; es un poco como el séptimo año crítico en el matrimonio. Ahora sabemos que entre nosotros no habría un problema grave para separarnos; si sucediera sería porque nos cansamos, pero no porque un problema artístico se haya interpuesto.