n Un borrador del nuevo reglamento circula extraoficialmente en el gremio
La censura en el cine, implacable pero con sutilezas y amabilidades
n Catorce personas (secretarias, amas de casa, abogados y sociólogos) clasifican tres filmes cada día
Raquel Peguero n Aceptémoslo, le dice Susanita a Mafalda en una tira de Quino, "ya que los cortes en las películas existen, que por lo menos se hagan con elegancia y traigan a Dior para que los ejecute". Aunque su argumento no funcionó ni en chiste, lo cierto es que el tema de la censura se ha prestado para ello, como una forma de hacerla amable a todos. ƑQuién no siente afecto por el sacerdote de Cinema paradiso, que corta las escena sonando su campanita evangelizadora? Total, se le hace caso a Susanita y por más que la censura no sea elegante, sí puede vestirse de sutilezas que no la hagan parecer como tal, igual que como ahora se está intentando en México con el reglamento a la ley cinematográfica.
Sin fecha prevista para ser emitido, el reglamento, sin embargo, es algo en lo que se ha trabajo, y un borrador de sus cláusulas circula, de manera extraoficial, desde hace un mes entre el gremio. Una copia del mismo, en poder de La Jornada, muestra los lineamientos que se quieren seguir sobre este espinoso tema que, más que ayudar a la ley, la vuelve más inoperante.
Con criterios emitidos desde 1952, en que, durante el sexenio alemanista, se promulgó la Ley y Reglamento de la Industria Cinematográfica, la clasificación de películas en nuestro país se ha realizado en los últimos tiempos de acuerdo con los criterios uniper- sonales de los "censores", que trabajan bajo el mando de la Dirección de Cinematografía de la Dirección General de RTC, que a su vez depende de la Secretaría de Gobernación. Desde 1992, cuando fue reformada la legislación en la materia, se quedó en espera de un nuevo reglamento que, de acuerdo con una nueva ronda de adiciones y reformas, aprobada por unanimidad en diciembre de 1998 en la Cámara de Diputados, debería haber aparecido a más tardar en marzo pasado.
Sin embargo, la letra que da pauta a la ley sigue sin aparecer, detenida por los mismos intereses que llevaron a la ley del 98 a avanzar mínimamente. "Es la misma mano que mece la cuna", bromean personas del gremio que están empujando para que el reglamento especifique lo referente a los apoyos al cine; la manera como funcionará el Fidecine y las cuotas del tiempo de pantalla. Un punto que, no obstante, preocupa a todos es el que tiene que ver con la supervisión, la clasificación y la autorización de películas, que abre la puerta nuevamente a los cortes y la censura.
El borrador del reglamento que así lo marca comenzó a circular entre la comunidad cinematográfica a finales de abril, justo un día antes de que, silenciosamente, saliera Carlos Reta Martínez de la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía, el área encargada de coordinar los trabajos. El 19 de mayo salió también Fernando Mier y Concha, director de Cinematografía de esa dependencia, quien logró antes de irse lo que nadie más: la renuncia de la mayoría de los supervisores, que con ello mostraban su desacuerdo con la "imposición de criterios de clasificación" que Mier y Concha les entregó por escrito en diciembre de 1997, y que consideraron "un grave error, ya que la pluralidad de criterios nos da una clasificación más real con la actualidad del país", le dijeron.
Esa unificación de criterios está inserta en el capítulo cinco del reglamento, que ahora se abroga el derecho no sólo de clasificar, sino, "en su caso, otorgar las autorizaciones para la distribución, comercialización, doblaje y exhibición pública de las películas". Esto, después de que a partir del 92 se había anunciado con bombo y platillo "el fin de la censura", cuando se logró que la ley mencionara sólo la clasificación de las cintas como guía para que el espectador supiera a qué público iba dirigido. Con ello, declaró la entonces directora de Cinema- tografía, Guadalupe Ferrer, "el gobierno mexicano asume que tiene que tratar como adultos a los adultos, y por eso no tiene ningún sentido prohibir cuando la gente tiene posibilidad de escoger".
