La Jornada jueves 3 de junio de 1999

José Steinsleger
Conjuros

La relación entre brujería y política es tan antigua como perseverante. Ningún emperador chino daba un paso sin consultar a los astros y es sabido que Mao recurría al I Ching. En vísperas de la revolución francesa el conde Cagliostro hipnotizaba a reyes y cardenales, Napoleón tenía su brujo favorito, Rasputín cautivaba al zar Nicolás II para quedarse a solas con su mujer, y hechiceros de Alemania nazi sólo daban buenas noticias para no granjearse la ira del führer.

En Birmania, la vida de sus 40 millones de habitantes está dictada por los astrólogos y los adivinadores del porvenir. Fueron ellos los que después de serios estudios y deliberaciones eligieron una curiosa hora para declarar la independencia: cuatro de enero de 1948 a las 4:20 de la madrugada.

La ciencia política gusta de recordar sus orígenes modernos con un Maquiavelo que cultivó y sometió esa misma idea a un estricto examen: la capacidad humana de actuar debía expulsar toda fantasía o mitología que no fueran las construidas por los propios hombres. Pero la cercanía de los años electorales incrementa la preocupación por lo contingente, la irrupción de lo inesperado.

A los políticos no les gusta privarse de tales sortilegios. ``La oscura adivinación del jefe'', le hace decir Marcel Proust a uno de sus personajes. Suerte de consulta que no sólo interpreta sino que ofrece la vía rápida para convertir en propicios los signos que podrían ser amenazantes y solapados.

Aunque menos que los corredores de autos y los toreros, los políticos son seres supersticiosos que consultan a videntes, brujos, parapsicólogos, chamanes y nigromantes. Según los brujos se cuestionan si seguir, si llegarán a algún lado o si deberían ocuparse de sus empresas privadas o de sus familias. Todo lo relacionado con el poder, les interesa. Preguntan si van a tener cargos, si van a ganar elecciones. Lo que más les atormenta es la lealtad de los equipos de sus entornos, sensación que los adivinos definen como ``la soledad del poder''.

En Estados Unidos, Nancy Reagan consultaba a los astros cuando su esposo andaba en la mala. En Perú el presidente Alberto Fujimori niega que tenga su brujo privado. En Argentina, Perón recurría a espiritistas hasta que cayó rendido ante el brujo José López Rega.

Cuenta Azucena Agüero, bruja del presidente Carlos Menem: ``Lo conocí en 1983, en una cena. Un día antes yo había soñado con un cacique. Cuando miré a Menem a los ojos por primera vez, sentí su energía y me di cuenta que él sería presidente. El era el cacique con el que había soñado''.

Aburrida de anunciar con precisión las muertes de vecinos y parientes, Azucena le ofreció ayuda a Menem con sus talismanes energéticos. ``No te preocupes, che. Te hago uno y te cambio la energía. No tengas dudas: serás presidente''. Desde entonces, el gobernante la recibe discretamente en el suntuoso hotel Alvear de Buenos Aires y allí le cuenta todo.

Fernando de la Rúa, candidato presidencial de la oposición a Menem, niega lo que todos saben: que visita a la sensualísima bruja Mabel Iam, conductora de un programa de televisión. La de su contrincante, Eduardo Duhalde, se llama Mary. De mirada ligeramente estrábica, Mary comenta: ``Una vez Duhalde me trajo unos mapas de la provincia de Buenos Aires. Me preguntaba qué hacer. Si poner el acento en la industria o la agricultura''. Entonces Mary cerró los ojos y tuvo una visión: hileras interminables de vacas. ``Ganadería'', le pronosticó.

Tampoco faltan los brujos que luchan contra el neoliberalismo. En Chile por ejemplo, José Yuraszcek, presidente de la compañía eléctrica Enersis, pretendió instalar en terrenos indígenas una central hidroeléctrica. Enojado, el líder mapuche Dagoberto Cachaña hizo un conjuro. Al poco tiempo, la junta directiva de Enersis destituyó al empresario por ``exceso en sus atribuciones''.

Los brujos pueden ser mala o buena onda. En México, las actividades de La Paca causaron estremecimiento. Pero cuando en marzo pasado se inauguró la reunión fraternal del brujos, curanderos, psíquicos, adivinadores, pensantes y Sin Filiación, los organizadores se comprometieron a luchar intelectualmente para que los próximos comicios presidenciales sean justos y democráticos.

``Nadie notará nuestra influencia pero ahí estaremos'', dijo Antonio Vázquez, brujo mayor del país, famoso por vaticinar las muertes de Selena y Lola Beltrán.