n En el país de no pasa nada, primer filme industrial de la realizadora


Los políticos son más proclives a la comedia que los cineastas: De Lara

n Desde Honoré de Balzac, pocos son los que han enriquecido ese género, considera

Raquel Peguero n Para su debut como directora de cintas de cine industrial, María del Carmen de Lara decidió dar un salto triple: pasó del documental a la comedia.

En el país de no pasa nada es el título de su filme que quizá cambie de nombre a La mala leche porque, considera su realizadora, ''hablar del país es muy chilango y no abarca tanto la película; sería pretensioso hacerlo porque México es complejo para poderlo tocar todo, aunque sí creo que las situaciones de comedia ocurren a diario, y con más facilidad a los políticos que a los cineastas". Eso sí, agrega, ''si los políticos pueden darse el lujo de burlarse todos los días de nosotros, por qué nosotros no".

Por ello se lanzó a hacer una comedia de enredos, ''de un tono ligero donde hay un personaje a partir del cual todos los demás se tocan por momentos y sirven de pretexto para echar un vistazo a todos estos Méxicos que de repente no se cruzan". El proyecto lleva tiempo y pasó por muchas manos antes del rodaje. El guión, coescrito por De Lara y Laura Sosa -quien actúa en el filme-, fue pulido en diferentes tratamientos en los que intervinieron Sabina Berman y Eliseo Alberto.

El humor, aportación relevante

Paralelamente, la directora de No les pedimos un viaje a la luna (1988) seguía con ''mis rollos de los videos y no dejar de hacer oficio de contar historias, dentro de lo poco que puedes hacer en este país", explica De Lara, quien superó desde el cuestionamiento hacia ella como directora hasta la pérdida del que quería que fuese su fotógrafo, Angel Goded -quien salió por problemas con la producción-, como de la protagonista femenina, Angélica María, con quien hizo algunas pruebas, ''pero en eso le cayó su exclusividad en Televisa" y la novia de México ya no pudo participar.

El papel recayó en una ''actrizaza", como dice la directora, Julieta Egurrola, a quien De Lara seleccionó sin mucho pensarlo, ''pues me encanta; pesca de inmediato el personaje y hace propuestas maravillosas". Su pareja en pantalla es Fernando Luján, ''un súper compañero de trabajo, con una gran disciplina"; el elenco se completa con Arturo Ríos, Carmen Delgado, Zaide Silvia Gutiérrez, Alvaro Guerrero, María Isasí, Laura Sosa, Rodrigo Murray, Juan Peláez y Eligio Meléndez. La fotografía es de Arturo de la Rosa y es una coproducción de México (Imcine) con España (Cartel), con la que también se estrena la empresa nacional Filmanía producciones.

En su etapa de edición, después de cinco semanas de rodaje en 34 locaciones, En el país de... fue diseñada en tres tonos que muestran los contrastes de los diferentes espacios que hay en México: ''aunque los ricos siempre nos salen medio chafas porque tenemos dos pesos de presupuesto -ríe De Lara-, pero busqué que se vieran lo más cercano a lo que deben ser". Visualmente existe una propuesta, pero la preocupación básica era tener ''el tiempo de hacer el trabajo actoral. Me metí mucho, me gusta construir desde antes a los personajes y llegar al set a concretar lo que se ha discutido".

-Aunque el salto es grande, la ficción no es algo alejado de tus otros trabajos...

-En efecto, de hecho cuando empecé a trabajar temas como la despenalización del aborto, el sida y la prevención en mujeres, decidí hacer ficciones. En Nosotras también (1993), traté de insertar cierto sentido del humor dentro de un tema tan fuerte como es el del sida, pero un poco como lo vivía la personaja, la psicóloga. Lo que hago ahora sí es un brincote y difícil porque en la comedia, desde Balzac, no se ha aportado mucho. Es muy complicado hacer reír, pero era algo que me quería dar, porque el humor aporta mucho y es de lo poco que nos queda a los mexicanos. Mi tirada es construir una historia que dé esa posibilidad, porque frente a las presiones de la vida cotidiana uno agradece ir al cine y que lo hagan reír un poquito.

-ƑNecesitabas un relax?

-Sí, pero fue un anti relax, porque meterse a toda esta presión del cine es un horror. Levantar un proyecto requiere años de estar empujando y, a veces, se pierde el sentido del humor. Dentro de todo me ha ido bien y el saldo es bueno: acabé el rodaje dentro del plan de trabajo y, por lo que veo en la respuesta frente a ella, por lo menos del editor -Sigfrido Vargas, quien ha visto 80 veces una escena y se sigue riendo-, la película funciona. Eso es un privilegio como lo es filmar. Ahora, iría más avalado si realmente existiera una política de exhibición más democrática para el cine nacional, porque te echas más de un año de trabajo y el hígado, para estar dos semanas en cartelera.