Con este reglamento, esa posibilidad de escoger está sutilmente dirigida en las cuestiones que los supervisores deben tomar en cuenta para la clasificación de las cintas, las mismas que dejó registradas Mier y Concha. La ley del 92 establecía cuatro categorías: A, para todo público; B para adolescentes y adultos; C, sólo adultos, y D, para las porno; la del 98 la aumentó a cinco, y este borrador adiciona dos al subdividir la B. Así aparecen la clasificación AA, para todo público y que tenga atractivo infantil para niños menores de siete años; A, para todo público; B para adolescentes de 12 años -con su subdivisión en B-12 y B-15-; C, para adultos mayores de 18 años, y D, para adultos.
Los supervisores deben seguir los lineamientos de un cuadro dividido en cinco partes, que marca edad, violencia, sexualidad y nudismo; criminalidad y adicciones, y lenguaje. Sin mucha diferencia de criterios entre las cintas AA y A, se recomienda que en las primeras no haya escenas "de violencia real (física o moral) contra seres vivos", aunque las de animación tendrán una "consideración especial", mientras que en las segundas puede "existir un mínimo de violencia simulada o en parodia". Tampoco deberán mostrar drogas ni sustancias dañinas; y mientras las AA no deberán tener referencia a la criminalidad, en la A la alusión "deberá ser mínima mostrando claramente las consecuencias negativas de ésta". Respecto de la sexualidad, "no deberá mostrar cuerpos desnudos ni actos que impliquen una relación sexual, salvo con fines educativos", ni deberán contener lenguaje "procaz, ofensivo o vulgar".
Para la B-12 y B-15, los criterios se expanden: en ambas puede haber violencia, sólo que en la primera deber ser por desastres naturales o "accidentes fortuitos, sin presentar las consecuencias descarnadas" de ésta; la otra ya puede hacerlo en los "personajes muertos o heridos", y como producto de "confrontaciones bélicas". En cuanto al sexo, los de 12 podrán ver cuerpos desnudos, pero no genitales y menos connotaciones sexuales y coitos; además las sugerencias deben ser sólo a relaciones heterosexuales.
n 30
Los de 15 sí podrán, "esporádicamente", ver genitales, pero sin acto sexual, y ya podrá haber referencias a "relaciones homosexuales y lésbicas". Los primeros no podrán ver uso de drogas, aunque se haga referencia a ello; los segundos sí podrán, pero sólo si se muestran sus "consecuencias negativas". Tampoco deberán contener, de manera "apologética", asuntos criminales. En cuanto al lenguaje, los primeros podrán contener mínimamente palabras altisonantes, los otros, un poco más, incluso "doble sentido y referencias eróticas".
El destape llega para la clasificación C, pero las relaciones sexuales deben ser "simuladas. No se aprecia su realización efectiva". También hay presencia de objetos "o aditamentos que representan los órganos genitales pero no muestran su uso". Se permitirá violencia, sangre, droga, pero "sin hacer apología", como tampoco será frecuente el uso del lenguaje ofensivo y vulgar, "con referencias escatológicas y doble sentido". Para los ex porno, o sea la D, se mostrara sexo real, con o sin aditamentos, "heterosexual u homosexual sólo entre personas mayores de edad" y nada de "zoofilia, pedofilia y necrofilia". Tampoco se puede hacer "apología" del uso de drogas, aunque se muestre detalladamente su uso, y no hay límite para el lenguaje, que puede ser "altamente ofensivo y vulgar".
Estos son lineamientos que deberán seguir -y de hecho ya lo hacen- los 14 supervisores que actualmente laboran en la dirección de Cinematografía de RTC. Por 8 mil pesos mensuales, en un horario de 9 a 16 horas, tienen la obligación de calificar tres películas por día. Para desempeñar esa tarea no se requiere de una preparación especial, y sólo un buen contacto que los lleve frente a la pantalla de dicha dirección, pero eso sí deben mantenerse al margen de los medios de comunicación y en el anonimato. Se sabe que entre ellos hay secretarias, amas de casa, abogados y sociólogos. De hecho, de los 14 que trabajan en estos momentos -había 18, pero cuatro salieron en "retiro voluntario" por el horario-, once son de nuevo ingreso, y sólo tres tienen experiencia en cine.
