Los hombres en el gobierno siempre confían en la capacidad de olvido y de aguante de la sociedad. Sobran los ejemplos. Se hacen promesas que no se cumplen, se justifican actos de gobierno con argumentos olvidados después; los grandes yerros, hechos ilegales y hasta crímenes se confía sean olvidados por la gente: lo mismo si se trata de una represión a los ferrocarrileros hace 40 años, una masacre en la Plaza de las Tres Culturas, en Acteal o Aguas Blancas, que las promesas de campaña, la oferta de resolver los problemas sociales con los dineros de la privatización de cientos de empresas antes estatales, o el esclarecimiento pleno de los asesinatos de los propios hombres del sistema.
Esa tendencia al olvido, por las razones que sean, ha permitido al partido oficial mantenerse en el poder ya 70 años aunque sus espacios se reduzcan; asimismo, hasta la fecha renovar cada sexenio las esperanzas de la masas, pese a la incapacidad de los gobiernos del PRI para resolver sus problemas. La débil memoria de la sociedad junto con la falta de eficaces medios democráticos de control abren el camino a la impunidad, a la desvergüenza, a la ilegalidad y a la descomposición peligrosa.
Lo anterior viene a cuenta por el nuevo escándalo que involucra al presidente Zedillo, al gobernador Roberto Madrazo y a la dirección priísta. La declaración de Carlos Cabal Peniche al Miami Herald no deja lugar a dudas. Ya lo sabíamos --lo había denunciado Andrés Manuel López Obrador-- pero ahora se confirma con precisión: el empresario ejemplar del salinismo, en 1994 dio 25 millones de dólares para las campañas políticas de Colosio, Zedillo y el gobernador de Tabasco, hoy aspirante a la candidatura presidencial. El ex banquero, actualmente preso en Australia, está acusado de diversos delitos de cuello blanco y es investigado además, entre otras cosas, por posible participación en el lavado de dinero de la delincuencia organizada.
Voceros del gobierno, diputados y senadores del PRI pretenden minimizar las declaraciones de Cabal Peniche con la afirmación de que el preso en Port Philip, Melbourne, no tiene autoridad moral para hacer esas afirmaciones. Seguramente no la tiene pero sí sabe lo que dice, pues él fue hombre de las confianzas del gobierno, conoce su funcionamiento, sus prácticas: ``Para triunfar en México (los empresarios y el gobierno) tienen que coexistir sobre la base de una coperación mutua y pragmática'', y si antes no habló fue seguramente porque tenía la esperanza de que el gobierno no lo acorralara; hoy rompe el pacto de silencio acostumbrado en los hombres del sistema.
Pero eso no es lo más importante. Lo relevante y grave es que Zedillo, primero como coordinador de la campaña de Colosio y luego como candidato supo de esa entrega millonaria. Después como presidente ocultó el hecho hoy descubierto por el ex banquero, quien lo declaró al Miami Herald a manera de autodefensa. Y seguramente sabe más secretos sobre el financiamiento a las campañas del partido oficial.
La declaración de Cabal Peniche se suma a las de otro ex banquero hoy también sujeto a proceso penal, Angel Isidoro Rodríguez, y las de Gerardo de Prevoisin coincidentes en admitir que las finanzas del PRI para sus campañas se nutren también de dinero de procedencia dudosa. Por si algo faltara, el diario The New York informa que sigue abierta en Estados Unidos una investigación al secretario del Presidente, Liébano Sáenz por posibles nexos con el narcotráfico.
Al igual que Ernesto Samper en Colombia, el presidente mexicano ha sido descubierto como un jefe de gobierno que posiblemente recibió financiamiento de origen ilegal o cuando menos dudoso para su campaña presidencial de 1994. Lo anterior pone un enorme signo de interrogación sobre el doctor Zedillo quien, si quiere credibilidad en ese aspecto políticamente está obligado a hablar, a rendir cuentas. Con más razón en estos momentos cuando uno de sus hombres, con grandes derroches inicia la carrera para conseguir la postulación como candidato a la Presidencia y se organizan grupos de empresarios para financiar esa campaña o mejor aún para comprarse la Presidencia pues es sabido y cierto aquello de que ``quien paga manda''.