-Se te identifica como directora de películas de género, feminista, Ƒacá se verá esto?

-Hay un poquito. Me preocupaban mis personajes femeninos aunque aquí trato una clase social que no he trabajado: la clase alta. Sí, creo que a ellas les doy concesiones, muchas más que a los papeles masculinos, porque pienso que las féminas también deben ser pensantes y de eso hay poco en el cine mexicano. De alguna m anera, dentro de este enredo mis personajas tienen que ver siempre en los sucesos: o ellas son las que los fraguan o las que deciden cómo va a seguir la situación. A diferencia de mis otros materiales que han sido más fuertes, ésta es una comedia con un humor ácido, pero muy abierta. Traté de no autolimitarme y, de hecho, una de las líneas que lleva la película, que tiene que ver más con el documental, me está costando trabajo integrarla; siento que no camina bien esa parte y, a lo mejor, la trueno.

La obsesión de contar historias

-ƑSientes escozor que en este país de etiquetas, por el hecho de empezar con una comedia, ya no te tomen en serio?

-No me han tomado en serio desde el principio -ríe- y esa ha sido una ventaja porque de veras les costó trabajo verme dirigir una comedia. De repente yo debía explicar que se trataba de reírnos, porque si íbamos a analizar lo que pasa en el país, mejor nos sentábamos a llorar. Me preocupa más llevar público a la sala y tratar de pelear contra el pulpo, para que no quiten la película en dos semanas, que lo que piense el gremio. A estas alturas del campeonato, se trata de seguir ejercitando un oficio. Que me van a comer, siempre lo hacen y, a lo mejor, me va a despedazar el que otras veces me han hecho una buena crítica, pero es el riesgo y para eso es uno director: te expones y no me voy a cortar las venas si no soy la más fregona del planeta. Eso está canijo, después de Woody Allen y Pedro Almodóvar, que son como mis ídolos, cómo me voy a poner a innovar frente a ellos, tampoco es un rescate, como me dicen muchos, pues eso es para la antropología. Mi único riesgo es que los espectadores no se rían, porque hay un enorme prejuicio hacia la comedia, del lado del gremio, que tiene como una necesidad de hacer una obra que, de principio, tenga un peso intelectual, de autor, miserabilista: desde mi perspectiva y experiencia digo no, porque en este momento carezco de ese humor y no creo que eso me ayude para que el público se quede sentado en la sala y se la pase bien.

-Mucho tiempo y películas antes de llegar a la primera industrial, Ƒlo querías?

-Mucho tiempo no lo busqué. Desde que hice Costureras fue muy difícil mi inserción en el cine nacional; muchos estuvieron en desacuerdo con mis reclamos de que para un director lo mejor es que su película se vea y no que le den 27 premios. Sigo pensando lo mismo. A Costureras no se le hizo justicia, tuvo muchos premios pero nunca se vio aquí como debía, así que decidí hacer oficio, contar historias dentro de mi profesión y no vivir latigándome la espalda, porque no me van a dar chance. A mi manera, a partir de las becas o las multichambas que he tenido, sigo contando cosas como una obsesión. Ahora tengo En el país de... y realizo la serie documental Géneros e identidades sexuales a fin de milenio -sobre Juchitán, básicamente, y ya tengo grabada- porque acabo de ganar la beca Rockefeller-MacArthur. No creo que llegar al cine industrial te vuelva profesional, porque lo eres en la medida en que crees y haces tu trabajo todos los días y, en ese sentido, decidí que mi trabajo es el que responde más que mucha grilla. Este es un paso dentro de otros proyectos y no creo que me cambie la perspectiva de lo que hago, al contrario, sigo preocupada por la despenalización del aborto en México, y quiero hacer algo sobre ello pues me parece terrible que enjuicien penalmente a una chava por abortar; me sigue causando una rabia espantosa y quiero continuar expresándola desde mi profesión; también estoy interesada en hacer algo respecto del caso de Claudia Rodríguez.

-ƑSufriste o gozaste esta experiencia?

-La gocé, pero tuvo su momento de mucho sufrimiento, sobre todo en preproducción. Estoy acostumbrada a involucrarme mucho en mis guiones y lograr distancia se vuelve un cuete espantoso porque como pasó por muchas manos, me decían, ''no lo enseñes, qué tal si no se hace'', y aunque no tengo mucho pudor al respecto, era una paranoia. Fue una etapa de muchísima presión, de jaloneos, de tomar el punto de vista de cada quien. Ahora, el rodaje lo gocé mucho porque me lo propuse.

''Mis rodajes no son campos de batalla, pues soy más o menos tranquila y no creo que debas azotarte durante la filmación. Se dio una dinámica en la que, por lo menos yo, me divertí bastante.''