En el WTC, 4 mil ejemplares de 300 razas provenientes de 80 países
Exposición mundial canina: mañana, elección de Mister Perro o Miss Perra
Jaime Whaley n Ya brincan, ya suben, ya corren, y desde luego que ya ladran, y lo hacen fuerte. Son unos huéspedes distinguidos de este lugar --alguna vez destinado a hotel--, pues llegaron de todas partes del mundo, bueno, casi, pues provienen de 80 países.
El World Trade Center, en la colonia Nápoles, estará convertido este fin de semana en una gigantesca perrera; ahí tiene lugar la Exposición mundial canina, reunión en la que se dan cita casi 4 mil ejemplares de cerca de 300 razas, sin incluir los hot-dogs que, a 2.50 pesos, se venden en la esquina de Insurgentes y Filadelfia.
Algunos vienen a demostrar sus habilidades, otros que son obedientes, y no faltan, desde luego, los vanidosos; esto es, los que únicamente vienen a lucirse, como es el caso de un caniche gigante, algo así como un french poodle, pero aumentado varias veces, que luce meticulosamente adornado con sus moños rosas, trenzas con listones de colores, pantaloneras en sus patas delanteras que, técnicamente, son manos, y que a la insinuación de que Ƒcómo se llama su perra, señora?, molesta la dama responde: "es macho y se llama Rasmón".
El amplio piso de exhibiciones del WTC es apenas suficiente para contener los rings en donde los canes hacen sus gracias, pero no las fisiológicas. Ahí desfilan, saltan obstáculos, se arrastran sigilosamente tras un enemigo, pasan por un aro, se meten en un gusano, atrapan el frisbee o una pelota, suben escaleras, reconocen y obedecen voces de mando, guían al invidente o ayudan al sordo.
Hay expectación por conocer a Sabrina, una robusta bulldog blanca, nacida en México, que ostenta varios campeonatos, en tanto que otros dos bulldogs, estos ingleses, dormitan plácidamente en la bodega ajenos al ir y venir de otros congéneres que son acicalados por peluqueros especializados, o bien son paseados por sus manejadores, o descansan en sus jaulas de largas travesías, como es el caso de Casimiro, un negro ejemplar de raza boyero de flandres, que acompañó a su criador, Francisco Crisera, desde Uruguay.
La clasificación de las razas, según las reconoce la Federación Cinológica Internacional, es de 10 grupos; a saber, entre paréntesis un ejemplo: pastoreo y boyeros (collies); tipo pinscher y schnauzer, molosoides, tipo montaña y boyeros suizos (boxer); terriers (bullterrier); teckels (salchichas); spitz y primitivos (chow-chow); sabuesos, rastreadores (beagle); muestra (pointer); cobradores y de agua (labrador); de compañía (maltés) y, por último, lebreles (galgo).
De todas las razas, dos llaman la atención, ambas por ser antiguas y muy peculiares, el mexicanísimo xoloitzcuintle, emblema de la exposición, y el africano saluki, especie de galgo, oriundo de Egipto y compañero inseparable de los faraones. Ambos de connotaciones sagradas y muy representativos del inmemorial vínculo perro-hombre. Esa convivencia que, en voz de María de los Angeles Moreno, la senadora que inauguró la exhibición, más que como funcionaria pública como canófila confesa, significa mucho de lo bueno que hay en los seres humanos.
Ante la pregunta del ignorante de que si los itzcuintles son sabrosos, Fausto Rojas, supervisor de la Federación Canófila Mexicana, se apura a aclarar que esos son los tepezcuintles. Todavía manjar por nuestro vital sureste. Los xoloitzcuintles, asevera, tienen hasta uso terapéutico, su temperatura corporal cercana a los 38 grados celsius los hace confortables sustitutos de bolsas de agua caliente.
Uno de estos canes prehispánicos, Tajín, sin duda es el más popular de la exhibición. Su dueño, Raúl Anguiano, lo ha plasmado en trazos al carbón en lienzos que se exhiben aquí y en un museo de Los Angeles. Los Peraza, Humberto y su hijo Sergio, aunque de estirpe taurina, también han cedido al atractivo de estos perros sin pelo en el cuerpo y ya trabajan escultura canina, claro que con Tajín como modelo.
Un perro callejero sería también raro en este selecto ambiente. Aquí prevalece el pedigree. Otras razas que atraen la atención del público son los mastines napolitanos, de aspecto triste, pero con imponente cuerpo, y los diminutos chihuahuas.
Tratándose de canes, en forma paralela hay stands de las empresas que perramente se pelean el vasto mundo de los perros. Desde un hotel, el Canino Inn de Puerto Vallarta, en donde se les da adiestramiento, pasando por las trasnacionales del alimento hasta los modernos dispositivos levantacacas, unas cucharas del largo de un bastón, muy útiles para ahora que es pecado dejar recuerdos en la banqueta o en el parque.
Los jueces vivirán el momento culminante de la exposición el domingo en la mañana cuando se elija al mejor ejemplar, algo así como Mister Perro o, bien, quizas, Miss Perra.
El costo de entrada es de 30 pesos y el horario de las exhibiciones es de las 9:00 a las 18:00 horas.