Luis González Souza
¿Y la sociedad?

El avión Presidencia 2000 está casi listo para despegar. Sin disimular su júbilo, los dueños del aeropuerto ya lograron meter al avión todo lo necesario: pilotos (Fox, Labastida y Cárdenas, en orden de aparición), azafatas dedicadas ora a cuidarles su imagen ora a recolectarles dinero para el viaje, últimas reformas al reglamento de vuelo (a punto de cocinarse en el periodo extraordinario del Congreso), y un montón de combustible a cargo de los medios de información y de las empresas de publicidad.

Sólo están olvidando, como siempre, dos pequeños detalles: 1) los pasajeros, la sociedad, y 2) el plan de vuelo que, para ser exitoso, tiene que ser trazado por la propia sociedad. Estos dos olvidos, típicos de la vieja cultura política, ahora sí pueden resultar desastrosos. Ni la problemática del país está para más vuelos en el vacío, ni las expectativas generadas por el cambio de milenio pueden colmarse con más pirotecnia electoral. Si México ha de levantar el vuelo, la ruta debe ser clara para toda la nación, y no sólo para los profesionales de la política.

Sobre todo desde la insurrección zapatista de 1994, las alarmas están prendidas... para quien sabe escucharlas. Desde entonces es indudable que México debe cambiar. El clamor chiapaneco desde y para la dignidad indicó el fin del vuelo neoliberal, como antes también se había estrellado el avión del estatismo. Todavía hace poco, el 21 de marzo, la sociedad fue consultada sólo para confirmar que la mayoría quiere un nuevo país que dé su lugar a los pueblos indígenas; que haga cumplir al gobierno los acuerdos que firma (San Andrés); que frene todo aquello que huele a militarismo y que, en cambio, abra paso a una verdadera democracia: la del mandar obedeciendo.

Aún más recientemente, el EZLN -iniciador del último despertar nacional- ha vuelto a mostrar congruencia con su disposición a luchar por vías pacíficas. En su segundo encuentro con la sociedad civil, del 7 al 10 de mayo en La Realidad, avanzó más en su propósito de hacer política, y de la buena: pegado a la gente, comenzando por los brigadistas que contribuyeron al éxito de la consulta del 21 de marzo. No obstante todo ello, el tema Chiapas aparece muy arrinconado en el aeropuerto donde el Presidencia 2000 ya prepara el nuevo vuelo electoral.

Si eso le ocurre a Chiapas, que en el fondo es el tema de un nuevo México, sin más prórrogas y en serio, ¿qué esperar de otros asuntos importantes para la sociedad? Estrellado el avión neoliberal con la insurrección zapatista, sus motores han estado explotando uno tras otro: generalización de la pobreza y el subempleo, criminalidad e inseguridad galopantes, desencantos de un TLC dizque llave al Primer Mundo, humillaciones como la operación Casablanca y la fiebre antimexicana en EU, burlas monstruosas como el Fobaproa, nuevos golpes mercantilistas o privatizadores lo mismo contra la educación (UNAM, magisterio) que contra industrias estratégicas (telecomunicaciones, petroquímicas, electricidad) y, de obvio pilón, nuevos brotes insurreccionales (EPR, ERPI) no necesariamente tan constructivos como el del EZLN.

Nada de eso, o muy poco, aparece en las bitácoras de quienes ya se aprestan a pilotear el Presidencia 2000. Su atención más bien está centrada en los dedazos, las cargadas, las encuestas, los spots publicitarios y, sobre todo, en la ya famosa alianza opositora. ¿Oposición a qué? Poco se sabe. Lo que mucho se sabe, como en las cantinas, es quién ha de ser ``sacado a patadas de Los Pinos'', cuál piloto ha de ser reemplazado por cuál otro. ¿Para qué? ``Pus no'más'', como diría algún personaje de Héctor Suárez.

Lo cierto es que México está urgido de volver a levantar el vuelo. Mas sólo lo logrará si la propia sociedad -con más autocrítica que autoidealización- es quien traza el plan de vuelo, es decir, el nuevo proyecto de nación del que ya casi todos hablamos. Entonces sí, el piloteo del avión podría quedar a cargo de quienes tanto aman el poder. Pero sobre el entendido de que serán removidos en cuanto se despeguen del plan de vuelo mandatado por la sociedad. Para empezar entonces, y si no quieren viajar solos, los pilotos del Presidencia 2000 tienen que escuchar bien a la sociedad junto con sus problemas, anhelos y demandas. Después, y sólo después, podrían reanudar sus disputas y pirotécnicas electorales, pero esta vez, con no más azafatas que las de una nueva cultura política: la ética del servicio y una idea más humana del poder. No más, tampoco menos.

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