Cristina Barros
Unámonos todos
Es hora ya de detenernos a reflexionar. No podremos contener en poco tiempo el gravísimo deterioro al que nos llevan. Las cosas deben decirse como son, por su nombre. Hoy, aprovechando de la peor manera la muerte del señor Francisco Stanley, las dos televisoras más grandes del país deciden culpar al gobierno del Distrito Federal por lo ocurrido. Ni Acteal ni Aguas Blancas merecieron los espacios y los comentarios que hoy escuchamos. De nadie pidieron en estas cadenas la renuncia, y esos crímenes de decenas de indígenas siguen impunes. Como sigue impune el asesinato de Colosio, y entonces tampoco se pidió la renuncia de nadie.
No. No es responsabilidad de Cuauhtémoc Cárdenas que haya ocurrido este nuevo asesinato. Ni tampoco de que no haya policías suficientes para detener la criminalidad en nuestra ciudad. Las causas debemos encontrarlas en aspectos más profundos.
En primer lugar, sabemos que el narcotráfico se ha dejado crecer desde hace ya varios años, sin que el gobierno federal haga nada al respecto. Incluso, se dice aquí y en el extranjero que diversos funcionarios pueden estar involucrados. Y cuando a alguno de ellos se le va a detener por estas razones, como en el caso del ex gobernador de Quintana Roo, el señor "se le escapa" a la Policía Judicial. Nuestros jóvenes comentan, con naturalidad, al ver aparecer en las pantallas de televisión a determinados artistas, que están o parecen estar drogados, o que se han operado la nariz por inhalar coca. Y esos son los ejemplos que se les da.
El campo está abandonado gracias al brutal programa económico que padecemos desde hace tres sexenios. La emigración a las ciudades es incontenible. Y los niños y jóvenes que llegan a las urbes están desarraigados, sus padres y sus madres salen a trabajar de madrugada y regresan agotados, incapaces ya de cobijar una familia. Para estos muchachos, que son el "futuro del país'', no queda sino la calle, pues en la escuela ya no hay tampoco estímulo.
Antes se estudiaba para avanzar, para conseguir un trabajo Ƒy ahora? Trabajos no hay, y no conocen más que casos de personas que desde los más altos puestos en el gobierno o en la empresa, o desde el modesto vecindario en el que viven, hacen dinero rápido y fácil con negocios turbios, que van desde el robo de autopartes hasta el fraude millonario a los bancos nacionales. Las denuncias penales se resuelven en un mínimo porcentaje de casos y las cárceles están llenas de muchos inocentes y de pobres. ƑPara qué esforzarse entonces? Mejor el camino "fácil''. Los maestros saben bien que ya no tienen ascendente sobre un buen número de sus alumnos; la realidad, la decadencia social, los ha dejado sin argumentos. La televisión con sus programas llenos de inmoralidad y violencia destejen también la labor de padres y profesores.
Por lo demás, la inseguridad no es privativa del Distrito Federal: Sinaloa, Chiapas, Baja California, los asesinatos a las mujeres de Ciudad Juárez, los secuestros en Morelos, son ejemplo de que no es así. Se trata ya del país entero.
Y la responsabilidad no es de una o dos personas. Es un sistema que está sin remedio. Se requiere con urgencia superar el derrotismo, la respuesta fácil, que es más desahogo que razonamiento, la indiferencia, porque en poco tiempo no habrá herencia que dejar a nuestros hijos.
Primero es exigir que en este país termine la impunidad. No más asesinatos sin castigo, no más robos a la nación o a particulares sin que se encuentre a los culpables; no más alianzas con el narcotráfico de quienes deberían velar por el país.
Después, es indispensable luchar por un cambio en el proyecto económico. Con una población empobrecida y sin esperanzas de futuro, no habrá nada qué hacer. Y de inmediato, unirnos todos los padres y las madres, los maestros y maestras, los representantes de todas las iglesias, los empresarios conscientes, para impedir que la televisión continúe emitiendo programas en los que la violencia es la tónica, en los que los valores de un país como Estados Unidos, donde los jóvenes asesinan a sus compañeros de escuela, son los que tratan de imponernos, y donde las telenovelas califican al bueno de tonto, y muestran un mundo en el que está presente lo peor del ser humano. Valemos mucho más que eso. Luchemos por nuestra dignidad.