A pesar de que la economía mexicana parece estar ahora en una situación de estabilidad, las condiciones indican en realidad una serie de tensiones, tanto por el lado de los precios como el del producto. La política económica persigue el objetivo esencial de controlar el crecimiento de los precios y en las condiciones actuales esto requiere de la reducción del nivel de la producción. Si ésta creciera más rápidamente la inflación le seguiría y la estabilización de las variables financieras (esencialmente el tipo de cambio y las tasas de interés) no se alcanzaría. Con esta política económica, la economía no puede crecer sostenidamente, y 18 años podrían ya ser una prueba contundente al respecto.
La forma en que la inflación se mantiene bajo control consiste en tratar de administrar el tipo de cambio --que ahora es flexible-- de modo que fluctúe lo menos posible. Una forma de hacerlo es teniendo suficientes entradas de capitales, o sea, de dólares, cosa sobre la que no se tiene control. La mayor oferta de divisas mantiene su precio bajo y hasta es posible que el peso se aprecie, como ha sucedido, en efecto, durante algunos breves periodos. Si esto no ocurre, se tiene que restringir la cantidad de dinero en la economía para reducir el gasto total, especialmente en importaciones. Esto se consigue bajando el monto del crédito disponible, con lo que aumentan las tasas de interés, y se reduce la actividad económica.
La situación crediticia en el país es ampliamente conocida. Se caracteriza por una gran escasez de recursos para financiar la producción. Los bancos captan dinero de las familias y de las empresas pero no lo prestan y, además, tienen todavía una frágil situación relacionada con las carteras vencidas. Todo esto ocurre en medio del atraso en el establecimiento de un esquema técnica y políticamente aceptable para administrar los pasivos de un sistema bancario inoperante y, por lo tanto, disfuncional para apoyar el crecimiento de la producción. El primer impacto de la puesta en marcha del IPAB es un aumento del costo del crédito pues los bancos tienen que aumentar sus aportaciones a la nueva institución, pero quieren también mantener sus márgenes de intermediación, es decir, sus ganancias. šPara Ripley!
Producir menos se convierte, entonces, en una manera de evitar que crezcan los precios. Y esto tiene que ver con el hecho de que la producción requiere de grandes componentes importados. Para hacer esas importaciones se demandan dólares y su precio tiende a subir, ello incrementa los costos de producción que se transmiten de modo directo a los precios y, así, a la inflación. Con un tipo de cambio prácticamente fijo, tal y como existió hasta fines de 1994, antes de la devaluación de 100 por ciento del peso frente al dólar, el déficit comercial creció tanto, debido al aumento de las importaciones, que el esquema financiero se volvió insostenible. Ahora, con un tipo de cambio flexible, la única posibilidad para mantener la estabilidad es produciendo menos, como si esta sociedad hubiera ya cubierto todas sus necesidades.
El INEGI registra durante el primer trimestre de este año una reducción del déficit comercial en comparación con el mismo periodo del año anterior (mil 746 y mil 151 millones de dólares respectivamente), pero en ese mismo lapso, el producto interno bruto sólo creció 1.9 por ciento frente a 7.5 por ciento en el mismo trimestre de 1998. De tal forma, la reducción de este desequilibrio externo no está asociado con una mayor competitividad económica. El saldo comercial registró un superávit desde principios de 1995 y como consecuencia de la gran devaluación del peso. Pero este excedente se fue reduciendo de modo continuo hasta que en julio de 1997 reapareció el déficit que se ha mantenido hasta ahora. La desaceleración productiva del primer cuatrimestre de este año es uno de los factores que han conseguido mantener la paridad bajo un cierto control y, especialmente, ha incidido en los más bajos niveles de inflación que los esperados. Pero el costo es, sin duda, grande.
Una cuestión que es necesario plantear para proyectar la posible evolución de la economía en los próximos meses --que es ya un periodo de abierta contienda electoral--, se refiere a cuáles son las condiciones que han cambiado en el funcionamiento de la economía y que permitirían sostener la estabilidad (baja inflación) y crecer, que es, finalmente, el propósito explícito de la política económica. Un indicio es el que ofrece, precisamente, la relación entre la tasa de crecimiento y el déficit comercial y su impacto sobre la inflación. La estructura productiva del país no se ha modificado de forma tal que pueda sostener el crecimiento sin provocar desequilibrios externos. El tipo de cambio flexible puede amortiguar los efectos adversos de los choques externos, pero sólo ocasionando una menor capacidad de crecimiento productivo. El dilema no tiene bases para ser resuelto de modo positivo. Mantener a fuerzas la estabilidad y una baja inflación puede tener ahora el mismo efecto de olla de presión que tuvo al final del sexenio anterior. Cualquiera que aspire a ser gobierno en el año 2000 debe tener esto en cuenta.