El objetivo primordial de este texto es dar noticia breve de lo visto y escuchado durante el cuarto Encuentro Internacional de Música Antigua realizado recientemente en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes. Antes, sin embargo, se impone una breve reflexión más general sobre el asunto, debido a los repertorios ofrecidos por los grupos participantes. Los señores Vivaldi, Hndel, Corelli, Ceruti, Scarlatti y otros cuyas obras fueron interpretadas en el encuentro, han sido adscritos unánimemente al periodo y estilo barrocos. La pregunta llega sola: ¿hay lugar para los barrocos en una serie dedicada a la música antigua?
Abordo lo retórico del asunto porque yo mismo suelo considerar que la música antigua es estrictamente la que está situada en la Edad Media y el Renacimiento. Sin embargo, aplicando un poco de rigor semántico, se hace evidente que Bach y Telemann también son antiguos. ¿Y qué decir de Mozart, una de cuyas obras se coló en este encuentro? Y la verdad sea dicha, Beethoven y Brahms también son antiguos, en el sentido de que lo moderno vino después. En fin, que todo este preludio tiene como meta el decir que en este cuarto Encuentro Internacional de Música Antigua se interpretó mucha música barroca, una buena dosis de música renacentista, y nada de música medieval. ¿Mera coincidencia, o estarán cambiando los parámetros y las definiciones? ¿Qué es, finalmente, lo antiguo, y qué no lo es? Mientras nos ponemos de acuerdo en ello, van algunos apuntes sobre la música y los músicos del encuentro.
En el primer programa destacaron sobre todo dos cosas: la siempre asombrosa capacidad de ejecución de Horacio Franco en las flautas dulces (incluyendo sus ya famosas y enloquecidas ornamentaciones), y la diáfana y bella voz de la soprano Eugenia Ramírez, que ha conservado y refinado sus virtudes específicas de color y estilo para la interpretación de la música antigua.
Se extrañó, sin embargo, la presencia de la Capella Cervantina, grupo que por desgracia está en desbandada. El grupo argentino The Rare Fruits Council ofreció un recital impecable a base de sonatas para violín, soberbiamente ejecutadas por Manfredo Kraemer y acompañadas inteligentemente por sus colegas, uno de los cuales sustituyó su tiorba por un guitarrón de mariachi, con justificado regocijo del público y buenos resultados sonoros.
Después, una fascinante exploración del barroco musical peruano a cargo de (¿quién otro?) Aurelio Tello y su Capilla Virreinal de la Nueva España. Los problemas de afinación de la primera parte del programa fueron corregidos para la segunda, y quedó como punto culminante del concierto el sorprendente encuentro con las cachuas barrocas del Perú, sabrosas canciones mestizas llenas de sabor andino y atractivos giros populares.
El sólido Quinteto de Metales de Saint Louis hizo una rica exploración del Renacimiento en Italia, España, Alemania y Francia, optando en estas danzas y canciones instrumentales más por las sutilezas en la labor de ensamble que por el brillo y el poderío instrumental. A la noche siguiente, los músicos de Saint Louis se unieron a otros dos quintetos de metales, el Silvestre Revueltas y el Anahata de Jalapa, para una riquísima sesión a base de Monteverdi y los Gabrieli.
Bajo la guía de Julio Briseño, este triple quinteto aprovechó bien los espacios y las cualidades acústicas del Blas Galindo para recrear los ambientes antifonales y los planos sonoros de estas músicas que sonaron por vez primera en la veneciana Basílica de San Marcos. El grupo español La Romanesca se dedicó por entero a la música de la España renacentista, destacando en su estupendo recital la flexible voz de Nuria Rial y la sorprendente musicalidad de José Miguel Moreno en la guitarra barroca. Los Canarios ejecutados esa noche por Moreno fueron simplemente memorables.
Con el violinista Richard Luby y la soprano Ruth Gomme como invitados, el ensamble mexicano La Fontegara interpretó solo música italiana, combinando inteligentemente lo vocal y lo instrumental. Scarlatti, Marini y Castello recibieron ejecuciones especialmente afortunadas. Ruth Gomme es una buena cantante, sin duda, pero la colaboración reciente de La Fontegara con la privilegiada voz de Heather Knutson sigue siendo un parámetro difícil de superar.
Como complemento a todo ello, dos conciertos didácticos sobre música antigua bajo el título de Musimórfica, concebidos y guiados por Denia Díaz.
En general, y en el contexto de las diferencias y altibajos lógicos, el nivel del cuarto Encuentro Internacional de Música Antigua fue muy bueno, y la asistencia del público muy numerosa.
Insisto: nada tengo contra los barrocos y similares, pero este año extrañé la presencia de la música medieval.