Los supervisores pueden recomendar cambios de diálogos o escenas, para otorgar una calificación a las películas, que en general los distribuidores aceptan con tal de salir a sala. El director de Cinematografía puede cambiar, además, la clasificación como lo hizo de "puño y letra" Mier y Concha, durante su gestión. Los embates para volver más "moral" nuestras pantallas se han ido dando paulatinamente. Uno de los últimos intentos -del que aún no sabemos resultados- fue el encuentro En los medios, a favor de lo mejor, que tuvo lugar en abril pasado en el Auditorio Nacional. Sus organizadores, cansados de ver que en la televisión existen diversos programas que, "abusando de la violencia y la inmoral (sic), buscan captar un mayor número de televidentes", decidieron hacer algo al respecto. Así, como resultado de la coordinación de más de 2 mil organizaciones, que reunieron 4 millones de firmas, decidieron realizar su primer congreso nacional para, entre otras cosas, "diseñar sistemas de clasificación de películas, programas, telenovelas, videos, videojuegos y publicaciones, para que los receptores puedan seleccionarlos libre y responsablemente", según publicaron en un desplegado en abril pasado.
Visto así, no sería raro que la publicación del reglamento se siga dilatando, porque no hace falta para que la censura cinematográfica se ejerza.
Los de 15 sí podrán, "esporádicamente", ver genitales, pero sin acto sexual, y ya podrá haber referencias a "relaciones homosexuales y lésbicas". Los primeros no podrán ver uso de drogas, aunque se haga referencia a ello; los segundos sí podrán, pero sólo si se muestran sus "consecuencias negativas". Tampoco deberán contener, de manera "apologética", asuntos criminales. En cuanto al lenguaje, los primeros podrán contener mínimamente palabras altisonantes, los otros, un poco más, incluso "doble sentido y referencias eróticas".
El destape llega para la clasificación C, pero las relaciones sexuales deben ser "simuladas. No se aprecia su realización efectiva". También hay presencia de objetos "o aditamentos que representan los órganos genitales pero no muestran su uso". Se permitirá violencia, sangre, droga, pero "sin hacer apología", como tampoco será frecuente el uso del lenguaje ofensivo y vulgar, "con referencias escatológicas y doble sentido". Para los ex porno, o sea la D, se mostrara sexo real, con o sin aditamentos, "heterosexual u homosexual sólo entre personas mayores de edad" y nada de "zoofilia, pedofilia y necrofilia". Tampoco se puede hacer "apología" del uso de drogas, aunque se muestre detalladamente su uso, y no hay límite para el lenguaje, que puede ser "altamente ofensivo y vulgar".
Estos son lineamientos que deberán seguir -y de hecho ya lo hacen- los 14 supervisores que actualmente laboran en la dirección de Cinematografía de RTC. Por 8 mil pesos mensuales, en un horario de 9 a 16 horas, tienen la obligación de calificar tres películas por día. Para desempeñar esa tarea no se requiere de una preparación especial, y sólo un buen contacto que los lleve frente a la pantalla de dicha dirección, pero eso sí deben mantenerse al margen de los medios de comunicación y en el anonimato. Se sabe que entre ellos hay secretarias, amas de casa, abogados y sociólogos. De hecho, de los 14 que trabajan en estos momentos -había 18, pero cuatro salieron en "retiro voluntario" por el horario-, once son de nuevo ingreso, y sólo tres tienen experiencia en cine.
Los supervisores pueden recomendar cambios de diálogos o escenas, para otorgar una calificación a las películas, que en general los distribuidores aceptan con tal de salir a sala. El director de Cinematografía puede cambiar, además, la clasificación como lo hizo de "puño y letra" Mier y Concha, durante su gestión. Los embates para volver más "moral" nuestras pantallas se han ido dando paulatinamente. Uno de los últimos intentos -del que aún no sabemos resultados- fue el encuentro En los medios, a favor de lo mejor, que tuvo lugar en abril pasado en el Auditorio Nacional. Sus organizadores, cansados de ver que en la televisión existen diversos programas que, "abusando de la violencia y la inmoral (sic), buscan captar un mayor número de televidentes", decidieron hacer algo al respecto. Así, como resultado de la coordinación de más de 2 mil organizaciones, que reunieron 4 millones de firmas, decidieron realizar su primer congreso nacional para, entre otras cosas, "diseñar sistemas de clasificación de películas, programas, telenovelas, videos, videojuegos y publicaciones, para que los receptores puedan seleccionarlos libre y responsablemente", según publicaron en un desplegado en abril pasado.
Visto así, no sería raro que la publicación del reglamento se siga dilatando, porque no hace falta para que la censura cinematográfica se ejerza.